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Zoe Joffre, activista trans: “Le pido a la nueva presidenta que nos escuche”

La activista por los derechos de las personas trans aboga porque haya un mayor reconocimiento de sus derechos bajo la Administración de Sheinbaum: “Me alegra que haya una presidenta, pero siento que estos triunfos no nos cubren a todas”

Zoe Joffre
Zoe Joffre en Ciudad de México.Mónica González Islas
Carlos S. Maldonado

Zoe Joffre sale sonriente del elevador. Luce fresquísima, vibrante. Lleva un vestido de lunares y collar de cuentas en el cuello. Saluda con mucho cariño, como si se encontrara con viejas amistades, y se muestra dispuesta a la entrevista, a la que dedica un tiempo generoso y una apertura entusiasmada. La conversación se desarrolla en la redacción de EL PAÍS en Ciudad de México, a un lado del Paseo de la Reforma donde se dejará retratar con el mismo arrollador entusiasmo. Joffre (Monterrey, 1992) es actriz, conductora de televisión y un fenómeno en redes sociales. Trabaja en el Estado de México y ha venido a la capital a participar en un evento relacionado al mes del orgullo LGBT. No hay temas vetados en la charla y ella habla sin timidez de política, de lo que espera de la presidenta electa Claudia Sheinbaum, de su activismo, de la violencia contra las mujeres y las personas trans, incluida la violencia sexual, y la discriminación que ha sufrido a lo largo de su vida. “He decidido que eso me hace más fuerte, y cuando me dicen que no puedo ocupar un espacio, busco la forma de hacerme visible de la mejor manera posible”, afirma sonriente.

Pregunta. En México ha sido electa por primera vez una mujer como presidenta, ¿cómo lo recibe?

Respuesta. Es un avance, una muestra de que como país estamos mirando a las mujeres. A mí me llena de orgullo, por todas las mujeres que estuvieron antes y todas las mujeres que tuvieron que luchar para que ella pueda estar en esa posición, pero también me entra un sabor agridulce.

P. ¿Por qué?

R. Porque no todas las mujeres tenemos los mismos derechos ni el mismo reconocimiento. Te puedo decir que siendo una mujer trans no siento que estos triunfos nos cubran a todas. Nos alegran a todas, por supuesto, pero las mujeres trans no tenemos una ley de identidad de género, ni siquiera estamos siendo reconocidas jurídicamente.

P. ¿El hecho de que una mujer llegue a la presidencia no se traduce en derechos y garantías para las mujeres trans?

R. Siempre he dicho que el cuerpo no asegura que las cosas estén hechas con garantías para todos, todas y todes. Tengo fe en que las políticas de inclusión que se llevaron a cabo en Ciudad de México durante el mandato de la hora presidenta electa sean replicadas a nivel nacional. Pero creo que falta voluntad para hablar sobre reformas que se tienen que hacer, que garanticen la identidad de las personas trans, su acceso a la educación, que las violencias hacia ellas estén tipificadas en leyes.

P. ¿Qué le pide a la nueva presidenta?

R. Le pediría que nos escuchara, que se sentara hablar con nosotras, que nos diera el espacio de contarle nuestras realidades y la oportunidad de llevarla a ver a las familias de las mujeres trans asesinadas y que les diga que ya está resuelta la violencia por crímenes de odio. Si llegó ella, que nos agarre de la mano a todas y todas podamos avanzar.

P. ¿Qué rol debe jugar el Estado frente a, por ejemplo, los crímenes contra las mujeres trans?

R. Lo he analizado por mucho tiempo. A la conclusión que he llegado es que nada va a cambiar si como sociedad no nos miramos como iguales. Pueden haber políticas públicas que garanticen derechos, pero también tenemos que educar. Ahora, en el mes del orgullo, estamos acostumbrados a ver el Paseo de la Reforma lleno de banderas, todas las marcas llenas de arcoíris, inclusión por todos lados, pero acabando junio las personas trans volvemos a estar ocultas.

P. ¿Se ha banalizado la marcha por el orgullo?

R. Los disturbios de Stonewall fueron apenas en 1969, somos un movimiento muy joven, que ha avanzado muy rápido en ciertos sectores. Si tú me preguntas que si creo que hacer las cosas tan comerciales está mal, de pronto creo que no. Está bien que los bancos, que las marcas se unan, siempre y cuando eso venga acompañado de una voluntad de las empresas de capacitar y desarrollar a los trabajadores para que esos sean espacios seguros para las personas de la diversidad.

P. ¿Cree que este movimiento visibiliza lo suficiente a las personas trans?

R. No de la manera correcta. Como una persona trans, por supuesto que voy a querer ver a otra persona trans en un puesto de toma de decisión, que ya las hubo, pero las dejan solas. Buscan perfiles que representan la estigmatización de las personas trans, pero no vemos las que se han preparado por mucho tiempo y que necesitan el apoyo de todas y todos. No creo que, por ejemplo, en los medios de comunicación sea correcto que seamos vistas por ser trans y no por ser buenas hablando, actuando, cantando. Tú no ves en un noticiero a una mujer trans hablando de la situación en el mundo, de las guerras que están pasando, no las ves hablando de cultura.

P. ¿Se las frivoliza?

R. ¡Claro, claro! Para mí la lucha no es no solo ser visibles, sino serlo de una manera correcta, en donde nuestra identidad sea una parte de lo que somos, pero que nuestra vida no gira en torno a ello.

P. Usted trabaja como activista desde los 18 años, ¿cómo ha cambiado México desde entonces frente a los derechos de las personas trans?

R. Recuerdo que cuando tenía 18 años la gente no tenía idea de la palabra trans, usaban otras palabras para dirigirse a nosotras. No existía una ley de identidad de género como las que hay en ciertas ciudades. Antes tenías que demandar al Estado para poder acceder a tu identidad. No se te patologizaba, tenías que pasar por muchos estudios, tenías que sufrir un viacrucis para poder acceder a tu identidad. De estudiar ni hablamos, no había una palabra en un libro que te dijera que existían las personas trans, no existían en las empresas políticas de inclusión, hasta estaba permitido que te discriminaran. A las mujeres que son de mi generación nos tocó confrontar eso, exigir, educar. Las nuevas generaciones están viviendo lo que para nosotras hubiera sido un paraíso.

Zoe Joffre
Zoe Joffre, el 13 de junio.Mónica González Islas

P. ¿Con qué dificultades se topó cuando comenzó a trabajar como activista?

R. No empecé siendo activista por los derechos de la comunidad trans, empecé apoyando a comunidades indígenas y estuve trabajando en Estados como Oaxaca, Puebla, Tlaxcala. Estuve aprendiendo mucho sobre la causa y la desigualdad hacia las mujeres, ese siempre fue un tema para mí. Llegué a Ciudad de México hace unos 10 años y conocí un mundo donde no tenía que estar escondida. Comencé a hacer activismo LGBT y me di cuenta que no había nadie que normalizara nuestra existencia en las empresas, que casi siempre estábamos exigiéndole al Gobierno, pero no a las empresas. Llevo ya casi 10 años capacitándolas, fui la primera mujer trans en un anuncio de Scotiabank. He capacitado a empresas como MasterCard, Walmart.

P. ¿Qué temas quedan aún pendientes en la lucha por reconocer los derechos de las personas trans?

R. De pronto me di cuenta de que nadie les está hablando a las familias de las infancias trans. Ya educamos a ciertos sectores, pero ahora hay que educar los entornos, hay que llegar a los hogares.

P. ¿Cómo le fue con su familia?

R. Mira, híjole, fue un sube y baja. Soy muy afortunada de haber tenido una abuela maravillosa que me cuidó, me crió, amó y respetó. Con mi madre tengo una relación en la que nos reconocemos como mujeres. Tengo una hermana menor para la que he sido su heroína. Todo ha estado muy bien con mi familia cercana, pero con la familia de alrededor no muy bien. Vengo de una familia que es muy católica, muy tradicional y entenderlo les costó, pero supongo que no les quedó de otra más que hacerlo.

P. ¿Cómo deben involucrarse las familias, cómo deben actuar los padres, frente a un niño trans?

R. Primero le diría a las infancias trans que no hay nada malo con su cuerpo. Que no compren estos discursos de que estamos en cuerpos equivocados o viviendo vidas equivocadas, porque vivimos la vida que nos tocó y para la que estamos hechos, que el futuro es esperanzador y que nada es imposible. Yo también estuve ahí, pero después me di cuenta de que no podía pasar un día más odiando mi cuerpo. Evidentemente, le he hecho modificaciones, porque las necesitaba, pero les diría a las infancias y a sus familias que no hay prisa por entender todo en un día, no hay prisa por hacer cambios legales, físicos, endocrinológicos.

P. Un tema controvertido son las cirugías de cambio de sexo, principalmente en adolescentes. ¿Cómo deben manejarlo las familias?

R. Lo que le diría a esos padres de familia es que primero amen a sus hijos, hijas, hijes. Que nos enseñen a amarnos va a hacer que cuando lleguemos a estas decisiones, lo hagamos desde el amor a nuestro cuerpo. Cuando hice una cirugía de resignación me preguntó el doctor si estaba segura, porque es un viaje de ida y no de vuelta, y me di cuenta de que la sociedad nos obliga a llegar a esos momentos desesperadas, que ya te urge operarte, porque estás enojada y frustrada con tu cuerpo. No nos enseñan que en el momento que sea adecuado lo debemos hacer con amor y con respeto a una misma.

P. A pesar de los avances que vemos en los derechos de las personas de la diversidad, ¿se siente aún discriminada?

R. Sí he sentido discriminación, negarlo sería absurdo, pero creo que de manera personal he decidido que eso me haga más fuerte y cuando me dicen que no puedo ocupar un espacio, busco la forma de hacerme visible de la mejor manera posible. Por otra parte, reconozco que he sido una persona muy privilegiada, que se ha rodeado de personas que me han protegido muchísimo. No vivo la realidad que sufren las compañeras que ejercen el trabajo sexual, que están en las calles todos los días arriesgando la vida. Las violencias que yo he vivido han sido más enfocadas a lo laboral, salvo las violencias o intentos de violación sexual que he tenido, que han sido varios en espacios que creía seguros. La discriminación la sentí en el momento de denunciarlo.

P. ¿Qué respuesta tuvo?

R. Por ser trans me dijeron que no. Las primeras veces era menor de edad y ni siquiera fuimos a denunciar. La segunda vez fue un intento de abuso sexual aquí en Ciudad de México y cuando fui a denunciar, los policías y las personas que me atendieron me decían: es que no pasó nada, va a estar cañón que encontremos quién fue. La tercera ocasión me tomó más molesta. Esas serían las discriminaciones que he vivido y que fueron las veces que me desesperancé de la realidad, de decir, si eso me pasa a mí que soy una persona pública, imagínate lo que están viviendo las demás mujeres.

P. En un país donde matan a 11 mujeres al día.

R. Y no pasa nada. Creo que nuestra clase política debería de cuestionarse si de verdad las causas le importan o ser más honestos y decir ‘no nos importan’. Aún falta mucho por hacer. Para todas las personas que piensan que el Pride, que el feminismo, que la marcha del 8M, que todos los movimientos sociales, que todas esa causas son por moda, o por rencor, o por alguna frustración, no es cierto, es porque afuera de nuestras casas y de nuestros privilegios existen muchas realidades que no vamos a entender hasta que nos atraviesen.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.
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