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Los charros de Chimalhuacán cada año se burlan más de Maximiliano de Habsburgo

Uno de los carnavales más antiguos y caros del país trata de romper con música y baile el estigma de violencia y pobreza que envuelve al tercer municipio más inseguro del Estado de México

Carnaval de Chimalhuacán, Estado de México
Pobladores del municipio de Chimalhuacán, Estado de México, participan en el tradicional carnaval vestidos de charros, en marzo de 2024.Nayeli Cruz
Jorge Vaquero Simancas

En el jardín de la casa de la familia Castañeda-Valverde comienzan a llegar los primeros charros. Sus trajes de plata y oro deslumbran bajo el sol a las 12 de la mañana. Ellas entran con vestidos níveos que rematan franjas de líneas naranjas, azules y amarillas. El adorno más importante lo llevan ellos. Máscaras de tez blanca con barbas de todos los colores. Es la indumentaria que durante tres meses inunda el municipio de Chimalhuacán. Representan a los europeos, aquellos que bailaban en los grandes salones del emperador Maximiliano de Habsburgo. Este carnaval lleva más de 150 años burlándose de los lujos que llenaban los palacios en el siglo XIX, en el que ahora es uno de los municipios más inseguros y pobres del Estado de México. En 2024 la festividad, que dura tres meses, ha alcanzado su máximo número de participantes, que llenan las calles de música y bailes.

El nombre de la comparsa que actuará ese lunes es La Octava de Chimalhuacán. Para los 40 integrantes es el tercer y último día recorriendo su colonia, la San Pablo, al norte del municipio. Ricardo Valverde fue el promotor de la agrupación hace cinco años. “Practicamos los bailes desde dos meses antes. Se ensaya en las casas de los integrantes”, explica el hombre de 33 años.

El baile y la diversión son innegociables en un carnaval. Pero lo más llamativo en el de Chimalhuacán son los trajes. Están bordados con canutillo de oro o plata y valen una fortuna. “Uno como este puede costar entre 70.000 y 100.000 pesos (entre 4.200 y 6.000 dólares)”, explica Valverde con su vestimenta dorada con símbolos faraónicos. Los artesanos, que abundan en la localidad, pueden tardar hasta tres meses para fabricarlos. Los diseños pueden representar cualquier cosa. El de Cristopher Bautista lleva bordado en grande a un Super Mario de oro acompañado de otros personajes de la saga de Nintendo. “Lo renté a medias con un amigo. Me costó unos 1.500 pesos, solo para hoy”, explica el chico de 23 años. Muchos de los trajes se alquilan para un solo día.

Las charras se preparan para el en la sala de la familia Castañeda-Valverde.
Las charras se preparan para el en la sala de la familia Castañeda-Valverde.Nayeli Cruz


Las charras se arreglan los vestidos entre ellas en el salón de la casa. A las más jóvenes las ayuda María Azucena Valverde, hermana de Ricardo, a ponerse los tocados y la faja naranja. Estudiante de diseño de moda, la mujer de 46 años hace a mano las vestimentas para las chicas desde que se formó La Octava. El detalle de este año es el colibrí de color azul que luce en el sombrero de las charras. “A nosotras nos significa alegría, confianza, pero suerte más que nada“, explica la artesana sobre las aves bordadas. Cada año hace un diseño distinto que se estrena el segundo día del carnaval. Los vende a entre 6.000 y 9.000 pesos, un “precio familiar”.

El ambiente de las comparsas es de unión entre tíos, hijas, nietos, primos y amigos. Este es la primera participación de Bárbara Díaz, de 18 años. “El primero en unirse fue mi tío. Me vino a buscar y dije que quería formar parte. Llevo todo el año esperando a que llegue este momento”, explica la muchacha. El precio que tienen que pagar por actuar con la comparsa para bailar es de unos 14.000 pesos, con los que se costean los gastos de la bebida y la comida de los tres días de carnaval de la agrupación y la orquesta.

Sobre el césped del jardín de los Castañeda-Valverde la agrupación musical practica con los saxofones, las trompetas, el acordeón y los trombones. Se afinan las guitarras y el bajo. Fabiola y Ángeles, de 50 y 19 años, son herederas de la Dinastía Normandía, su apellido. “Viene de nuestros abuelos y bisabuelos. Ellos formaron las orquesta para los primeros carnavales de Chimalhuacán”, explica Ángeles. La música y el carnaval surgieron casi al mismo tiempo. En Chimalhuacán hay 14 orquestas, la mayoría de músicos de profesión que cobran hasta 50.000 pesos por actuación. Durante los tres meses de la festividad algunas actúan hasta en 30 fechas.

Los trajes de charro están hechos con canutillo de oro y plata y tienen una elaboración de hasta tres meses.
Los trajes de charro están hechos con canutillo de oro y plata y tienen una elaboración de hasta tres meses. Nayeli Cruz

Son las 14.00 de la tarde. Es hora de comenzar la fiesta. La música irá a tres ritmos: virginias, pasos dobles y cuadrillas. Estas últimas eran las que se bailaban en los salones de Maximiliano de Habsburgo y son las que más se ensayan. En el gran jardín de la casa los charros comienzan a ponerse las máscaras que simulan las caras de los europeos que acudían a palacio. Barbas azules, marrones, rojas, de plata o con cristales incrustados dan el aspecto burlesco al carnaval. Solo tres artesanos en el pueblo siguen haciendo estas grotescas caretas de cera que comenzaron a fabricarse en 1940.

Los charros y las charras comienzan a bailar una virginia que durará unos 10 minutos. El ritmo es rápido y todos se llevan una mano a la cadera y otra al sombrero. Un chico al que no se puede conocer por la máscara saca a Azucena Valverde y rompen el hielo hasta que todos bailan. Hay unas 80 personas que beben whisky, cervezas o refrescos alrededor de los protagonistas. Simón Valverde lo observa con aire cansado. “Sí bailo, pero ya las fuerzas”, explica el padre de Ricardo y María Azucena, de 84 años. Comenzó a bailar con 16 y durante toda la vida el mismo se bordó los trajes. “Antes los hombres se vestían de charras. Ellas empezaron a bailar como en los 50″, recuerda.

Tras tres virginias, todos salen del jardín. Una comitiva de unas 120 personas recorre, bajo el sol abrasador, una cuadra. De un altavoz sale una voz que dice: “¡Vamos a echarle ánimo!”. Los bailarines llegan a la casa de la familia Cuéllar. Los hogares que las comparsas visitan son los de las familias de la colonia que lo hayan pedido. Pagarán un mínimo de 500 pesos por la actuación. Las calles, con casas sin pintar que muestran el ladrillo, son el paisaje que recorren los charros cargando los hasta 10 kilos de peso de los trajes durante un kilómetro en unas cinco horas. Luego, una barbacoa bajo una carpa será el lugar en el que la fiesta se alargará hasta la madrugada.

Tradición, cultura e inseguridad

Charros, charras y vecinos parcitipan en el carnaval en las calles de Chimalhuacán, el 18 de marzo de 2024.
Charros, charras y vecinos parcitipan en el carnaval en las calles de Chimalhuacán, el 18 de marzo de 2024. Nayeli Cruz

Los carnavales de Chimalhuacán tienen más de 150 años de tradición. “Surge de los mexicanos inconformes con la opresión del Gobierno del emperador, pues nos burlábamos de sus grandes bailes en grandes salones”, explica Ricardo Valverde, que conoce muy bien porque baila. La leyenda cuenta que una persona de Chimalhuacán que trabajaba en el castillo fue quien contó al pueblo lo que pasaba en esas lujosas fiestas de Maximiliano de Habsburgo, el austriaco que fue emperador de México entre 1863 y 1867. De ahí las máscaras de tez blancas con largas barbas.

Desde su comienzo el carnaval no ha hecho sino crecer. El titular de Cultura del municipio de Chimalhuacán, Mario López, revela la importancia de la festividad para el municipio. “Hay un desarrollo económico a partir del desarrollo cultural. Se venden trajes, vestidos, sombreros, máscaras. Es una derrama muy grande”, explica sobre unas cifras que no han podido cuantificar.

Lo que mueve el carnaval es a la gente, tanto del pueblo como de fuera. “El día 4 de febrero, el del gran desfile, participaron más de 7.000 personas”, explica López. A partir de esa fecha las 140 comparsas que forman el carnaval —hace un año eran 132— recorrerán sus colonias hasta el 30 de abril. Los días en los que sale cada comparsa se sortean antes de la festividad. El área de cultura del municipio apoya con una cuantía de entre 25.000 y 35.000 pesos a las comparsas en uno de los carnavales más caros del mundo.

Los pobladores manifiestan que los trajes comenzaron a realizarse como una burla a los emperadores de México: Maximiliano y Carlota, a finales del siglo XIX.
Los pobladores manifiestan que los trajes comenzaron a realizarse como una burla a los emperadores de México: Maximiliano y Carlota, a finales del siglo XIX. Nayeli Cruz

Las comparsas salen a unas colonias que son las terceras más inseguras del Estado de México y las sextas país, según la última Encuesta de Seguridad Ciudadana. Casi nueve de cada diez personas de Chimalhuacán (705.193 habitantes) percibe inseguridad en las calles. La localidad también está en los primeros puestos estatales de pobreza, con un 69% de su población en esta situación.

Un estigma que los integrantes de La Octava de Chimalhuacán y el titular de cultura tratan de sacarse de encima a través del arraigo cultural. “Claro que Chimalhuacán tiene problemas, pero claro que también la gente participa en comunidad. No todo aquí es violencia. Chimalhuacán es convivencia sana, diversión, alegría. Es el Chimalhuacán vivo”, explica López. La visión de Ricardo Valverde también trata de que se vea la cultura en vez de la inseguridad. “Es una forma de decir ‘¡Alto! Dejemos a un lado todo eso y demos la oportunidad de que salga a relucir la cultura que nos identifica”, dice el charro.

A pesar de los bajos salarios que se pagan en el Estado de México, de 4.370 pesos mensuales, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, los desembolsos en estos carnavales ascienden a cifras astronómicas. El carpintero Gerardo de Jesús declara su pasión. “El baile siempre me ha gustado. Nos enseña capacidad y actitud, además de mostrar al mundo cómo es nuestra nación”, explica el hombre de 38 años, que anualmente gasta unos 20.000 pesos en el alquiler del traje y la participación.

Haide Peralta mira orgullosa a su hijo Luis Antonio bailar. Ella se ha gastado más de 30.000 pesos en los carnavales sin haber bailado ni una vez. “La afición de mi hijo viene de su abuelo y su bisabuelo. El carnaval se lleva en la sangre”, explica la mujer de 46 años. A los 17, su hijo luce un lujoso traje con dioses griegos bordados en oro y una barba con cristales incrustados. Peralta es clara: “Como madre prefiero gastarme el dinero en esto, a que se ande drogando”.

Algunos trajes son intervenidos con elaborados bordados de personajes de la cultura popular.
Algunos trajes son intervenidos con elaborados bordados de personajes de la cultura popular.Nayeli Cruz

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