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Amalia Andrade: “Hay dolores tan grandes con los que no hay que hacer absolutamente nada”

‘No sé mostrar dónde me duele’ es el libro de la autora colombiana en el que plasma muchos años de un proceso personal que le hizo sentir despojada de su identidad y del lenguaje

Amalia Andrade en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara
La escritora Amalia Andrade en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el 29 de noviembre de 2023.Nayeli Cruz
Erika Rosete

“Comenzaré por decir que no quería escribir este libro”, dice la escritora colombiana Amalia Andrade (Cali, 35 años) en las primeras páginas de su más reciente libro No sé cómo mostrar dónde me duele (Planeta, 2023). La presencia de Andrade es avasalladora. Se extiende por cada rincón de los lugares que pisa y crea a su alrededor una especie de energía poderosa que está siempre como a punto de estallar. Han pasado casi diez años desde que publicó su primer libro Uno siempre cambia al amor de su vida, y ahora presenta uno en el que plasma varios años de soledad, de lecturas que parecían interminables, de tristeza, de un dolor nuevo e inimaginable para ella, pero también de agradecimientos que palpitan en su cuerpo y con la sensación de transparencia que solo experimentan quienes han resurgido del lugar más oscuro de su interior.

Cuando era muy pequeña, a Amalia Andrade su tía le decía que estaba hecha “para cosas muy grandes”. Era una frase dicha y recibida con un cariño sincero y profundo y sin ansias de perfección. Ahora, a sus 35 años, entiende que esas palabras la marcaron para siempre, y que le ayudaron a convertirse en una mejor persona que agradece lo que tiene y que siente respeto y cariño por quienes la han llevado al lugar en el que está. También recuerda que La Mamma, como ella le llamaba, la comparaba con una princesa en una serie de dibujos animados que se sentaban a ver juntas en la televisión: La princesa y el guisante, que cuenta la historia en la que una princesa, recostada sobre muchos colchones, no puede dormir bien porque debajo de todos ellos hay un guisante que le incomoda. “Así eres tú de sensible, y no está mal”.

Los libros que preceden a No sé cómo mostrar dónde me duele, han llevado a Andrade a convertirse en una de las grandes representantes de lo que la industria editorial ha llamado “fenómeno de ventas”, pues más de un millón de lectores han adquirido sus libros y ese primer título que rompió todos los récords ya ha sido traducido a idiomas como el alemán, polaco o inglés. En esos títulos, la autora mezcla sus dotes como ilustradora y su capacidad fresca y actual para hablar de forma sencilla sobre temas tan complejos como la salud mental, el amor, los prejuicios, el patriarcado, su vida misma. Por eso, este libro aparece como un salto significativo en su trayectoria, pero también como un ejercicio en el que ha logrado recuperar el lenguaje y un poco sobre su identidad.

En 2019, Andrade se enfrentó a lo que ella ha descrito como lo más fuerte y triste que le ha sucedido en la vida. El impacto de ese episodio fue tan poderoso que no supo cómo tomarlo. Durante varios años se refugió en su casa, con sus gatos, su pareja y su pijama, y se dio cuenta de que, por primera vez, todo eso que le había dicho a sus lectores y lectoras sobre hacer con su dolor algo, no funcionaba, no en esas circunstancias: ”Fue absolutamente devastador. Todo lo que yo era colapsó, se murió, y por ahí, de paso, la escritora que yo era también. No tenía palabras, jamás me había sentido tan despojada, como si el lenguaje me hubiera abandonado. Y no quería decirle a la gente esas cosas que antes le decía, como, ¡hey!, convierte tu dolor en otras cosas. ¿Cómo le voy a decir yo a la gente, si hay gente que siente estos dolores? Hay dolores con los que no hay que hacer absolutamente nada”, dice.

Sin el lenguaje escrito, sin las palabras a su alcance, con un sentimiento total de desconcierto y de pérdida, Andrade comenzó a sacar fotografías de casi todo y lo fue convirtiendo en el material para su nuevo libro. Paró su investigación de muchos años sumergida en textos de divulgación científica, ensayos, etc, para comenzar a escribir desde su dolor, una vez que lo pudo nombrar. “Supongo que debo de ser consecuente y hacer lo que digo que soy. De otra manera, ¿quién sería?. Una escritora que no escribe. Una hija de tres madres y al mismo tiempo, hija de nadie. Demasiado mala dibujante para los que dibujan y no tan escritora para los que escriben...”, dice en una de las páginas del libro.

Amalia Andrade proyecta energía y sensibilidad, seguramente como cuando era niña y miraba caricaturas con la mamma. Se permite llorar a ratos y compartir con sus seres más cercanos esos momentos que se quedan detenidos en el tiempo y que definen la construcción de los vínculos más fuertes. También lo ha logrado transmitir a quienes la leen. “Siempre pasan cosas cuando presento mis libros. Nunca me dejan conmover. Por ejemplo, cuando presenté Cosas que piensas cuando te muerdes las uñas, un libro sobre mi ansiedad, me pasó en Bogotá, que un General del Ejército, en uniforme, se paró en medio del público, en un lugar lleno de personas, para decir ‘hola, este libro me ha servido y quiero hablarles de mi ansiedad’”, dice emocionada. En No sé cómo mostrar dónde me duele, ha aprendido finalmente a reconocer su dolor, a ponerle palabras y fotos y lo que tenga a su alcance. Ha entendido que de los dolores más grandes, terroríficos y profundos, también se sale.

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Sobre la firma

Erika Rosete
Es periodista de la edición mexicana de EL PAÍS.

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