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El informe de la tragedia del metro de Ciudad de México agita las aguas de la sucesión presidencial

El reparto de responsabilidades en el accidente irrumpe en una batalla que se libra entre bambalinas y marca cada vez más el paso a la actualidad política mexicana

Sucesión presidencial en México
Los presidenciables Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López.Agencias

“Está expuesta a muchas presiones”. La frase resume la semana de la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Más aún por haberla pronunciado Andrés Manuel López Obrador. El presidente mexicano salió el miércoles al paso de la polémica por la publicación del último informe pericial sobre la tragedia de la línea 12 del metro de la capital que hace un año dejó 26 muertos y un centenar de heridos. Dos días después de que EL PAÍS revelara en exclusiva el contenido del dictamen, que apunta por primera vez a errores en la supervisión y mantenimiento de la infraestructura como principales causas del colapso, el mandatario cerró filas con la alcaldesa. “Tiene todo nuestro apoyo”, dijo a modo de blindaje en medio de unas turbulencias que, a la vez, consideró como previsibles y normales. “Es la temporada, es natural que esto suceda”, añadió colocando el foco en la disputa política de fondo que trasciende el marco de la capital mexicana: la sucesión presidencial.

El informe ha irrumpido en una batalla que se libra desde hace ya casi un año entre bambalinas. Quedan poco más de dos para que acabe el sexenio, pero el debate sobre el legado de López Obrador y la continuidad de su proyecto es ya el eje central de la recta final del mandato. El reparto de responsabilidades fue, desde la noche del colapso, motivo de máxima tensión en el tablero político mexicano. Hasta ahora, las conclusiones de los dos primeros informes mantenían el foco en la construcción de la obra, llevada a cabo durante el mandato de Marcelo Ebrard (2006-2012), hoy canciller, hombre fuerte del Ejecutivo y uno de los candidatos a la pelea por la sucesión presidencial dentro de Morena. A la vez que despejaban el balón desde el tejado de Sheinbaum, alcaldesa desde hace tres años, y la otra aspirante estrella para 2024.

Los tornas han cambiado esta semana, a pesar de que el peritaje volvió a confirmar que también hubo errores en la construcción y el diseño de la infraestructura. En todo caso, antes de la revelación del informe las autoridades capitalinas se habían negado a publicarlo pese a haber sido contratado por el propio Ejecutivo, calificándolo de tendencioso y llegando incluso a presentar una demanda civil contra la empresa noruega Del Norske Veritas (DNV). La tensión había provocado, pocos días después de producirse el primer aniversario de la tragedia, la ruptura entre la consultora noruega, especializada en certificaciones y gestión de riesgos, y el Gobierno de Ciudad de México.

Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno
Claudia Sheinbaum, en Ciudad de México el 24 de abril. Hector Guerrero

Para Francisco Abundis, director de la consultora de opinión Parametría, “es sorprendente la reacción de Sheinbaum. En términos de control de crisis, la respuesta es a veces más importante que el propio problema. No parece lo más oportuno correr al consultor del estudio”. De todos modos, el analista opina que las conclusiones del informe están impactando más en las cábalas que pueda estar haciendo López Obrador alrededor de los dos favoritos antes que en el electorado general. El presidente sigue, en todo caso, asegurando que no habrá dedazo y que respetará el resultado de la votación interna mediante una encuesta a simpatizantes. Volvió a insistir en ello esta semana: “Va a ser la gente la que va a decidir al candidato de nuestro movimiento. He propuesto que se haga una encuesta y el que salga mejor evaluado del pueblo, que ese sea, mujer u hombre”. En cualquier caso, sus preferencias, explícitas o no, pesarán en la selección.

Además de Ebrard y Sheinbaum, los punteros según la mayoría de las proyecciones de la carrera presidencial, hay que añadir otras dos figuras muy relevantes de Morena. Por un lado, el jefe de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal. Y por otro, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Al margen de la disputa entre seguidores y adversarios del presidente, entre defensores y detractores de su legado, la mayor parte de la conversación pública gira en torno a los movimientos, los gestos y las declaraciones de estos políticos, como se ha vuelto a poner de manifiesto esta semana. Bien porque las fuerzas de la oposición, que aún no se han recuperado de la derrota de 2018, siguen desarticuladas y aún carecen de liderazgos competitivos, según las encuestas. Bien porque el propio López Obrador, acostumbrado a copar la agenda, se ha encargado de llevar la batuta también en la discusión sobre su relevo y, cada vez con más frecuencia, agita la coctelera de la sucesión.

Mientras tanto, el resultado de las elecciones del 5 de junio en seis Estados ayudarán a afinar los equilibrios territoriales de la coalición, que ya cuenta con 18 de los 32 gobernadores del país. “Estamos aproximadamente a un año de la definición de la candidatura. En el país hay una tradición presidencialista y López Obrador actúa en congruencia con ella: el presidente es quien suele designar al candidato de su partido y en este caso, ante la ausencia de candidato de oposición, está eligiendo casi a su sucesor”, apunta Khemvirg Puente, coordinador del Posgrado de Ciencia Política de la UNAM.

Ricardo Monreal senador de Morena
Ricardo Monreal llega al Senado el 9 de octubre de 2018.Hector Guerrero

Sheinbaum -una de las políticas de izquierdas más relevantes de América Latina- y Ebrard -un hombre clave en el Ejecutivo, arquitecto de una diplomacia con la que México tiene un papel activo internacional- encarnan, en su opinión, “el juego de los dos grandes bandos en Morena”. Por un lado, “la facción de los autodenominados puros, los de la izquierda, de los movimientos sociales que ven en la figura de la jefa de Gobierno a una posible candidata de izquierda que le dé continuidad al proyecto”. “Por otro, los denominados pragmáticos, que son parte de la elite y han pasado por varias fuerzas, que ven al canciller [que estuvo en el PRD y en Movimiento Ciudadano] como mejor opción”, continúa. “Creo que Monreal está fuera de la jugada, lo no quiere decir fuera del juego, porque influirá en el proceso”.

Desde que se produjo el accidente del metro, López Obrador ha procurado echar un capote a la alcaldesa. En junio del año pasado, el presidente decidió que Sheinbaum diera un paso lateral en la gestión del derrumbe, cuya comunicación pasó a concentrarse en la figura del propio López Obrador, un movimiento interpretado como un gesto de protección. “Si efectivamente el coste político de la línea 12 aumenta para Sheinbaum y Ebrard crece en las encuestas, López Obrador puede verse abocado a un dilema, porque en 2024 tiene que ganar o ganar”, apunta Abundis. “Tendrá que decidir entre un candidato con más probabilidades de ganar aunque con menos disciplina, y otra candidata más leal pero mermada en sus posibilidades”, añade.

En las últimas semanas, además, ha ido ganando protagonismo la figura de Adán Augusto López, el elegido del presidente para movilizar a las bases en la reciente consulta sobre la revocación de mandato, en la que la participación se quedó lejos del quórum del 40% , pero fue más alta de lo esperado y reflejó la fidelidad de un núcleo duro de más de 15 millones de votantes. Sheinbaum también se volcó en la campaña de ese proceso, dando al mismo tiempo un impulso a su imagen nacional, pero la llave de esa votación fue sobre todo del secretario de Gobernación y exgobernador de Tabasco, el Estado de López Obrador. “No hay un funcionario tan cercano y leal. Y otro factor importante es que puede representar a un equilibrio entre esos dos bandos”, considera Puente. “Su problema es que es desconocido y no se sabe cuál es su posición política”.

Adán Augusto López
Adán Augusto López, en el centro, flanqueado por Mario Delgado, a la izquierda, y Alfonso Durazo, en Sonora, el 2 de abril.RRSS

Para el director de la consultora de opinión Parametría, “la gente vota por personas, el logo, la plataforma o la base son importantes, pero los nombres son esenciales”. “En este país es difícil construir un nombre de la noche a la mañana y tanto Sheinbaum como Ebrard tienen niveles de conocimiento que van de 40 a 60 puntos. Es decir, son los más probables hoy, porque ya están en la palestra. Construir un nombre como Adán Augusto López es mucho más difícil”, razona el analista. Y a eso se añaden todas las teorías, nunca confirmadas por el interesado, sobre la posibilidad de que el canciller presente una candidatura propia, fuera de Morena, si finalmente no resulta ser el aspirante elegido.

La hipótesis de una escisión del proyecto obradorista no afectaría necesariamente a un candidato rebelde, en opinión de Abundis. “El presidente está hoy entre el 60% y el 70% de aprobación, pero entre esos datos y los de su partido hay mucha diferencia. También esa clave de que se vota una continuidad del proyecto, una especie de repetición del mandato o una herencia no va a ser tan así. Así no se vota, hoy los electorados son más sofisticados”, afirma.

Esta situación de sucesión adelantada tampoco representa una gran novedad, al menos en términos absolutos, indica Javier Aparicio, profesor de Políticas del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). “Por lo menos en las dos últimas elecciones presidenciales ya ocurrió eso, en el sentido de que sí había un claro contendiente principal. Se sabía que López Obrador era el retador importante en 2018, el candidato puntero en 2012 era Enrique Peña Nieto y en 2006 era López Obrador, pero no ganó. Es una característica del sistema”, apunta. Pero hay también una reflexión comparativa que tiene que ver con el deseo del presidente de crear un partido hegemónico como lo fue el PRI hace décadas. “Algo que se elude decir ahora es que, dado que la oposición está fragmentada, se asume en la discusión pública que Morena tiene una ventaja para permanecer en el poder. Entonces el debate es que el candidato que va a decidir Lopez Obrador será presidente: eso nos recuerda los peores momentos de nuestra democracia, en los años ochenta y los setenta”, opina Aparicio, quien considera en todo caso que esa ventaja es una “percepción”, pero sigue habiendo incertidumbre electoral con vistas a las elecciones de 2024.

También, sigue el politólogo, cuando se piensa en una hipotética fractura de Morena, la historia nos remite al PRI de los ochenta. “Cuando el presidente De la Madrid elige a Salinas de Gortari, Cuauhtémoc Cárdenas se va y funda el PRD. Lo que el Gobierno quiere es construir el nuevo partido dominante”. Mientras tanto, todos los focos están puestos en la sucesión, la única que de momento se muestra en los escenarios de la política mexicana. Y el mandatario, consciente del interés que genera esta debate, lo usa de forma estratégica. “Quiere que hablemos de la carrera de caballos, de su carrera de caballos”.

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