“La atmósfera es una maldita chimenea”
Los bomberos combaten el fuego frente a vientos cambiantes, temperaturas extremas y falta de humedad
Un joven bombero forestal se aparta el sudor de la frente mientras examina un mapa de los puntos activos del incendio en Las Hurdes, entre las provincias de Cáceres y Salamanca. La cosa no pinta bien: la ola de calor dificulta el control de las llamas debido a la falta de humedad, el viento cambiante y las temperaturas extremas. El resto de incendios que siguen activos presentan las mismas condiciones desfavorables, lo que ha provocado una devastación sin precedentes. Desde enero se han quemado casi 200.000 hectáreas, una cifra casi 10 veces superior a la media histórica para el mismo periodo, según el Sistema de Información de Incendios Forestales Europeos (EFFIS, por sus siglas en inglés).
En el Puesto Avanzado de Mando instalado en Vegas de Coria, un pequeño pueblo cercano al incendio, el bombero levanta la cabeza del mapa y se queja de que su trabajo a veces se queda en nada. “Nos pasamos la noche haciendo cortafuegos de cuatro metros de ancho, pero con el calor del día las llamas llegan tan alto que se lo saltan y siguen quemando terreno”, dice mientras se protege bajo una carpa de plástico de los 39 grados que hace a las cinco de la tarde. Y añade: “Encima es que por la noche ya ni refresca”.
Ferran Dalmau, ingeniero forestal y director de Medi XXI, una empresa consultora de ingeniería ambiental, asegura que, aunque “el cambio climático no es la causa de incendios forestales, sí agrava las condiciones en las que se producen y desarrollan”. “La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma”, recuerda Dalmau, quien añade que la acción del ser humano ha liberado mucha energía en forma de combustibles fósiles que antes estaba enterrada. Ahora, esa energía liberada a la atmósfera contribuye a provocar mayores inundaciones, tormentas eléctricas masivas o peores incendios.
El incendio de las Hurdes que comenzó el 10 de julio estuvo precedido por una tormenta seca cargada de rayos. Uno de ellos cayó en el monte, iniciando el fuego que ha calcinado ya más de 12.000 hectáreas. Los de Losacio y la Sierra de la Culebra, que en total han arrasado unas 60.000 hectáreas en la provincia de Zamora, comenzaron de la misma forma.
A la sombra de un árbol está sentada una brigada helitransportada de la Junta de Extremadura. José Francisco Baños, uno de los cinco bomberos que componen el equipo, se siente frustrado por la dificultad añadida que ahora tiene su trabajo. “El suelo tiene mucho combustible [matorrales, pequeñas ramas secas, hojas secas, etc.], los montes no se gestionan y eso, unido al calor, hace que la atmósfera se convierta en una maldita chimenea, y no se puede hacer nada”, asegura este bombero forestal de 48 años.
Manuel, pseudónimo que utilizan todos los bomberos de Castilla y León que forman parte de la organización de protesta Bomberos en Lucha, discute la versión de la historia que le da tanta importancia al cambio climático como explicación de las llamas. “El problema gordo no es que vengan cuarenta grados, es la gestión forestal tan deficiente que tenemos”, asegura. Él lo vive en sus propias carnes cada verano, como bombero de una empresa subcontratada por la Junta. “En Castilla y León se confía en el buen hacer de la gente y en la suerte, sobre todo en la suerte. Aquí los incendios se apagan rezando para que llueva, o ese por lo menos es el modelo que hemos tenido hasta ahora”, sentencia.
Aunque la falta de recursos y la mala gestión es parte importante del problema, el aumento de la temperatura del planeta también contribuye. “Hay una relación entre el cambio climático y los incendios que pasa por el creciente riesgo de que se produzcan más incendios por tormentas eléctricas”, continúa Dalmau. “Pero la causa más importante de incendios sigue siendo el ser humano”. El 80% de los incendios en España son provocados y sólo el 5% se deben a tormentas eléctricas, según el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco). Además, la capacidad de extinción de los bomberos forestales en España es muy alta: apagan el 99,7% de los incendios antes de que superen las 500 hectáreas de extensión.
¿Entonces este año es una excepción? “Lo cierto es que todo lo que se queme este año ya no se podrá quemar en los siguientes. Pero, efectivamente, esto se puede convertir en la nueva normalidad. Según los datos que tenemos, ese escenario es cada vez más probable”, afirma Dalmau. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha advertido que las olas de calor como la que está sufriendo Europa, con temperaturas récord en Reino Unido, “serán normales e incluso más fuertes” en los próximos años.
Bajo el árbol, Baños y sus compañeros recogen sus bolsas de papel y se disponen a marcharse. Se ha declarado un incendio cerca de su zona. “Antes, en la profesión se decía que había cinco años de calor y cinco de frío”, dice mientras se prepara para subirse al helicóptero con el que van de fuego en fuego. “Ahora parece que los años de calor no terminan nunca”.
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