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Harry Pater
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Las amistades peligrosas’: ¿los padres de los amigos de mis hijos son mis amigos?

Esta unión más bien práctica lleva a solo necesitar el contacto cuando a uno se le acaban las ideas para planes de fin de semana o cuando hace mucho frío o calor en los parques y hay que pasar las tardes jugando en casa

Amistades de los hijos
Una imagen de la película 'Las amistades peligrosas', de Stephen Frears.

Hablemos hoy de los padres de otros niños con los que acabaremos teniendo una relación próxima y continuada en el tiempo, que mucha gente poco purista calificaría de amistad. A partir de los treinta y muchos años es raro hacer nuevos amigos, y no digamos ya muchos de golpe. Pero si los que se apuntan a yoga, al gimnasio o a clases de cocina entran de repente en una nueva dimensión llena de desconocidos con los que intentar conectar, los que escolarizamos a nuestros hijos, curso a curso, descubrimos nuevas caras que con el tiempo serán más o menos familiares.

Cada primer día de escuela infantil o colegio observamos a los que son nuevos para nosotros (porque se han mezclado clases, porque entramos nuevos nosotros o ellos, porque siempre venía la canguro o los abuelos a traer a los críos). Entonces calibramos o apostamos cuántos de ellos se acabarán convirtiendo en amigos, conocidos o saludados, que decía Josep Pla.

La diferencia con tus amigos de siempre que después han tenido hijos es que el único nexo de unión con esta gente son nuestros niños. Como los protagonistas de Perdidos, que se ven obligados a convivir en la isla durante varias temporadas, esta gente en general son personas que invitarás a tu casa, a tus fiestas y a jugar al parque durante meses o años, pero normalmente solo haréis actividades infantiles o, como máximo, la típica cena de madres o padres cada medio año…

Con algunos iréis coincidiendo curso tras curso, desde la escuela infantil hasta el instituto, y otros desaparecerán sin dejar rastro, aunque todo el mundo se mueva por el mismo barrio.

No hablamos de una amistad de parar una bala por el otro en plan guardaespaldas, pero sí de dejar a los niños en la casa ajena para que jueguen o hagan pijamada, sin sufrir un infarto por lo que pueda pasar. De hecho, es posible que de algunos desconozcas durante tiempo datos tan básicos como el nombre, los apellidos o la profesión, y que sean (o seas) simplemente el padre o la madre de tal.

Esta amistad práctica nos lleva a solo necesitar el contacto cuando se acaban las ideas para planes de fin de semana o cuando hace mucho frío o calor en los parques y hay que pasar las tardes jugando en casa. Pensad en las (pocas) veces que habéis quedado este verano con los padres amigos o simplemente en las que os habéis llamado para ver cómo estaban.

No hay maldad, cada uno va a lo suyo, y lo importante es que cuando nos crucemos estemos por el otro con ganas y atención.

En vez de contratos indefinidos y amistad para toda la vida, ahora tenemos trabajos esporádicos y amigos por etapas con derecho a renovación.

Aunque vete a saber: una de las mejores amigas de mis padres es la madre de una niña que iba conmigo a la guardería hace más de cuatro décadas.

*Martín Piñol es autor de 33 libros, su serie infantil ‘La cocina de los monstruos’ se ha publicado en varios países. Su última novela es ‘El club de las sombras’.

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