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Tener un perro o gato en una casa con niños: cuatro consejos sencillos a tener en cuenta

Los expertos aconsejan observar la actitud y las características de los hijos a la hora de elegir una mascota. Y citan varios errores como hacerlo para inculcar responsabilidad a los menores o porque estos no paren de pedir una

Un niño juega con su perro en la cama.
Un niño juega con su perro en la cama.Westend61 (Getty Images/Westend61)

¿Pensando en tener un perro o gato en casa con niños? Es una decisión que puede enriquecer la vida familiar y favorecer que los pequeños desarrollen la responsabilidad y la empatía. No obstante, si no se introduce al animal de forma adecuada puede generar problemas de convivencia. Por ello conviene tener presente que la elección de un perro o un gato para vivir con los más pequeños de la casa depende siempre de los adultos y de su responsabilidad “y hay que valorar aspectos relacionados con la economía, el tiempo y el espacio disponibles”, explica Susana Pumarega, vocal de la Asociación Española de Veterinarios. “No es lo mismo un piso que una casa con jardín si se tiene un perro, o trabajar todo el día fuera de casa que tener cierto tiempo disponible, así como poder destinar más o menos recursos económicos a cuidar de un animal, que incluye gastos para su atención sanitaria, alimentación o accesorios”.

Otras cuestiones a tener en cuenta para acertar con la elección del animal que compartirá la vida con la familia son, según la veterinaria, la actitud o el carácter de los niños: “Si son muy inquietos no es recomendable una raza muy activa, como en el caso de cualquier perro de raza terrier. Hay que tener en cuenta que, en general, los canes de tamaño pequeño son más activos que los medianos o grandes y que las hembras suelen tener un comportamiento más protector y paciente que los machos”.

En cuanto a los gatos, son animales con comportamiento y necesidades diferentes a las de los perros. De cara a su convivencia con los niños, conviene tener en cuenta aspectos como que, en general, no son tan interactivos como los canes, “ni tendrán tanta complicidad con los pequeños”, añade la veterinaria. Sin embargo, requieren menor tiempo de atención, “ya que no bajan a la calle y, desde el principio, aprenden por sí solos a utilizar el arenero para hacer sus necesidades”. “En general, los niños prefieren tener un perro, porque son más participativos y mejores para jugar que los gatos, que también son estupendos compañeros, pero son más independientes y menos tolerantes con la invasión de su espacio personal”, sostiene Pumarega.

En casa por muchos años

Una cuestión importante a tener en cuenta cuando se quiere tener un perro o un gato es que va a formar parte de la familia durante mucho tiempo: “La media de esperanza de vida de estos animales ronda los 15 años. Es decir, que cuando el niño tenga 18 o más, el animal todavía seguirá en casa”. Asimismo, prosigue, “es imprescindible educar al animal y al pequeño para que exista un respeto mutuo. La idea de adquirir un perro o un gato para educar a un niño con la finalidad de inculcarle el sentido de la responsabilidad es un error frecuente, ya que con su corta edad no puede hacerse cargo de una vida”.

La decisión de añadir un nuevo miembro más a la familia va más allá de la elección de un can o un felino, porque la clave es que “cada perro y gato tiene su propio carácter y temperamento y, aunque en general, se tiende a pensar que es mejor la convivencia con el perro, porque acepta un mayor contacto físico que el gato, lo importante sea cual sea la elección de la especie, es que los adultos supervisen la interacción del niño con el animal para ayudarle a construir una relación sana, desde donde pueda haber una buena convivencia tanto con una mascota como con la otra”, explica Jaume Fatjó, veterinario especialista en comportamiento animal y director de la cátedra Animales y Salud del departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona, que, además, menciona varias pautas básicas para conseguirla. Estas son las siguientes:

  1. Evitar plantear la llegada del animal desde el punto de vista de “quiero un perro o un gato para mi hijo”. Un animal es un miembro más de la familia y es responsabilidad de todos.
  2. Mantener una supervisión exhaustiva hasta los dos o tres años de edad del niño con respecto a su interacción con el animal. Enseñarle a acariciar al perro o gato con suavidad y vigilar para que no le trate con brusquedad.
  3. Seguir vigilando a partir de los tres años la convivencia del niño con el perro o el gato para guiarle sobre cómo establecer con el animal una relación sana y que resulte satisfactoria para las dos partes.
  4. Estar pendientes de las señales de alarma, como que el animal muestre incomodidad o rechazo con el niño. En estos casos, conviene buscar asesoramiento veterinario.

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