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Custodias compartidas impuestas: cuando no hay acuerdo por ambas partes

Cada vez más parejas en España deciden repartir a partes iguales el tiempo que pasan con sus hijos tras una separación. Pero a veces, este régimen de visitas es obligatorio y los expertos alertan de las consecuencias de no tener en cuenta la situación familiar

Custodia compartida
La custodia compartida es cada vez más frecuente en España, pero debe ser de mutuo acuerdo.Jose Luis Pelaez Inc (Getty Images)

Silvia (nombre ficticio) se separó después de un año de malos tratos por parte del padre de sus dos hijos. Denunció e inició los trámites de separación cuando estaba embarazada del segundo, momento en el que, cuenta, comenzó la “tortura”. “Tras el juicio de medidas previas, estando yo embarazada de 37 semanas, la jueza de violencia de género otorgó custodia compartida de mi primer hijo, de menos de dos años y lactante. Separaron a mis hijos y separaron a mi hijo de mí a los pocos días de tener un hermano”, recuerda. A pesar de que el padre no conoce al pequeño, actualmente de 17 meses y lactante, ni se ha responsabilizado de sus gastos, según Silvia, también le han dado la custodia compartida. “El padre impide que pueda hablar ni ver a mis hijos cuando están con él, incluso no me dejó felicitar a mi hijo por su tercer cumpleaños. No hay ninguna comunicación al respecto de su salud ni de su educación. Y sigue insultándome y menospreciándome delante de mis hijos”, lamenta. La custodia compartida es cada vez más frecuente en España: según datos del INE, en 2022 se otorgó en el 45,5% de los casos, un porcentaje que ha aumentado considerablemente desde 2010, cuando se situaba apenas en el 10,5%.

La Asociación Custodia en Positivo nació en 2011 contra la custodia compartida impuesta, de modo que la adoptada en cada caso vele siempre por el bienestar y la estabilidad de los menores por encima de todo. En estos años, han pasado por la asociación más de 3.000 madres afectadas. “La custodia compartida sin acuerdo es un infierno para quien la sufre, especialmente para las niñas y niños conocidos como niños maleta, que son tratados como objetos y tienen unas vidas desestructuradas donde se perpetúa el conflicto y la violencia”, señalan desde esta asociación sin ánimo de lucro. Para sus integrantes, es importante visibilizar que los vínculos sanos se construyen desde la calidad en los cuidados y no desde la cantidad de tiempo. “La custodia compartida solo debería otorgarse en casos de mutuo acuerdo en el marco de una decisión familiar consensuada tras una separación”, sostienen. Si no hay acuerdo entre las partes, creen que no es razonable imponer un régimen tan complejo que implica un alto grado de comunicación y flexibilidad, máxime cuando, dicen, “en gran parte se encubren casos de violencia contra la mujer”.

A los tres meses de conocer al padre de sus hijos, María se quedó embarazada. Al principio, cuenta, todo era un “bombardeo de amor”, pero a medida que avanzaba el embarazo empezó a notar que reaccionaba de manera desproporcionada cuando ella no le daba la razón o algo que hacía o decía no le gustaba. “Me castigaba con silencios que duraban días o simplemente se iba de casa y no respondía a mis llamadas. Después volvía como si no hubiera pasado nada. Empecé a estar confusa y a expresar menos mi opinión, ya que eso le hacía enfadar”, confiesa. Dice que al poco de nacer su hijo le empezó a exigir que tuvieran sexo todas las noches. A los dos años, se quedó embarazada de nuevo: “Pensaba que estábamos mejor, que había cambiado. Un día, sentó a mi hijo mayor en una trona para obligarle a comer, mientras este lloraba desconsoladamente y me miraba. Cuando fui a cogerle para sacarle de ahí, el padre de mis hijos me cogió del brazo y me sacó a la fuerza de la habitación, gritándome y diciendo que me fuera de allí”. En aquel momento decidió romper la relación, pero no denunció por miedo a que la separaran de sus hijos. Le pidió que los niños estuvieran con ella mientras fueran pequeños, y después pasaran a una custodia compartida. No lo logró, pero resume que se conformó por miedo a las consecuencias.

María Rendo, asesora de lactancia y coordinadora del grupo Lactancia Madre a Madre de Cartagena, cuenta que cada vez les consultan más madres y con bebés cada vez más pequeños en situación de separación y divorcio sobre cómo les va a afectar a su lactancia la custodia compartida. A menudo piden que desde el grupo les puedan dar algún tipo de informe que acredite lo importante para la salud de sus bebés de la lactancia materna. Desde el grupo, les recomiendan que acudan a sus matronas y pediatras para la elaboración de informes que tengan seguridad jurídica y sean de valor en los juzgados y las acompañan en el proceso como sostén emocional de grupo. “Nosotras nos sentimos impotentes. Creemos que no estamos hablando solo de leche materna ni de salud física, sino de un derecho sexual y reproductivo, además de recomendaciones de organismos internacionales”, asegura Rendo. Aunque consideran relevante la figura paterna y la corresponsabilidad en los cuidados, piden que se reflexione en torno a la protección de “una etapa de desarrollo que merece ser protegida”.

Para la psicóloga clínica Yolanda González, también autora de Educar sin miedo a escuchar y Amar sin miedo a malcriar, la custodia compartida puede ser considerada como avance social con relación a los derechos legales del padre o de la madre, pero no sobre los derechos emocionales de la infancia. “No es lo mismo una custodia compartida en menores de seis años, que en la preadolescencia”, explica. Y añade que la relación del bebé o niño con la persona adulta depende de la edad madurativa y del tipo de apego, por lo que se debe analizar cada caso. “Los seis primeros años de vida son claves para el desarrollo de la personalidad y, por tanto, la estabilidad emocional. Antes de esta edad, la criatura necesita estar con la figura de apego, la que le dé seguridad. Esta es la prioridad para la infancia, más allá de los derechos legales”.

En caso de no respetar este proceso madurativo, González apunta que se observan en la clínica respuestas de alta vulnerabilidad emocional: manifestaciones de angustia, llanto recurrente, rechazo y somatizaciones diversas. “Los progenitores deben priorizar y proteger siempre el derecho de la infancia a la seguridad emocional. Las separaciones forzosas no benefician a ningún miembro del sistema familiar”, advierte.

Miedo a perder a los hijos

Claudia (nombre ficticio) tiene cinco hijos con edades comprendidas entre los 10 y los 20 años, uno de ellos afectado por una discapacidad. Desde hace nueve años, tiene una custodia compartida, que llegó sin la aprobación del equipo psicosocial del juzgado. “Mi vida y la de mis hijos se ha visto gravemente alterada en todos los planos por el contacto continuo con la persona que provocó toda esta situación, quien fue denunciada por malos tratos”, cuenta. El caso se archivó, lo que para ella no significa que no existiera la realidad denunciada.

Desde Custodia en Positivo insisten en que las estadísticas del INE sobre la violencia machista muestran que apenas denuncian el 30% de mujeres maltratadas, de las cuales solo obtienen sentencia condenatoria que las proteja otro 30%, aproximadamente, por lo que la mayor parte del maltrato, creen, está invisibilizado. “El maltrato psicológico no suele derivar en una sentencia condenatoria porque no es fácil de demostrar. Sin embargo, con la custodia compartida abren la puerta del maltratador al sistema para seguir haciendo daño a las madres a través de los hijos”, lamentan.

Hoy, según esta asociación, una mujer que trate de huir del maltrato debe plantearse que quizá pierda a sus hijos por el camino, por lo que muchas optan por no separarse y no denunciar. Así, dicen, lo han visto desde que nacieron en 2011. “Mientras la sociedad no comprenda qué es la violencia machista y cómo sucede, no podrá entenderse la gravedad de imponer las custodias compartidas. Es un absoluto retroceso para el bienestar de nuestra sociedad”, aseguran.

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