Si pierdes los nervios o alzas la voz es normal: ser padre es el oficio más difícil del mundo
Aprender a ser feliz en la crianza conlleva aceptar que las cosas no saldrán siempre como se desea y que los hijos no necesitan tener unos padres perfectos
No cabe duda que una de las profesiones más difíciles de ejercer es la de ser madre o padre. Este es el único oficio del mundo en el que antes te otorgan el título y luego tienes que cursar la carrera. Una carrera de fondo por recorrer repleta de nuevas experiencias, de tropiezos e incontables lecciones por aprender que te exige siempre que muestres tu mejor versión. Una profesión, con sus luces y sus sombras, repleta de retos diarios en la que no existen atajos ni manuales de instrucciones que te aseguren que siguiéndolos serás exitoso en la educación de tus hijos. Una labor que demanda tener las habilidades necesarias para gestionar la crianza haciendo malabarismos con tu carrera profesional y el tiempo que necesitas para ti.
Nadie prepara a los progenitores para que puedan hacer frente a la multitarea, para que sepan resolver con equidad los conflictos entre hermanos, para pasar largas noches en vela, no entender el llanto del bebé o saber qué hacer cuando los límites no son respetados.
Un oficio con momentos de felicidad inmensa y también instantes que hacen replantearse todo y dudar de uno mismo continuamente. Que puede llegar a ser agotador, frustrante o estresante y que, en ocasiones, puede desbordar y llenar de culpa, desengaño o miedo. En el que las dificultades de comunicación o la falta de responsabilidad a la hora de cumplir con las tareas en casa hace que los padres y madres pierdan los nervios y saquen el peor humor.
Todos los progenitores sienten en algún momento que la educación de sus hijos les desborda. Que están desorientados y no poseen las estrategias necesarias para poder educar con serenidad, para entender correctamente las conductas de sus hijos y dar respuesta a todas las dificultades que van surgiendo en cada etapa de desarrollo. Pocos podrían afirmar que jamás han perdido los nervios ante una rabieta de su hijo o alzado la voz cuando las cosas no funcionaban como desearían. Pero tienen que ser muy conscientes que una cosa es enfadarse y otra es utilizar los castigos, los gritos o las amenazas como pedagogía educativa.
Todas las familias tienen la aspiración de desempañar este oficio con éxito, disfrutando con él, ya que, en gran medida, la destreza que logren a la hora de educar llega a determinar la felicidad y desarrollo del niño. Por eso es muy importante que se aprenda a educar desde el amor incondicional y la empatía. Que se acompañe desde la comprensión, la exigencia y el apoyo.
Un niño necesita que sus padres sean capaces de poner orden y calma cuando su cerebro parezca un caos, que le arropen cuando las cosas se compliquen, que le alienten a trabajar duro por aquello que desee. La educación de un hijo se puede vivir de formas muy distintas. Existen muchos modelos que podemos emplear a la hora de educar y cada madre o padre debe elegir aquel que le permita enseñar desde el respeto, la complicidad y la responsabilidad mutua.
Cinco cualidades que todos los padres deberían tener
- Educar con grandes dosis de afecto, un amor que aporte al niño seguridad y confianza y ayude a crear un apego seguro a través de las palabras de aliento, los besos, los abrazos y los silencios compartidos. Nada es más reconfortante para un menor que sentir que sus adultos de referencia están a su lado sin titubear.
- Estar presente y disponible, mostrando interés por todo aquello que siente, ilusiona o preocupa al niño regalándole el apoyo que necesita. Si un hijo siente que sus progenitores le escuchan y le comprenden se sentirá seguro y empoderado para intentar conseguir lo que se ha propuesto.
- Regalar al niño el tiempo que necesita para aprender sin que se sienta cuestionado o etiquetado por sus elecciones o errores. La paciencia y la confianza serán clave para que sienta la serenidad de sus padres y pueda construir una buena autoestima.
- Saber pedir disculpas cuando se cometa un error en el acompañamiento. A lo largo de la educación de un hijo existirán momentos en los que los progenitores no tomen buenas decisiones o no sepan dar respuesta a todas las necesidades cuando se les pida. Aprender a aceptar el error con naturalidad permitirá eliminar la culpa y centrar la atención en aprender a hacer las cosas de forma distinta.
- Compartir aficiones para poder fortalecer la relación. Contagiándole entusiasmo por aprender cosas y vivir diferentes experiencias, por esforzarse por conseguir sus objetivos, por soñar.
Aprender a ser feliz en la crianza conlleva aceptar que las cosas no saldrán siempre como se desea, que en ocasiones los problemas no tendrán solución y que se cometerán errores. Los hijos no necesitan tener unos padres perfectos sino felices. Adultos que compartan con alegría y admiración todo aquello que sienten o consiguen, que disfruten jugando a su lado, que les protejan cuando se sientan vulnerables. No existe un amor más tierno, puro y sincero que el que existe entre padres e hijos. El amor de una madre o un padre no entiende de imposibles.
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