Cuáles son los problemas de la piel más comunes en los adolescentes y cómo pueden ayudar los padres
La hidratación regular, el uso de limpiadores suaves y evitar productos irritantes pueden ser fundamentales para prevenir la sequedad de la dermis. Las familias deben tener un papel activo, ayudando a los jóvenes a desarrollar hábitos saludables que les beneficiarán a largo plazo
Frente al espejo del baño observa que una rojez ha aparecido en su cara aún despejada de impurezas. Como algunos de sus compañeros de colegio, su cuerpo presenta ya cambios que anuncian que está dejando atrás la niñez. Un periodo de la vida que se conoce como pubertad y que anuncia el tránsito hacia la madurez. “Una etapa, la preadolescencia y adolescencia, donde la piel suele sufrir modificaciones asociadas a afecciones dermatológicas que son variadas y donde entran en juego también factores hormonales, genéticos y ambientales propios de esta etapa”, explica Sara Palencia, del servicio de dermatología del Hospital Universitario 12 de Octubre, en Madrid. Unos elementos que no afectan solo a la salud física, según cuenta Palencia, sino que también pueden tener un profundo impacto psicosocial, influyendo negativamente en la autoestima y la calidad de vida de los jóvenes.
“Durante la pubertad, las glándulas sebáceas, que se distribuyen por toda la piel, incrementan con mayor intensidad la producción de sebo”, añade Pedro Viaño, médico pediatra y coeditor de EnFamilia, de la Asociación Española de Pediatría (AEP). “También funcionan más las glándulas sudoríparas; y, en menor medida, se produce una hiperqueratización de la piel que la engrosa, sobre todo en varones”, agrega. Además, según prosigue el pediatra, puede aparecer una inflamación de la piel, porque estos cambios en la producción de sebo hacen que proliferen ciertas bacterias que contribuyen a la cronificación del acné y a formas más inflamatorias del mismo.
Entre las afecciones cutáneas más comunes durante la adolescencia se encuentra el acné vulgar, que afecta al 80% de la población entre los 11 y 30 años, según el artículo Problemas dermatológicos en la pubertad, publicado en 2013 en Advances in Dermatology and Allergology, que recoge los últimos datos disponibles. “Además, el impétigo, la tiña de la cabeza y la pitiriasis versicolor, así como infestaciones como la sarna y la pediculosis, son bastante comunes en esta etapa”, subraya la doctora Palencia. “El eccema es otra de las alteraciones habituales durante la pubertad, incluida la dermatitis atópica, con una prevalencia del 2-10% en adultos jóvenes y hasta el 20% en niños”, añade la experta, señalando los datos que recoge un documento de 2020 del grupo de trabajo sobre eccema de la ETFAD/EADV sobre el diagnóstico y el tratamiento de la dermatitis atópica en adultos y niños.
Los padres desempeñan un papel crucial a la hora de guiar a sus hijos en el cuidado de su piel. Es esencial que fomenten en ellos la responsabilidad sobre su mantenimiento, ayudándolos a comprender la relevancia de mantener una buena salud cutánea. “Esto los motivará a asumir un papel activo en sus rutinas diarias, desarrollando hábitos saludables de cuidado de su piel que le servirán para toda la vida, beneficiándoles a largo plazo”, asegura Palencia.
Parte de esta educación implica enseñarles los riesgos de la exposición solar y fomentar hábitos de protección, como el uso de protector solar, ropa adecuada y la búsqueda de la sombra. “Los padres también deben ser modelos a seguir, aplicando estas prácticas en su vida cotidiana”, insiste. Los progenitores deben promover la autonomía de sus hijos, permitiéndoles tomar decisiones informadas sobre el cuidado de su piel, siempre con la orientación de dermatólogos, quienes pueden explicarles las ventajas y desventajas de los distintos tratamientos. Además, deben apoyar a sus hijos en el seguimiento de las recomendaciones médicas, especialmente en el manejo de enfermedades como la dermatitis atópica. “Además, deben estar bien informados y motivados para seguir los planes de tratamiento. Los programas educativos dirigidos a padres pueden mejorar su comprensión y preparación, facilitando la implementación de prácticas de cuidado de la piel de manera efectiva en sus propios hijos”, añade Palencia.
Durante la preadolescencia y adolescencia es recomendable adoptar un protocolo de cuidado de la piel porque, debido a los cambios hormonales, se incrementa la vulnerabilidad a problemas cutáneos como el acné, además de una mayor exposición a factores ambientales, como los rayos UV, entre otros. También es importante considerar el impacto psicológico que pueden tener las afecciones visibles de la piel, especialmente en estas etapas, dado el estigma social que a menudo las acompaña. “Una rutina de cuidado de la piel adecuada y consistente puede no solo mejorar la apariencia y salud de la piel, sino también prevenir problemas a largo plazo, como el envejecimiento prematuro y el cáncer de piel”, continúa Palencia.
Para prevenir eficazmente el acné en los adolescentes es esencial combinar productos y prácticas específicas que ayuden a controlar la producción de sebo y a proteger la barrera cutánea. “La hidratación regular, el uso de limpiadores suaves y evitar productos irritantes también pueden ser fundamentales para prevenir la sequedad de la piel. En casos particulares, como en adolescentes con diabetes, se ha observado que los protocolos de cuidado de la piel ayudan a mejorar síntomas como el prurito, la sequedad y las reacciones cutáneas relacionadas con los dispositivos”, insiste la doctora.
Desde las consultas de los pediatras alertan de que cada vez es más habitual que los adolescentes pidan consejo sobre la utilización de productos antiarrugas, influidos por los contenidos que ven en las redes sociales. “Los padres deben reflexionar y formarse para que conozcan si estos productos son adecuados”, retoma Viaño. Una labor que también reclama a los profesionales de la salud para que ayuden a las familias a que redirijan esa inquietud de sus hijos hacia otras preocupaciones, “porque un adolescente no tendría que estar preocupado por la aparición de las primeras arrugas”, se lamenta el pediatra.
Viaño explica que el empleo de seborreguladores y geles limpiadores pueden ser irritantes para la piel, sobre todo para la que no tiene un exceso de sebo: “Usarlos antes de que se instaure ese aumento de la producción sebácea puede ocasionar una irritación importante, sobre todo si tiene ciertos componentes como el peróxido de benzoilo o el ácido salicílico que tienden a hacer que la capa más superficial de la piel que tiene ese exceso de queratina se haga más fina”.
En el cuidado de la piel se han identificado ciertos patrones dietéticos que pueden influir tanto positiva como negativamente en la misma. “Las dietas ricas en alimentos con alto índice glucémico, como azúcares refinados y carbohidratos procesados, se han asociado con un mayor riesgo de acné. Esto se debe a que elevan los niveles de insulina, lo que estimula la producción de andrógenos y aumenta la secreción de sebo”, sostiene Palencia. Además, según informa, las grasas saturadas y las grasas trans pueden contribuir a la inflamación de la piel, alterando la composición del sebo y creando un ambiente propicio para el acné. Por el contrario, Palencia señala que una dieta rica en frutas y verduras, ricas en antioxidantes y carotenoides, puede mejorar la calidad de la piel y reducir la inflamación: “Los ácidos grasos omega-3, presentes en el pescado y en algunos aceites vegetales, tienen propiedades antiinflamatorias que pueden ayudar a controlar el acné y otras dermatosis inflamatorias”.
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