Georgia vuelve a dejar en ascuas a EE UU con un escaño del Senado que se asignará en segunda vuelta
El Estado bisagra ha reelegido a su gobernador republicano, Brian Kemp, pero el asiento de la Cámara alta se votará de nuevo en diciembre al no superar ningún candidato el 50%
Georgia vuelve a dejar en ascuas a Estados Unidos. En la carrera por un escaño en el Senado, el Estado tendrá que celebrar una segunda vuelta entre su actual ocupante, el demócrata Raphael Warnock, y la antigua estrella del fútbol americano Herschel Walker, republicano. Ninguno de los dos ha obtenido el 50% mínimo de los votos para evitar una repetición de la batalla. Habrá que esperar ahora al 6 de diciembre para conocer el ganador. Dependiendo de lo que ocurra en los recuentos de Arizona y Nevada, ese escaño de Georgia puede resultar clave para determinar qué partido controlará la Cámara alta durante los próximos dos años.
Con el 99% de los votos escrutados, el reverendo Warnock se ha hecho con el 49,4% de los votos, o 1,941 millones de papeletas. Walker ha reunido el 48,5%, o 1,906 millones de votos. El 2% restante, 81.173 papeletas, queda en manos de un tercer candidato, el libertario Chase Oliver, eliminado para la segunda vuelta. El número de sufragios que aún restan por contar es insuficiente para que ninguno pueda llegar al ansiado umbral del 50% más un voto.
El panorama que dejan las elecciones de medio mandato en Georgia es ahora similar al de los comicios de 2020, cuando hubo que esperar a la segunda vuelta en ese Estado ―en enero de 2021― para adjudicar el control del Senado al Partido Demócrata.
La mirada se vuelve ahora hacia Arizona y Nevada. Ganar esos dos escaños senatoriales que aún faltan por adjudicar en esos Estados garantizaría a los demócratas mantener su posición de los últimos dos años y el control de la Cámara alta. Aunque igualados con los republicanos en número de asientos, 50 para cada partido, el voto de la vicepresidenta, Kamala Harris, les permitiría desempatar.
En Arizona, el exastronauta Mark Kelly defiende su escaño demócrata con una ventaja de 90.000 votos y seis puntos porcentuales frente al republicano Blake Masters, aunque hasta el momento solo se ha contado el 69% de los sufragios. En Nevada, la candidata demócrata Catherine Cortez Masto va más de 20.000 votos y dos puntos porcentuales por detrás del republicano Adam Laxalt, con el 80% escrutado.
Georgia ha hecho honor a su reputación e historial de Estado bisagra dividido a partes iguales entre demócratas y republicanos. Ha dejado en el aire la batalla entre Warnock y Walker, mientras que el gobernador Brian Kemp ha defendido, con éxito, su cargo frente al desafío que presentaba la candidata demócrata Stacey Abrams por segunda vez en cuatro años.
En una comparecencia ante sus seguidores en la fiesta del conteo organizada por su campaña, Warnock apuntaba pasada la medianoche del martes que habría que ir a una segunda vuelta. Pero se declaraba optimista. “No importa que sea esta noche, o mañana, o dentro de cuatro semanas, la gente de Georgia nos apoyará”, aseguraba, entre los vítores de quienes habían aguantado la espera para escuchar a su candidato. Un grupo muy variado de razas y edades, en el que abundaban las caras juveniles y el entusiasmo por bailar al unísono coreografías de música funk.
A kilómetros de allí, Walker también se había dirigido a los suyos, en un evento similar. “No he venido aquí a perder”, aseguraba ante un público en el que había más blancos y más personas maduras en comparación con los simpatizantes de su rival, y mientras el country acaparaba la selección musical. Pero su llamamiento a la esperanza no podía esconder un hecho irrefutable: ha logrado casi cinco puntos porcentuales menos en la proporción de voto que el gobernador Kemp. Algo que dejaba en evidencia el rechazo que su candidatura, apoyada por el expresidente Donald Trump y salpicada por polémicas en torno a su personalidad y creencias, ha generado en parte del electorado republicano.
La importancia de este enfrentamiento había generado un enorme interés entre el electorado de Georgia, antaño un sólido feudo republicano y ahora cada vez más diverso. En un Estado de 10 millones de habitantes, 2,5 millones habían acudido a las urnas de manera anticipada. Otro millón y medio más acudió a los colegios electorales en el día oficial de votación. Sin colas, sin aglomeraciones, pero también sin pausa.
En el colegio electoral instalado en la iglesia de Saint James en Buckhead, un acomodado barrio en el norte de Atlanta, Jimmy Little, el presidente de la mesa, confirmaba que a mediodía (hora local) ya habían depositado su voto allí más personas que en las elecciones de 2020, cuando se batieron récords de participación. “Y sin ningún tipo de incidentes”, apostillaba ufano.
Según declaraban a pie de urna votantes de uno y otro signo, ninguno tuvo que pensar mucho a qué partido prefería apoyar. “La delincuencia. Eso es lo que más me preocupa a la hora de votar, absolutamente. Hoy mismo han robado aquí cerca en la casa de una candidata. Es un problema enorme, las cárceles están llenas, se deja ir a los delincuentes sin exigírseles fianza y están libres por las calles. Por supuesto, he votado republicano”, revela un hombre en la sesentena que se identifica como J. B. en el colegio electoral en Buckhead. Matt, especialista financiero, también parece haberse inclinado por ese partido, aunque solo lo confirmaba de manera indirecta: “Para mí, lo más importante es ser provida. Eso es lo que ha decidido mi voto”, cuenta.
Pero en ese mismo recinto electoral, Mary Nasrallah, trabajadora en el sector sanitario de 38 años, aseguraba que su razón de peso para acudir había sido la defensa de los derechos reproductivos de las mujeres, en un año en el que el Tribunal Supremo ha tumbado la doctrina Roe versus Wade, la sentencia que legalizaba el aborto a nivel federal y deja ahora en manos de los Estados la decisión de permitir la interrupción voluntaria del embarazo en su territorio, y determinar bajo qué requisitos. “Quiero dar voz a la población de Atlanta que la necesita”, subrayaba.
Uno de los grandes temores de los demócratas ha sido la supresión del voto de las minorías. La aprobación en Georgia de la ley de Limpieza Electoral, o SB202, el año pasado, desató una ola de críticas: la medida limita el acceso al voto por correo, permite que cualquiera examine el desarrollo del proceso electoral en los colegios o impugne el voto de otro ciudadano. El partido demócrata y las organizaciones de movilización del voto denunciaron que podía utilizarse para impedir que los más desfavorecidos pudieran hacer uso de su derecho.
Al final, los incidentes fueron mínimos. Un millar de papeletas para votar por correo no se llegaron a enviar a quienes las habían solicitado; algunos colegios electorales tuvieron que alargar su jornada; y una interventora fue expulsada de un centro de votación junto a su hijo cuando sus comentarios dejaron en evidencia que había participado en el asalto al Capitolio.
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