Un Trump cada vez más solo disputa el pulso por el poder republicano: “¡La gente está enfadada!”
El presidente arremete contra el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, después de que este reconociera la victoria de Joe Biden
Abandonado ya por la cúpula de su partido y aplastadas sus fantasías por el implacable avance del proceso democrático, el presidente Trump se encuentra cada vez más solo en su intento de aferrarse al poder que le arrebataron las urnas el 3 de noviembre. “El Partido Republicano debe de una vez aprender a luchar. ¡La gente está enfadada!”, le espetó al poderoso senador Mitch McConnell, tras reconocer este al fin la victoria de Biden. Con el choque entre los dos titanes republicanos se abre, a apenas 20 días de que se decida la mayoría del Senado en Georgia, la inevitable batalla por el control de un partido transformado por Trump.
La insólita ofensiva para tratar de revertir la victoria del demócrata Joe Biden en las elecciones del pasado 3 de noviembre agoniza. Medio centenar de demandas fracasadas. Ni el Departamento de Justicia, ni el propio Tribunal Supremo, encontraron base alguna para perseguir el quimérico fraude masivo que alegan los perdedores. El Colegio Electoral confirmó a Biden como presidente electo el lunes. Los pesos pesados del Partido Republicano empezaron a felicitar a Biden por su victoria. El martes, el propio Mitch McConnell, líder de la mayoría en el Senado, el republicano más poderoso del Capitolio, disparó el tiro de gracia reconociendo, por primera vez, la victoria del demócrata. Pidió al resto de senadores republicanos que no apoyen intentos de rebelión, ni se sumen a ilusorias maniobras de objeción a la ratificación de los resultados el próximo 6 de enero en el Congreso. Pero en la Casa Blanca, cada vez más solo, impertérrito, el presidente Trump sigue en sus trece.
“Mitch, 75.000.000 votos, un récord para un presidente en ejercicio (por mucho). Demasiado pronto para rendirse. El Partido Republicano debe de una vez aprender a luchar. ¡La gente está enfadada!”, le espetó el presidente en un tuit de madrugada a McConnell, 14 horas después de que el senador dijera desde su escaño que “el país tiene oficialmente un presidente electo y una vicepresidenta electa”, en referencia a Joe Biden y Kamala Harris, demócratas con los que ha compartido Cámara durante años.
El mensaje a McConnell oculta una advertencia. El presidente lleva semanas arremetiendo contra gobernadores y legisladores estatales que no han querido subirse al endeble y peligroso carro de su cruzada, que se han negado a subvertir el proceso electoral. Pero el ataque directo al más poderoso senador republicano, con mención expresa al masivo apoyo que recibió el presidente en las elecciones, que no le bastó para seguir en la Casa Blanca pero sí para convertirse en el segundo candidato de la historia con más votos (después de Biden), tiene un subtexto. Un mensaje implícito de cara a la segunda vuelta de las elecciones para los dos escaños del Senado por Georgia, que se celebran el 5 de enero y que decidirán la mayoría en la Cámara alta y, por tanto, el puesto del propio McConnell. Sin el apoyo del presidente, y eso es por lo que McConnell le siguió el juego hasta que se lo permitió su dignidad política, las ajustadas batallas de Georgia podrían ponerse cuesta arriba para los republicanos.
La realidad paralela de las elecciones robadas, en la que sigue instalado el presidente y un círculo de aduladores cada vez más pequeño, no se ha desvanecido del todo. Sus coletazos se pudieron notar este miércoles en el propio Capitolio. El país fue objeto de un masivo ciberataque extranjero que la inteligencia estadounidense atribuye a Moscú. Numerosas agencias federales, entre ellas el Departamento de Estado, el de Seguridad Nacional y el Pentágono, fueron comprometidas. Pero el Comité de Seguridad Nacional del Senado dedicó toda la mañana a una sesión titulada “Examinar las irregularidades de las elecciones de 2020”. “El verdadero objetivo de esta audiencia es ayudar a un candidato presidencial derrotado en su desesperado esfuerzo de aferrarse al poder”, criticó el senador demócrata Gary Peters.
Compareció en la audiencia Christopher Krebs, quien fuera director de la Agencia de Ciberseguridad hasta que Trump lo despidió hace un mes por rechazar sus acusaciones de fraude masivo. Krebs, como otras autoridades electorales del país, dijo que estas habían sido “las elecciones más seguras de la historia de Estados Unidos”. Ahora ha presentado una demanda acusando al presidente, a sus abogados y la cadena de televisión ultraconservadora Newsmax de una “conspiración calculada y perniciosa” para difamarle a él y a otros miembros del Partido Republicano que se levantaron contra sus infundadas alegaciones de fraude electoral.
Los republicanos se adentran, pues, en los prolegómenos de una inevitable batalla por el control de un partido que ha sido transformado por Donald Trump. Los dos bandos, liderados por las dos principales figuras del partido, Trump a un lado y McConnell al otro, están ya en posturas difícilmente conciliables. Justo el lugar inevitable que, en la antesala de las elecciones senatoriales en Georgia, McConnell quiso evitar.
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