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Elecciones en EE UU
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Qué piensan los votantes en los Estados en juego

La pandemia, la crisis económica y la desigualdad racial se reflejan en la polarización del voto en la elección más dividida que recuerda EE UU

Jorge Galindo
Una mujer protesta a favor del conteo de votos, en San Francisco.
Una mujer protesta a favor del conteo de votos, en San Francisco.Noah Berger (AP)

Mientras los últimos votos de un reducido grupo de Estados siguen en el aire, y con ello la elección entre Donald Trump y Joe Biden, los datos de las encuestas efectuadas los últimos días dejan clara la enorme brecha de opinión que se abre entre los votantes de ambos candidatos. Este abismo es particularmente profundo en los territorios más reñidos, aquellos de los que ya se conoce su giro hacia la izquierda o que han permanecido en la derecha. Pero también en los cinco que, 48 horas después de haberse cerrado las urnas, todavía esperan el resultado final. Hay en todos ellos tres frentes de choque determinantes, que se alinean casi perfectamente con las ideas básicas de los republicanos y de los demócratas sobre la pandemia, la economía y la cuestión racial.

Cinturón industrial: pandemia versus economía

Míchigan, Pensilvania y Wisconsin fueron tres Estados fundamentales en la victoria de Trump en 2016. Pocos esperaban que la clase obrera blanca de aquellos núcleos del noreste y Medio Oeste, antes industriales, siempre fuertemente demócratas (el “muro azul” se les llamó hasta ese momento), se girasen hacia el conservadurismo. Las explicaciones de entonces se centraron en el atractivo del mensaje nacionalpopulista del candidato Trump, que mezclaba argumentos reaccionarios y nativistas con proteccionismo económico.

La pandemia ha puesto a prueba este discurso. La Administración republicana se ha defendido de ella con una idea clara: hay que priorizar la marcha económica sobre la cuestión sanitaria.

Efectivamente, los votantes se alinean por candidato en función de su preferencia en el dilema salud contra billetera. Pero esta correlación es más intensa para los de Trump, señalando que Biden tiene quizás algo más de espacio de maniobra mientras el presidente se ha ceñido a defender su base partidista. Además, es muy probable que la fuerte división haya seguido el camino contrario: quienes ya sabían que iban a votar por Trump le justifican sus argumentos, y viceversa.

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Fuera de las opiniones y en el terreno de la vivencia personal se observa que a Biden le votan más quienes han perdido con la pandemia, particularmente en el Estado que probablemente termine decidiendo la elección: Pensilvania.

Esto sugiere que el mensaje de Trump no ha podido penetrar mucho más allá de su base ya ganada. Un alcance que, de hecho, ya era considerable en la antigua clase obrera industrial, al menos a la luz de los patrones de voto entre hogares sindicalistas. Parece que tenía poco que añadir el presidente en este frente.

Suroeste: el peso de la migración cerca de la frontera

Arizona y Nevada son dos de los Estados con mayor población de origen latino en la Unión. Se entiende que el voto hispano está ayudando a teñirlos de azul, pero también que supone un activador de la cuestión migratoria, que Trump ha tratado de capitalizar con particular intensidad durante su mandato, y en esta recta final.

Trump ha sido capaz de atraer hacia sí a las personas con visiones negativas de la migración (o convencer a sus votantes de ello). Los favorables a ella están más divididos, al menos en Nevada, Estado en el que Biden juega con una pequeñísima ventaja que espera mantener o ampliar hasta que acabe el cómputo.

También en la vecina Arizona, que los demócratas esperan voltear por primera vez en décadas, sucede que las preferencias por políticas migratorias radicales (deportaciones) son nítidamente republicanas, pero las favorables a la inclusión son mucho más mixtas. Exactamente igual que pasa con las visiones más genéricas, esto sugiere que el votante conservador potencial tiene una mirada sobre la cuestión menos clara.

Que un tercio de quienes están de acuerdo con un camino de regularización migratoria haya votado por Donald Trump indica al mismo tiempo una oportunidad y un riesgo para el candidato conservador: oportunidad para ampliar su voto a capas del electorado inaccesibles en otro sitio, riesgo de que el mensaje radical y la actitud de su Gobierno en la frontera frene a estos potenciales votantes ‘rojos’, pero pro migración.

Sureste: racismo y economía

El tercer y último gran frente abierto de votantes en EE UU está al sureste. La noche electoral del martes 3 abrió con una inesperada victoria de Trump en Florida, que se atribuye en no poca medida a su atracción del voto hispano en la zona, particularmente el de origen cubano y venezolano. Explotar el miedo a la izquierda por los regímenes dominantes en aquellos países no se reduce aquí a un simple eslogan, también conecta probablemente con las experiencias personales de los electores en este Estado en el contexto de pandemia. Los de Florida que han sufrido la pérdida de trabajo o de ingresos este año son menos reacios a votar por Trump que en Carolina del Norte o Georgia, indicando quizás una perspectiva más cercana al consabido mensaje de “salvar la economía” defendido por su Gobierno.

La última gran cuestión en el país ha sido la racial, que quizás se ha notado con particular intensidad en una zona de pasado marcado por la discriminación como es el sur. En Georgia y Carolina del Norte, muchos esperan que una coalición multirracial forjada en torno a las prósperas zonas urbanas de ambos Estados los conviertan de azul a rojo. Sucede lo mismo que con la migración en el otro extremo de la Unión: la posición progresista por defecto, que ve el racismo como un problema “importante”, está más dividida en su voto (60-40) que la postura conservadora clásica (no verlo como tal: mucho más nítidamente republicana). Esto es, una vez más, una oportunidad tanto como un riesgo para un candidato que lleva toda la campaña haciendo equilibrios entre su base discursiva nacional-reaccionaria y una apelación a la construcción de una coalición más diversa que le mantenga en la Casa Blanca.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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