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Ucrania trata de blindar su red eléctrica para el invierno ante una nueva ofensiva rusa

Los bombardeos diarios de Rusia a la infraestructura energética, que suman 1.550 en el último mes, siguen cortando el suministro en miles de hogares

Edificios residenciales durante un apagón en Kiev, esta madrugada.Foto: Gleb Garanich (REUTERS) | Vídeo: EPV

Se acerca el cuarto invierno de la guerra en Ucrania, una de las grandes batallas colaterales que libra su población. Y buena prueba de ello es el incremento de los bombardeos rusos contra subestaciones y centrales eléctricas del país. Según datos del Gobierno ucranio, Rusia ha lanzado en el último mes 1.550 ataques contra las infraestructuras energéticas, de los que 160 alcanzaron su objetivo —el último, en la madrugada de este viernes, ha causado cortes de electricidad en Kiev, la capital— . “Se ha convertido en una táctica tradicional”, afirmó el presidente del país, Volodímir Zelenski, en declaraciones recientes sobre la ofensiva rusa previa al invierno, “Rusia intenta provocar en Ucrania un apagón [generalizado]”.

Pese a ser una infraestructura civil fundamental, en teoría al margen de los objetivos bélicos, la red eléctrica sigue siendo un objetivo diario de Moscú. El Kremlin admite que golpea las instalaciones energéticas, pero asegura que solo las vinculadas al ejército ucranio. Nada más lejos de la realidad.

“Llevan atacando nuestras instalaciones a diario desde el primer día de la invasión”, explica a EL PAÍS en una entrevista reciente Maxim Timchenko, consejero delegado de DTEK, la mayor empresa energética de Ucrania. “Desde entonces, nuestra misión ha sido restaurar el máximo de capacidad de generación posible”. Kiev calcula que el país puede generar en la actualidad menos de la mitad de la electricidad que antes de la guerra. Un volumen que, sin embargo, parece suficiente para pasar el próximo invierno.

La maquinaria rusa ha golpeado instalaciones de DTEK tres veces en la última semana: en Poltava (este) y en Odesa (sur, frente al mar Negro). “El año pasado causaron daños sobre el 90% de nuestras infraestructuras de generación, pero conseguimos reponernos”, prosigue Timchenko. “Estamos bien preparados para superar el invierno: tenemos suficiente capacidad de producción, tanto térmica como hidroeléctrica, una gran cantidad de carbón almacenado, y también gas, que seguimos importando”, agregaba durante una reciente visita a Madrid.

De ese 90% de generación eléctrica perdido en 2024, la energética calcula haber recuperado “entre el 70% y el 80%”. Ahora queda la parte más difícil: llegar al 100% antes de que llegue el frío, dado que las centrales restantes son las más dañadas.

Buena prueba de que Rusia sigue priorizando este sector —como confirmó recientemente Bloomberg citando fuentes cercanas al Kremlin— es la gigantesca central térmica de Tripilia, en la orilla derecha del Dniéper, al sur de Kiev. El 8 de septiembre, un enjambre de una veintena de aeronaves de ataque no tripuladas causó graves daños en la planta gestionada por Centrenergo, de la que dependen usuarios de las provincias de Kiev, Zhitomir y Cherkasi. Echaban, así, por tierra las labores de restauración de la instalación, destruida la primavera pasada.

Tanto las autoridades como las propias eléctricas han aprendido varias lecciones desde el aciago 24 de febrero de 2022. “Tenemos más experiencia y capacidades defensivas”, afirma Timchenko. “Sin embargo, ellos han cambiado sus tácticas, con ataques masivos centrados en algunos objetivos. Y la fiabilidad de nuestros equipos es menor: algunas centrales han sufrido dos, tres y hasta cuatro ataques”. El ejército ruso comenzó a bombardear de forma masiva las subestaciones eléctricas en el segundo año de invasión. Una vez machacadas, las lanzaderas apuntaron a las grandes centrales térmicas, vitales para el actual suministro eléctrico.

Pese a todo, Ucrania ha sabido parapetarse para que el impacto de las bombas sea menor. Un esfuerzo en tres niveles: defensa antiaérea, respuesta rápida para reparación de daños e iniciativa privada para buscar fuentes alternativas de electricidad. “No puedo revelar muchos detalles”, apunta el jefe de DTEK, “pero sí puedo decir que se ha mejorado mucho la coordinación entre nuestro personal y las fuerzas de defensa aérea: podemos, por ejemplo, anticipar muchos de estos ataques con drones o misiles, y eso nos permite hacer cambios en el modo de operación para minimizar los daños”.

A finales de 2023, el Gobierno y el Estado Mayor del ejército ucranio diseñaron un plan de protección de la infraestructura en tres capas: tejados y paredes de sacos terreros para evitar el impacto de fragmentos de proyectiles; estructuras de hormigón frente a la colisión directa de misiles o drones; y sarcófagos al estilo de la central nuclear de Chernóbil. En una charla reciente en Kiev, Oleksandr Kharchenko, director del Energy Industry Research Center, manifestó que ese tercer nivel no se ha alcanzado, sobre todo por su coste, aunque los dos primeros parecen suficientes.

Con las bajas temperaturas tocando ya a la puerta, la meta número uno de un gigante como DTEK es que, “aunque el servicio no vaya a ser todo lo fiable” que quisieran, los ciudadanos puedan tener luz en un periodo en el que, aunque la mayoría de las calefacciones son de gas, la demanda eléctrica crece con fuerza.

Guerra Rusia Ucrania

La sensación, tanto en el Ejecutivo como en la ciudadanía y en las empresas del sector, es que el país está bien parapetado. “Esta vez, Rusia tampoco conseguirá sumir a Ucrania en la oscuridad”, sostiene Timchenko. “Pueden hacer nuestra vida miserable, muy, muy difícil… Pero no conseguirán destruir nuestro sistema energético”, prosigue. “Sobreviviremos al próximo invierno, como hemos sobrevivido a los anteriores. Y el nivel de sufrimiento de nuestra población dependerá, ante todo, de la escala de los ataques rusos y de la efectividad defensiva de nuestras fuerzas aéreas”.

Son falibles. Este jueves, un ataque ruso sobre unas instalaciones en la provincia de Chernihiv (noreste, cerca de la frontera con Rusia y Bielorrusia) dejó sin luz a más de 70.000 personas. La semana pasada, el presidente finlandés y uno de los principales apoyos a Ucrania en la UE, Alexander Stubb, lo explicitaba en conversación con EL PAÍS: lo que más le preocupa en este momento de la guerra, decía, era la capacidad de destrucción de los ataques rusos sobre el sector energético ucraniano. Poco después, el viernes, DTEK anunciaba la clausura de varias infraestructuras gasistas en Poltava tras un potente ataque ruso.

Resistencia pese a los bombardeos diarios

El empuje combinado de Gobierno, empresas, ejército y ciudadanos permite, no obstante, entender la resistencia del país al martilleo diario de las bombas rusas sobre la infraestructura energética. “Es que somos ucranios”, apostilla Timchenko. “Estoy muy agradecido a nuestra gente por hacerlo posible, por quedarse en centrales que saben que van a ser atacadas, con retenes en los centros de control... Son un ejemplo de heroísmo”.

En conversación telefónica, Kharchenko, exasesor energético del Gobierno, afirma que entre los méritos de su país está haber levantado grandes fortificaciones para proteger las instalaciones y la rápida restauración de lo destruido: “Estamos mejor que hace un año y mucho mejor que hace dos”. Las reservas de gas y carbón, dice, permiten garantizar un invierno menos duro. Aplaude, además, la creación de pequeñas unidades de generación que trabajan en caso de ataque y la descentralización de la infraestructura eléctrica.

Con todo, como reiteran los portavoces de las Fuerzas Aéreas ucranias casi a diario, no hay protección posible al 100%. “El mayor peligro que veo este año”, continúa Kharchenko, “será en las zonas cercanas al frente de guerra”. Áreas en las que un proyectil ruso puede alcanzar una subestación eléctrica en cuestión de minutos, sin tiempo para reaccionar.

Durante décadas, Ucrania compró a Rusia la mayor parte del gas que consumía. Por su territorio, de hecho, pasaba una parte no menor del combustible que demandaban otros países europeos hasta el cierre, en enero pasado, del llamado Ukraine Transit, uno de los gasoductos que conectaba el país euroasiático con la UE. Era una de las mayores paradojas desde el inicio de la invasión: los combates se sucedían en el campo de batalla, pero, el gas seguía fluyendo ajeno a la contienda.

Ahora, Ucrania, como muchos otros países europeos, ha pasado a depender en gran medida del gas natural licuado (GNL) que llega por barco desde países como Estados Unidos, a quien compró un primer cargamento en diciembre del año pasado. Sin estaciones propias de regasificación, el que consumirá este invierno será procesado en puertos de Polonia y Lituania.

El ‘factor Zaporiyia’

La pérdida de la central nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa, fue un duro golpe tanto para el ánimo nacional como para la seguridad de suministro. En solo unos meses de invasión pasaría de inyectar electricidad a la red ucrania a alimentar a su contraparte rusa, una situación que se mantiene hoy.

“Representaba el 40% de nuestra capacidad nuclear, una cifra muy alta. Pero, a la vez, nuestra demanda ha caído un 30% desde el inicio de la invasión y eso ha permitido equilibrar oferta y demanda”, apunta Timchenko. También ha ayudado, y no poco, el aumento de las importaciones de electricidad procedentes de la UE (Polonia, Rumania, Hungría o Eslovaquia) desde la sincronización de emergencia de la red en 2022.

Zaporiyia es, además, uno de los lugares más monitoreados tras jornadas de bombardeos masivos debido a los riesgos de que un proyectil pueda alcanzar las instalaciones. El 23 de septiembre, un ataque cortó el suministro eléctrico que alimenta los sistemas de refrigeración y seguridad. Fue el décimo y más largo apagón desde el inicio de la invasión a gran escala. Dos semanas después, aún no se ha restablecido.

Baterías y renovables frente a apagones

El pasado día 1 empezó a operar uno de los mayores sistemas de baterías de Europa del Este en seis puntos de Ucrania; entre ellos, Kiev. Levantado en tiempo récord, su capacidad será pequeña respecto a la demanda total. Pero empezará a ayudar ya este invierno y, sobre todo, marca el camino a seguir a partir de ahora: cuanta más electricidad pueda almacenarse en este tipo de instalaciones, menor será el daño de los ataques rusos sobre plantas de generación. “Si una central se desconecta de la red, estas baterías pueden mantener el suministro en la región afectada, pongamos 600.000 hogares, durante una, dos o tres horas, hasta que pueda volver a reconectarse”, cuantifica Maxim Timchenko, máximo responsable de la energética DTEK.

Más allá del almacenamiento, la segunda apuesta de futuro para el sector energético en Ucrania son las renovables. “Para nosotros, no tienen únicamente que ver con la transición verde, sino con la seguridad de suministro: hemos sido una de las primeras energéticas en experimentar la importancia de la generación distribuida, descentralizada: parques eólicos, parques solares, baterías...”, relata el ejecutivo.

“Puedes tener 300 megavatios repartidos en 50 turbinas eólicas de seis cada una o en una sola planta de carbón. Para destruir esta última necesitan uno o dos misiles; destruir las primeras es prácticamente imposible para ellos. Y, en caso de que lo consiguieran, la reparación sería mucho más rápida y sencilla”, explica Timchenko. “Sufrimos un ataque en un parque solar que nos hizo perder cientos de megavatios de potencia, y en una semana conseguimos recuperarlos. Eso habría sido imposible en una central térmica”.

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