Aumenta la presión sobre Macron para que dimita como salida a la crisis de Francia
El primer ministro dimisionario se reúne con los partidos para buscar un acuerdo que evite unas elecciones legislativas o la caída del presidente de la República


El lunes, a media mañana, justo después de conocer que el primer ministro que había nombrado 27 días antes acababa de dimitir, Emmanuel Macron se puso la chaqueta y salió a pasear por la orilla del Sena. Solo, pensativo. A ratos hablando por teléfono, con la escolta unos metros por detrás. Una rara imagen que ilustraba el aislamiento del presidente de la República.
Macron se ha quedado sin escudo. Tras 16 meses intentando solucionar el entuerto en el que metió al país con la inesperada disolución de la Asamblea Nacional en junio de 2024, tres primeros ministros después y una crisis institucional galopante, todos los focos apuntan al presidente de la República.
Macron ha dado 48 horas al primer ministro dimisionario, Sébastien Lecornu, para negociar con los partidos y encontrar un acuerdo que permita salir de la crisis sin tomar decisiones más drásticas. Pero crecen las voces que piden su dimisión. O una retirada ordenada que permita aprobar un Presupuesto crucial para el país y convocar unas elecciones presidenciales anticipadas. Un año y medio hasta los comicios en la primavera de 2027 empiezan a parecer una eternidad para sacar al país del bloqueo.
Las voces críticas que piden su retirada ya no proceden solo de los extremos, de la izquierda de La Francia Insumisa (LFI) o de la ultraderecha del Reagrupamiento Nacional (RN). Después del esperpento vivido con la dimisión de Lecornu, solo un día después de formar Gobierno, la presión llega también de sus próximos. Incluso de sus antiguos jefes de Gobierno. Primero fue Gabriel Attal, quien fue considerado durante un tiempo su delfín. “Ya no entiendo las decisiones que toma”, aseguró el lunes por la noche. Luego, mucho más contundente y certero, fue Édouard Phillippe, ex primer ministro con Macron y uno de los principales candidatos en las próximas elecciones presidenciales. “Esta crisis política es el hundimiento del Estado, ya no se sostiene”, lamentó. “Tiene que tomar una iniciativa digna que le honraría. Nombrar un Gobierno que apruebe un Presupuesto, convocar elecciones presidenciales anticipadas. Es decir, que se marche inmediatamente después”.
Francia ha visto descomponerse su política en los últimos meses con gobiernos, como el de Lecornu, incapaces de durar más de 836 minutos. Incluso la dimisión o destitución de un presidente de la República, algo que no ocurre desde que Charles De Gaulle dimitió en 1969 después de perder un referéndum en el que propuso una mayor descentralización, ha vuelto a ponerse sobre la mesa. Y el problema es que la propuesta empieza a calar en distintos sectores.

La dimisión ahora, sin embargo, no está justificada, opina el constitucionalista Jean-Philippe Derosier, profesor en la Universidad de Lille. “No creo que permitiese resolver nada. Esta crisis necesita que haya un nuevo presidente que pueda crear un consenso alrededor de su proyecto, y eso no se puede improvisar en el espacio de unas semanas o unos meses. Además, la dimisión crearía un precedente. Cada vez que hubiera una crisis pediríamos al presidente que se marchase. Y eso fragiliza las instituciones. El presidente es elegido para ejercer un mandato determinado. Se puede estar o no de acuerdo con él, pero nada puede retirarle ese mandato, salvo la hipótesis de la destitución. Y no veo razón ahora mismo para ello”, concluye.
Una dimisión pondría en cuestión los equilibrios establecidos por la V República. “Esta crisis debe resolverse a través de una disolución de las cámaras. Son los electores los que deben determinar la nueva mayoría en el Parlamento. Y sin dimitir, el presidente debe comprometerse a dar un paso al lado. No le toca a él elegir al primer ministro, solo nombrarlo. No le toca componer las coaliciones, debe dejar a los partidos entenderse entre ellos. Y después de la disolución, no intervenir más en el debate político, más que supervisando que las discusiones se produzcan de forma adecuada”, insiste Derosier.
La opinión de Philippe, sin embargo, tiene un enorme peso específico. Ex primer ministro con Macron, nunca había abierto las hostilidades contra el jefe del Estado, quien le sacó del anonimato para convertirle en primer ministro. Su mandato fue turbulento —chalecos amarillos, reforma de las pensiones, pandemia...—, pero siempre fue fiel al presidente de la República. Su perfil es moderado, de centroderecha, parecido al de Macron. Ambos proceden del mismo mundo. Y sus palabras no se consideran una estrategia de desestabilización, sino un análisis realista de la situación. Por eso han causado un terremoto en Francia.
El propio Philippe, como gran parte de los representantes de los partidos, se reunió por la mañana con Lecornu para intentar buscar un acuerdo que permita evitar medidas más drásticas. Ya sea volviendo a elegir al primer ministro dimisionario o buscando a alguien que quiera asumir “el peor trabajo del mundo”, como lo ha definido este martes The Wall Street Journal. En caso de fracaso, Macron estará abocado a las urnas: ya sea en unas elecciones legislativas para reconfigurar el Parlamento o en una dimisión que desemboque en unos comicios presidenciales.
Una nueva disolución de la Asamblea Nacional, al igual que la de 2024, no ofrece ninguna garantía de que surja una mayoría clara. A pesar del auge del Reagrupamiento Nacional —Marine Le Pen tiene un 35% de intención de voto en las presidenciales, según la última encuesta de Ifop-Fiducial para Le Figaro Magazine y Sud Radio—, la ultraderecha está lejos de tener asegurada una mayoría, ya sea absoluta o incluso relativa, en unas nuevas elecciones legislativas. La probabilidad de acabar con una Asamblea ingobernable por estar fragmentada, todavía dividida en tres bloques irreconciliables —la izquierda, el espacio macronista y la ultraderecha—, sigue siendo considerable.
La baza con la que cuenta Macron es la desunión mostrada en las últimas horas por la izquierda y el nulo interés de Los Republicanos, el partido de la derecha tradicional, de pasar por las urnas. De ahí que en las últimas horas, tanto socialistas como la derecha gaullista se hayan abierto a diferentes formas de cohabitación política. El problema, sin embargo, es que la posibilidad de la dimisión del presidente de la República se ha instalado por primera vez en el debate público de forma real.
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