Francia flirtea con una crisis de régimen
La V República, fundada por Charles De Gaulle en 1958 para devolver la estabilidad al país, da muestras de agotamiento ante un Parlamento fragmentado


Francia asistirá el lunes por la tarde, con toda probabilidad, a la caída del primer ministro, François Bayrou, derrotado por una moción de confianza que él mismo ha convocado sin contar con los apoyos necesarios para superarla. El democristiano ha durado apenas ocho meses en el cargo; pero bastante más que su predecesor, Michel Barnier, que resistió solo tres meses. Será el cuarto jefe del Gobierno en perder su puesto durante la segunda legislatura del presidente de la República, Emmanuel Macron, que comenzó en 2022. Y el tercero en poco más de un año. Su salida significará, como mínimo, volver a nombrar a un primer ministro y a otro Ejecutivo en Francia. Eso, o convocar elecciones legislativas solo un año después de las últimas, que sumieron al país en una histórica situación de bloqueo. Una solución que ni siquiera garantizaría poner fin a una inestabilidad más propia hasta ahora de países como Italia.
Macron, cuya impopularidad ha alcanzado un nuevo récord —solo el 15% de los franceses confía en él, según las encuestas—, se encuentra al borde del abismo político de nuevo. El jefe del Estado ha renunciado prácticamente a todas las reformas que anunció a su llegada al Palacio del Elíseo en 2017. Bayrou, epítome de la vieja política, encarna el callejón sin salida en el que se encuentra. Su propuesta de recortar 44.000 millones de euros del gasto público y la convocatoria de una innecesaria, y casi suicida, moción de confianza para este lunes han certificado el final de su mandato.
Cuando se consume la caída de Bayrou, el lunes por la noche, en otro déjà vu político, el presidente de la República deberá comenzar a buscar a una persona capaz de aglutinar una mayoría de gobierno suficiente para aprobar los próximos Presupuestos y evitar la censura de la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional (RN) o de su opuesto en la bancada, La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélénchon. Ambos partidos buscarán el desgaste del presidente, con la esperanza de que el bloqueo institucional le haga dimitir también a él. . “El presidente no tiene ninguna intención de dimitir, en ningún caso”, subrayan fuentes cercanas al Elíseo.
El RN exige elecciones anticipadas, pese que su líder, Marine Le Pen, no podría presentarse al encontrarse inhabilitada desde el pasado marzo tras una condena por malversación de fondos públicos. “Es la mejor opción. Este bloqueo lo han creado el macronismo y Los Republicanos. La Asamblea Nacional está fragmentada y es mejor pedir a los franceses que clarifiquen la situación: dar una mayoría a este país sin la que no podremos avanzar”, argumenta Sébastien chenu, vicepresidente del RN.
Macron no tiene ningún interés en disolver la Asamblea y volver a las urnas. Apodado “el maestro de los relojes” por su propensión a dilatar los tiempos a su conveniencia, deberá esta vez pensar rápido si no quiere que el país, con una deuda pública del 113% del PIB y un déficit de casi el 6%, entre en una fase crítica. Pero el calendario es complicado.
El lunes, salvo sorpresa mayúscula, caerá Bayrou. Dos días después hay convocado un paro nacional que se prevé conflictivo —varias organizaciones antisistema han hecho un llamamiento a tomar las calles—; y el día 12 la agencia de calificación Fitch, la primera de todas las que vendrán luego, publicará el rating francés (la nota que indica la capacidad del país para pagar su deuda). “Hace falta que tome una decisión rápida para evitar la degradación de la nota. Y se apoyará en el Partido Socialista y en Los Republicanos, los partidos que, a priori, no quieren la disolución [de la Cámara] porque no están preparados para unas elecciones. Tiene que encontrar un primer ministro que pueda entenderse con esos dos partidos, además del suyo”, apunta Marc Lazar, profesor de Sociología Política del Instituto de Ciencias Políticas de París (Science Po).
El jueves se iluminó por primera vez en un año un posible nuevo escenario. El líder de Los Republicanos en la Asamblea Nacional, Laurent Wauquiez, abrió la puerta a no censurar un hipotético Gobierno socialista, si Macron opta por esa fórmula. Francia no tiene un primer ministro socialista desde Bernard Cazeneuve, que ocupó fugazmente el cargo entre diciembre de 2016 y mayo de 2017, al final de la presidencia de François Hollande. Después de él, con la llegada de Emmanuel Macron al Elíseo, ningún jefe del Gobierno ha procedido del PS.
El resto de posibilidades, en mayor o menor medida, han sido ya exploradas. “Si no logra encontrar un primer ministro, deberá disolver la Asamblea. Y es posible que el RN obtenga mayoría absoluta. Pero, si no, nos encontraremos en una situación de bloqueo parecida. La diferencia es que la presión para lograr la dimisión de Macron del RN y de LFI será enorme. Si nos volvemos a encontrar con una Asamblea ingobernable, nos encontraremos, entonces sí, ante una crisis de régimen. De momento estamos ante una crisis política muy fuerte, pero se puede bascular fácilmente hacia ahí”, advierte Lazar en relación al largamente anunciado fin de la V República.
En Francia, las repúblicas se numeran según los cambios de Constitución. La III República fue la más longeva: 70 años. Y acabó con la derrota de 1940 ante la Alemania nazi. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la IV República fue una sucesión de 17 primeros ministros en 12 años y 24 gobiernos que, pese a la creciente prosperidad, naufragó en la inestabilidad parlamentaria y la parálisis ante la insurrección argelina y la amenaza golpista de los militares franceses.
Charles de Gaulle, héroe de la Francia libre y entonces retirado en Colombey-les-Deux-Églises, se postuló como salvador de la nación durante la crisis de mayo de 1958 en Argel. Fue así como tomó el poder y diseñó la actual Constitución, que pretendía ser un antídoto a la inestabilidad parlamentaria y a lo que llamó “el régimen de los partidos”. Postuló un Gobierno que no procediese del Parlamento, es decir, de los partidos, sino, “por encima de estos, de una cabeza con el mandato directo del conjunto de la nación”, y a la que se le permitiese “querer, decidir y actuar”. De ahí que sea el presidente de la República el que designa desde entonces al primer ministro.
La V República ha tenido siete presidentes desde 1958 y hasta ahora parecía altamente improbable que Francia se sentase a debatir una nueva Constitución. El constitucionalista Jean-Philippe Derosier, profesor en la Universidad de Lille, cree que “estamos ante una crisis política y parlamentaria, como han tenido España u otros países europeos”. “Todo lo que pasa se debe a una situación política derivada de la disolución [de la Cámara] del año pasado, también a las elecciones de 2022, que encuentran su origen en un personaje, que es Emmanuel Macron. No pienso que su dimisión lo arreglase, porque añadiría crisis a la crisis. Pero sí creo que esta solo se resolverá cuando su sucesor sea designado. Si entonces todavía perdurase la crisis, sí entraremos en una crisis de régimen”, apunta.
Para Derosier, igual que para el ex presidente de la República Nicolas Sarkozy, la respuesta a una crisis de este tipo “solo es la disolución del Parlamento”. “No veo otra salida, pero tampoco estoy seguro de que vaya a solucionarlo”, dice Derosier. “La disolución permitirá barajar las cartas y empezar desde otra base. Es inevitable, aunque no sea la favorita de muchos. Cuanto antes se haga, mejor”.
La llegada de Macron amplió la fragmentación del sistema de partidos. Y, después de más de ocho años, esa multiplicidad de siglas ha aumentado. Jean-Yves Dormagen, presidente y fundador de la empresa de sondeos Cluster17 y catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Montpellier, cree que el sistema actual “funciona de manera armoniosa cuando la política es bipolar”.
“De hecho, funcionaba bien hasta François Hollande y el principio de Macron. Pero el problema es que cuando el sistema de partidos se fragmenta, por razones profundas, deja de funcionar porque el principio mayoritario no sirve”, dice Dormagen. “Es complicado ser elegido por defecto. Muchos electores de Macron lo son porque no querían a Le Pen. Las instituciones se debilitan porque no fueron pensadas para funcionar en un sistema fragmentado. La crisis política deriva de ahí. Podemos decir que sí estamos ante una crisis estructural muy profunda”.
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