El temor a un posible Gobierno de extrema derecha despierta a la ‘banlieue’
Muchos habitantes de la periferia de París, donde suele reinar la abstención, han acudido a votar para tratar de frenar al Reagrupamiento Nacional de Le Pen
Amine, vestido de chándal y cuyo incipiente bigote no disimula su aniñado rostro, cuenta que las elecciones de este domingo se han convertido en el “único tema de conversación” entre sus amigos de la ciudad de Bobigny, situada en el departamento de Seine-Saint-Denis, cerca de París. Reconoce que “hablar de política no es algo habitual”, tanto en casa con sus padres, a quienes “no les interesa”, como con sus compañeros del liceo Louise Michel. Pero la posibilidad de que en unos días hubiera un Gobierno de extrema derecha, algo que las proyecciones de este domingo, con la victoria de la izquierda, han descartado, transformó su actitud y la de su entorno. “Tengo miedo por lo que nos puedan hacer y por el racismo que va a despertar”, confesaba. Por eso, lo primero que este chico de origen argelino y de religión musulmana hizo cuando hace dos meses cumplió 18 años fue pedir su carta de elector. “Todos vamos a votar, sobre todo los jóvenes”.
Compuesto en gran parte por inmigrantes y franceses de origen extranjero, el departamento de Seine-Saint-Denis, el más pobre del país, y que solo suele salir en los medios de comunicación cuando ocurren disturbios, fue el que menos participación registró en la primera vuelta de las últimas presidenciales de 2022, con una abstención en torno al 30% frente a la media nacional del 26,31%. En aquel entonces, se señaló en particular a Bobigny por ser una de las tres ciudades del departamento que menos acudió a las urnas. Sin embargo, dos años después, allí la participación subió en la primera vuelta de las legislativas hasta el 57,11% (la media nacional es del 66,7% y en el conjunto de Seine-Saint-Denis del 47%). Al igual que otras muchas ciudades de la banlieue, la periferia, Bobigny parece haber despertado electoralmente. “La abstención suele ser estructural en la banlieue, pero en los últimos comicios fue contenida por el peligro inminente [de un Gobierno del Reagrupamiento Nacional, el partido de Marine Le Pen]”, explica Michel Kokoreff, profesor de Sociología en la Universidad París-VIII, que liga el aumento de la participación a los buenos resultados obtenidos por La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon.
Durante la campaña electoral, el RN ha asegurado que de llegar al poder tomaría medidas como suprimir el derecho de suelo —la atribución automática a los 18 años de la nacionalidad a los nacidos en Francia de padres extranjeros—, implementar la preferencia nacional en la atribución de subsidios familiares, restringir las reagrupaciones familiares o no asignar empleos “sensibles” a personas con doble nacionalidad. Una serie de decisiones que han generado inquietud en ciudadanos como Ameziane, un profesor de autoescuela nacido en Bobigny hace 55 años y cuyos padres emigraron a Francia en 1954 desde la región de Cabilia en Argelia. “Esta mañana, de los seis alumnos que tenían clases de conducir, tres me han hablado del RN y de las legislativas, algo que no suele sucederme nunca en el trabajo. Tienen mucho miedo”, contaba el pasado jueves. Zorine, una estudiante de Comunicación de 21 años, de madre siria y de padre argelino, coincide con él. “En un barrio como el nuestro, donde hay mucha pobreza, tráfico de droga y jóvenes que sienten que no tienen futuro, ¿qué hará el RN con nosotros, aparte de traernos su odio?”, reflexiona con gravedad.
Pese a que solo 40 minutos separan el centro de París de Bobigny, la diferencia entre ambas ciudades es abismal. La primera estampa con la que uno se topa al salir de la estación de metro Bobigny-Pablo Picasso es la de unos camellos actuando a plena luz del día, en medio de habitantes que ya ni los ven o sencillamente han aprendido a ignorarles. Un poco más allá, las obras para ampliar la línea 15 del metro, mezcladas con bloques de edificios altísimos, la mayoría vetustos y grises, dejan una sensación de dejadez y de frialdad. Este paisaje, encajonado entre la circunvalación de París y la autopista A86, sin siquiera un centro urbano y de arquitectura brutalista, desprende una hostilidad que contrasta con unos habitantes amables y orgullosos de vivir en un municipio multicultural del que destacan la solidaridad de su gente. “Nadie piensa en los que vivimos en la banlieue, somos considerados como mierdas, si no, ¿por qué no tenemos escuelas públicas decentes? ¿Cómo quieren que nos construyamos intelectualmente, culturalmente en un entorno así?”, lamenta Zorine, quien cuenta que por ser blanca y “no tener cara de árabe” consigue sortear las trabas de un sistema que considera racista a la hora de buscar un trabajo, algo vital en su caso para “no ser un peso para la familia”.
Si alguien sabe del sentir de la banlieue ese es el presidente de la Sala 18 del Tribunal de Bobigny, Youssef Badr. Criado por unos padres inmigrantes marroquíes que ni siquiera hablaban francés junto a sus cuatro hermanos en Cergy, un barrio humilde de la periferia de París, absolutamente nada predestinaba a este hombre elegante, de mirada y sonrisa franca, a convertirse en un destacado magistrado y un ejemplo para muchos jóvenes. “Pregunte a cualquier joven de Bobigny o de Saint-Denis si se ve a sí mismo siendo juez algún día y verá que para ellos es sencillamente inconcebible”, lamenta el magistrado, quien fue portavoz de la ministra de Justicia, Nicole Belloubet, entre 2017 y 2019. Si una palabra pudiera resumir su recorrido sería “esfuerzo”, tanto para recuperar el retraso educativo que arrastraba como para integrar los códigos y los referentes culturales de la burguesía de la capital. Su llegada a la Sorbona fue todo un acontecimiento. Vestido de chándal y calzando unas deportivas Airmax, sintió al poner un pie en la prestigiosa universidad que había literalmente “viajado a la Luna”.
“Me parece increíble que los jóvenes de los barrios populares se hayan movilizado cuando llevan abandonados desde hace años”, opina Badr, sentado esta pasada semana en su pequeño y acogedor despacho del Tribunal de Bobigny, en el que están expuestos un ejemplar de la portada de la revista Sport Style protagonizada por Mbappé, un póster de la serie The Wire, y tres plantas verdes por las que dice tener mucho cariño. “El miedo que sienten los jóvenes de los barrios es palpable. Temen estudiar para luego verse bloqueados, que se les cierren las puertas, en particular con el tema de la doble nacionalidad. Tienen miedo que el RN aplique las medidas que ha anunciado”, explica este amante incondicional de rap que decidió fundar una asociación, la Courte Échelle, con el objetivo de ayudar a los jóvenes de la banlieue a encontrar becas en tribunales o en bufetes de abogados y así tener una oportunidad de desarrollar una carrera en el ámbito del Derecho o en la alta función pública ante “la clamorosa falta de infraestructuras e inversión del Estado”. El juez está solo por el momento a cargo de la asociación y ya no da abasto, pero espera en un futuro poder recaudar fondos para ampliar su labor.
Wesley y Pérec son dos de los 7.000 jóvenes a los que el magistrado ha acompañado en los últimos años. El primero, estudiante de Derecho de 25 años, sentía estos días pavor por el posible ascenso del RN al poder, él que no puede ir a una manifestación sin que la policía le pida su documentación por ser mestizo. “De alguna forma la situación nos obliga a actuar”, estimaba. Pérec, un estudiante de 21 años de origen marfileño, compartía su visión. “Estamos todos acojonados. Tengo un amigo que quería trabajar en la función pública y que lo ha dejado todo después del desfile neonazi de Ordre Nouveau en París en mayo”, contaba el joven, que teme tener un día que trabajar “para un Estado fascista y racista” o que sus orígenes sean un freno a la hora de hacer oposiciones. Ambos anunciaron que acudirían a votar este domingo para que su mayor pesadilla no se convierta en realidad.
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