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Macron releva a su primera ministra, Élisabeth Borne, tras la crisis por la ley migratoria

El presidente francés intenta abrir una nueva etapa en el año de las elecciones europeas y los Juegos Olímpicos. El nombre del sucesor se conocerá el martes

La primera ministra de Francia, Élisabeth Borne, que este lunes ha presentado su dimisión, junto al presidente, Emmanuel Macron, el pasado viernes en París.
La primera ministra de Francia, Élisabeth Borne, que este lunes ha presentado su dimisión, junto al presidente, Emmanuel Macron, el pasado viernes en París.STEPHANIE LECOCQ / POOL (EFE)
Marc Bassets

Emmanuel Macron quería pasar página tras un año difícil por la agónica reforma de las pensiones, los disturbios en los extrarradios y una reforma migratoria aplaudida por la extrema derecha. El presidente francés relevó este lunes a su primera ministra, Élisabeth Borne, en el cargo desde 2022. El martes por la mañana debería anunciar el nombre del sucesor.

La dimisión de Borne llega al inicio de un año políticamente comprometido. Por las elecciones europeas, primer examen en las urnas para Macron tras las últimas presidenciales. Y por los Juegos Olímpicos de París, examen para Francia a escala mundial.

Según la cadena informativa BFM-TV y otros medios, el favorito para suceder a Borne es el actual ministro de Educación, Gabriel Attal, estrella ascendente del Gobierno. Pero no hay confirmación oficial. Con 34 años, Attal sería el primer ministro más joven de la V República, el actual régimen constitucional, fundado en 1958. El anterior más joven fue Laurent Fabius, nombrado cuando tenía 37 años por el socialista François Mitterrand en 1984.

“La señora Élisabeth Borne ha presentado este día la dimisión del Gobierno al presidente de la República, que la ha aceptado”, dice un comunicado del palacio del Elíseo. “Ella asegura, junto a los miembros del Gobierno, la gestión de los asuntos corrientes hasta el nombramiento de un nuevo Gobierno”.

Borne, una tecnócrata adscrita al ala socialdemócrata del Gobierno, fue nombrada tras la reelección de Macron a la presidencia de la República hace un año y medio. Su sucesor será el cuarto primer ministro del presidente francés desde que en 2017 conquistó el poder. Los otros fueron los conservadores Édouard Philippe y Jean Castex.

Baile de rumores

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En los últimos días, han circulado varios nombres para suceder a Borne, un baile de rumores e intoxicaciones en la cúpula del poder político y mediático digna de la Corte de Versalles. Entre otros candidatos, se ha mencionado el ministro de los Ejércitos, Sébastien Lecornu, el exministro de Agricultura, Julien Denormandie, y el poderoso ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire. El titular del Interior, Gérald Darmanin, ambicionaba el cargo, pero salió chamuscado de la ley de inmigración.

En la tarde del lunes, los comentaristas televisivos pusieron sobre la mesa el nombre de Attal. Si este pronóstico se cumpliese, se habrá ido una experimentada alta funcionaria, de 62 años, con una amplia trayectoria en la Administración y en gabinetes ministeriales socialistas. Y le sustituiría un político de 34 años, popular en los sondeos, macronista leal y con una ambición ilimitada.

En Francia, se considera al primer ministro un fusible del presidente. Cuando este, inamovible en el cargo, tiene problemas, salta su jefe de Gobierno. El cambio de primer ministro comportará con toda seguridad en los próximos días un cambio en los ministerios.

En un mensaje en la red social X (antes Twitter), Macron escribió: “Señora primera ministra, querida Élisabeth Borne, su trabajo al servicio de nuestra nación ha sido cada día ejemplar. Usted ha puesto en marcha nuestro proyecto con la valentía, el compromiso y la determinación de las mujeres de Estado”.

Borne era la segunda mujer primera ministra en la historia de Francia. La anterior, la socialista Édith Cresson, solo duró 10 meses en el cargo. Ella, el doble. En una carta, Borne reivindicó su legado reformista en Matignon, sede de la jefatura del Gobierno. Y dejó claro que, si dimitía, era a su pesar. Su ventaja, para Macron, era un conocimiento detallado de los engranajes de la Administración y su origen socialista que permitía al presidente mantener las credenciales progresistas en un Gobierno dominado por figuras de la derecha. La desventaja es que era más tecnócrata que política, se sentía incómoda en la esgrima verbal y carecía de la fe macronista —y conexión con el líder— de otros colaboradores y ministros.

Las crisis se han acumulado para Macron y Borne en el último año. Primero fue la impopular reforma de las pensiones, con más de cuatro meses de manifestaciones en las calles y una mayoría de franceses en contra. Después, los disturbios en los extrarradios al inicio del verano. Y en diciembre, la adopción dramática de la reforma migratoria, pactada con la derecha y con los votos a favor de la extrema derecha.

La ley de inmigración disgustó al sector socialdemócrata del Gobierno. Y provocó la dimisión del ministro de Sanidad, Aurélien Rousseau y el voto en contra o la abstención de decenas de macronistas en la Asamblea Nacional. Macron ha hecho gala, desde que llegó al poder, de ser “ni de izquierdas ni de derechas” (o “tanto de izquierdas como de derechas”), pero con esta ley ha asumido medidas represivas que la derecha llevaba años demandando.

El problema de la primera ministra Borne era que carecía de mayoría en la Asamblea Nacional. Por ello acabó usando 23 veces el discutido artículo 49.3 de la Constitución, que permite adoptar una ley eludiendo el voto parlamentario. O pactando con la derecha y rompiendo el equilibrio entre izquierda y derecha: el fin del famoso “al mismo tiempo”, la filosofía de Gobierno macronista, que en su origen era un liberalismo pragmático y transversal.

El interrogante es si el sucesor de la primera ministra será capaz de seguir gobernando en minoría y a golpe de decreto. O si acabará tropezando como ella. El primer examen serán las europeas, en las que el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen parte como favorito.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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