Retorno al sueño americano de la mano de un Kennedy
El polémico hijo de Bobby Kennedy elige al Estado de Utah como punto de partida para su candidatura independiente hacia la Casa Blanca en 2024
La política estadounidense debe mucho al mundo del entretenimiento. La noche del jueves, medio millar de personas se reunieron en un club nocturno de Salt Lake City, la capital de Utah, para escuchar a Robert F. Kennedy Jr. El polémico abogado ambientalista y activista antivacunas, el tercero de once hijos del difunto senador Bobby Kennedy, se fijó como objetivo el Estado mormón para iniciar su camino a la carrera presidencial de 2024. Minutos antes de que Kennedy tomara el micrófono, Rufus McGee, un financiero de 41 años, abría una cerveza con la actitud de quien esperaba presenciar un espectáculo que le causaría una mezcla de morbo y fascinación. “Algunas de sus políticas están alejadas de la realidad. Me parece un tipo que viene de fuera de los márgenes y que habla sin que le importe mucho lo que opinarán de él”, asegura McGee.
McGee llegó a la discoteca Sky convertido en un huérfano político. Es uno de los millones de votantes que no sabe a quién apoyar en lo que podría ser el segundo round entre Joe Biden, de 81 años, y Donald Trump, de 77, en 2024. Tanto McGee como su novia, Chris, una ingeniera de trenes de 45 años, están registrados como republicanos. Es la única forma de que su voz se escuche en Utah, un Estado que vota sólidamente por republicanos moderados desde 1985. La pareja tiene una certeza: no votarán por Trump. “Simplemente no hay forma”, dice Christine, quien se describe como liberal.
Ante este panorama, Kennedy, de 69 años, se ha hecho atractivo. Tiene el apellido de una de las dinastías políticas más destacadas de Estados Unidos. Los expertos en la familia creen que no representa la continuidad de lo que simboliza el nombre. Una parte de sus familiares ha dado la espalda a sus aspiraciones. “Parece más interesado en capturar votos de aquellos quienes creen que hubo una conspiración para asesinar a John F. Kennedy, que de seguir los pasos del presidente Kennedy y de su propio padre... No puedo dejar de pensar que si JFK o su hermano RFK siguieran vivos esta candidatura les parecería horrible y le urgirían a abandonar la carrera”, afirma por correo electrónico Thomas Maier, autor de The Kennedys: America’s Emerald Kings (2004). “Irónicamente, la única forma que puede ayudar al Partido Demócrata este año, la organización que fue un vehículo para el éxito de su familia, sea quitándole votos a Donald Trump de los simpatizantes de derechas adictos a las teorías de la conspiración”, agrega el autor.
Amaryllis Fox, su jefa de campaña y su nuera, afirma que RFK Jr. lidera en las preferencias entre los jóvenes. Es especialmente fuerte en el segmento que tiene entre 18 y 34 años, donde tiene un 38% de acuerdo con un sondeo de Quinnipiac. Esta encuesta asegura que Kennedy tendría el 22% si llega a la carrera como candidato independiente (Biden tendría 39% y Trump 36%). Según Fox, una exagente de la CIA que publicó en 2019 un libro sobre su experiencia, su principal atractivo para este sector es su discurso sobre la corrupta relación entre el Estado y las corporaciones.
No es lo único que escuchó la audiencia desde que Kennedy toma el micrófono. Durante 60 minutos, el aspirante a la presidencia saltó de un tema a otro con una verborrea digna de un podcasts no moderado. Comenzó con la crisis de los sin techo en San Francisco, de los litigios que ha llevado contra Monsanto, de la crisis en la frontera con México, de los 16.000 billones de dólares desperdiciados inútilmente en la pandemia, de la avaricia de las firmas de inversión BlackRock, Blacsktone y Vanguard y del abuso de dinamita en la minería en Virginia Occidental, entre otros temas. En el público había gente con pancartas que le pedían “libertad para la clase media”. Uno le gritó: “Devuélvannos nuestro país”.
Kennedy disparaba a mansalva temas que son atractivos para la derecha y para la izquierda. A los progresistas prometía ambientalismo. A los conservadores, menos regulación y el cierre de organismos de vigilancia gubernamentales. En todo su caótico discurso flotaba una nostalgia por el Estados Unidos que se ha ido, aquel que ayudó a forjar “su tío”, como él llama a quien todos conocen como John F. Kennedy. “El sueño americano, aquel que podías lograr trabajando duro y respetando las reglas, es una promesa que ya no se puede mantener”, dijo durante su discurso. “Se ha perdido la fe en Estados Unidos”, afirmó en otro momento.
“¿Qué vamos a hacer con ello?”, le preguntó alguien a gritos desde el segundo piso. Kennedy, quien lleva seis meses en campaña, parece enfocarse más en el diagnóstico que en las propuestas. Su equipo está decidido a llevarlo a la boleta electoral en los 50 Estados del país. Este esfuerzo requiere de una inversión de unos 15 millones de dólares, explica Amaryllis Fox. Por eso se eligió Utah como punto de partida. El requisito para lograrlo es uno de los más bajos. Kennedy debe lograr 1.600 firmas de simpatizantes antes del 8 de enero. En el evento del jueves consiguió 600. En Estados como California, el reto es mucho mayor, pues necesitará al menos el 1% de las firmas de los votantes registrados, una cifra que ronda los 219.000 apoyos.
Vivian se convirtió el jueves en una voluntaria para recabar firmas. Tiene 32 años y trabaja en una firma legal en línea. No votó en 2020, pues perdió la fe en la política estadounidense cuando su favorito, el senador progresista Bernie Sanders, no se convirtió en el candidato demócrata. Tampoco piensa votar si Kennedy no llega a la boleta. “No estoy dispuesta a elegir entre el menor de los males”, dice. Esa noche asistió a su primer mitin político y llevó a una amiga con ella. Ambas quedaron impresionadas por la variedad de temas y por cómo se plantó ante gigantes como Monsanto y BlackRock. “Creo que él nos puede defender de todo lo que nos quieren quitar”, asegura.
Aunque hay optimismo en la campaña de RFK Jr., los expertos en elecciones se mantienen escépticos. Un reputado grupo de politólogos de la Universidad de Virginia pone en duda que el independiente mantenga su popularidad una vez que se acerque la fecha de elección. “Los candidatos de terceros partidos tienen más fuerza en los sondeos que en su desempeño. La antipatía del votante hacia los dos principales candidatos puede impulsar artificialmente los números sobre el papel”, escribe Kyle Kondik. Como ejemplo cita al libertario Gary Johnson y Jill Stein, del Verde. En los sondeos rumbo a los comicios de 2016 tenían 9% y 3%, respectivamente. Pero solo recibieron el 3,3% y el 1,1% de los votos. Pero Kondik lanza una advertencia: “el verdadero apoyo de Kennedy solo se revelará muy tarde en la campaña, lo que hace los sondeos muy difíciles de descifrar”.
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