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Oleg Orlov, activista ruso de derechos humanos: “La victoria de Putin en Ucrania significaría preservar durante años un régimen fascista”

El dirigente de Memorial duda de la eficacia de las sanciones occidentales contra los rusos y asegura que hará falta una generación para superar el imperialismo en su país

Oleg Orlov
Oleg Orlov, copresidente del Centro para la Defensa de los Derechos Memorial, en su casa en Moscú.Javier G. Cuesta
Javier G. Cuesta

Hace un año, Oleg Orlov advirtió de que la paz a cualquier precio puede ser catastrófica. “Una Rusia fascista y victoriosa se convertirá inevitablemente en una grave amenaza para la seguridad, no solo de sus vecinos, sino también de toda Europa”, concluía en su columna Ellos querían fascismo y lo tuvieron, publicada en noviembre de 2022 en el diario francés Mediapart. Un año después, el veterano activista ruso fue juzgado por ese artículo por el mismo sistema, “mitad feudal, mitad capitalismo de Estado corrupto”, que denunciaba: el régimen de Vladímir Putin.

Oleg Orlov (Moscú, 70 años), copresidente del Centro para la Defensa de los Derechos Memorial —una entidad creada después de que el Kremlin liquidase en 2022 su histórico centro para la defensa de los derechos humanos— recibió una multa de 150.000 rublos, unos 1.500 euros al depauperado cambio actual de la divisa rusa. El activista apeló, y también la Fiscalía, que exige tres años de prisión para él con el pretexto de que “socava la estabilidad social junto con Memorial”. Otros disidentes —como Alexéi Gorinov, Ilia Yashin, Vladímir Kara-Murza y muchos otros menos conocidos— fueron encarcelados antes.

Junto a la entrada de su hogar hay una amenazante pintada con la Z del ejército ruso y la frase “guerra contra ellos”. Orlov, que ha defendido los derechos humanos durante más de 40 años, desde los estertores de la Unión Soviética a la represión del Cáucaso, lo toma con serenidad: afirma que nunca tuvo otra opción que hacer lo que consideraba justo.

Pregunta. Memorial ha trabajado por la democracia en Rusia durante más de 30 años. ¿Ha servido de algo?

Respuesta. No he tenido otra opción. Pensé que lo correcto era oponerse a los golpistas en 1991; pensé que era correcto participar en la redacción de las leyes para una nueva Rusia democrática. ¿Por qué debía encerrarme en mi vida privada y no hacer nada?

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P. ¿Cree que Europa entiende a los rusos?

R. El futuro de Rusia se decide en gran medida en los campos de Ucrania. Y la victoria de Putin allí significa la preservación de este régimen, al que considero fascista, durante muchos años. A los europeos les resulta muy difícil imaginar que la gente es encarcelada durante muchos años por salir a la calle. Ahora basta con una conversación privada. Hace poco, una mujer habló bien de Zelenski en el comedor de un balneario. Alguien la denunció y fue entregada al Centro de Lucha contra el Extremismo. Por eso, antes de afirmar que la sociedad rusa no protesta, se debe comprender que aquí hay un régimen totalitario muy duro. Esto es completamente diferente a protestar en Madrid, París o Berlín.

P. En su artículo compara el sistema ruso actual con las dictaduras de Franco y Salazar. ¿Espera presenciar cambios en Rusia?

R. Creo que la situación de Rusia puede parecerse mucho a lo que pasó en España y Portugal. Cuando el dictador deja el poder, este muere de algún modo. A menudo se produce una división entre las élites, como fue en el caso en España. Parte de estas élites se dan cuenta de que ya no es posible continuar el rumbo seguido por el dictador, y hay personas que comienzan a dirigir el país hacia una cierta libertad. Aquí es muy importante el papel de la oposición real, y no solo la política. El papel de los activistas de derechos humanos, de la oposición real y de los sindicatos es presionar al Gobierno que asuma el poder después del dictador para avanzar hacia una democracia real y no ficticia. Tan pronto como el dictador desaparece, de entre las personas más inesperadas de su entorno aparecen reformadores que quieren cambios para salvarse y para que el sistema no colapse.

P. Salazar y Franco dirigieron sus países 40 años. Franco murió en la cama sin una revolución en su contra. Y ahora se pide a los rusos que protesten contra Putin mientras Europa les impone sanciones. ¿Sirven de algo?

R. No tengo una respuesta clara para decir si están bien o están mal. Me parece que Europa no lo pensó mucho. Es ingenuo creer que las sanciones harán que los oligarcas derroquen a Putin. No tienen ninguna posibilidad. ¿Quieres dividir a las élites? Dales la oportunidad de salir de la lista de sanciones, esto aumentará poco a poco su división. Respecto a las sanciones generales, tampoco tengo una idea clara. Los ciudadanos rusos tienen dificultades para viajar y se sienten incómodos en Europa. ¿Quieren que se lleven las manos a la cabeza e intenten derrocar a Putin? En un régimen totalitario es ingenuo.

Oleg Orlov
Oleg Orlov coloca flores en el memorial de Solovetsky en homenaje a las víctimas de la represión política, en Moscú, el pasado 29 de octubre. EVGENIA NOVOZHENINA (REUTERS)

P. Ahora no solo detienen a opositores políticos, sino también a miembros del sector proguerra que han lanzado alguna crítica. ¿Nota cansancio con la guerra?

R. Desde 2022 ha habido muchas personas a favor de la guerra, pero la cifra se ha reducido. El cansancio es evidente. Si no se hubiera destruido la libertad de expresión, si no nos castigasen por hablar en la calle, el descontento masivo sería muy visible. Pero muchas personas tienen mucho miedo, guardan silencio o no quieren pensar en ello.

P. En su artículo cita el mito de que los rusos quieren mano dura, un Stalin. ¿Ha cambiado esto?

R. La represión se ha endurecido. Casi todas las organizaciones independientes han sido cerradas y cada semana hay más detenciones y nuevas sentencias. Me sorprende que me hayan dado mucha libertad y pueda concederle esta entrevista. Yo estoy preparado para hablar con usted abiertamente, pero el 90% de los rusos se negarán a tratar con un corresponsal occidental. Piensan que las autoridades se enterarán mañana y les encerrarán en prisión.

P. Usted reitera que es imposible realizar ahora una protesta pacífica en Rusia. En verano tuvo lugar el motín de Wagner. ¿Tal vez Putin no tiene todo bajo control?

R. Creo que no, no lo tiene. Si antes de la rebelión de Wagner alguien hubiera dicho que habría un motín militar en Rusia, nadie lo creería. Su rebelión demostró mucho: generales desaparecidos y cesados. El avión explotó, todo parece haber vuelto a estar en orden, pero hay un claro miedo a los pronunciamientos militares. Por otro lado, suprimir la manifestación pacífica es peligroso no tanto por Wagner, sino porque surgirá el deseo de hacer protestas no pacíficas. Surge el terrorismo, surge una respuesta armada, y las autoridades intensifican la represión. Un terror cada vez más brutal. Las autoridades están empujando a Rusia a ese círculo vicioso.

P. Ha denunciado la liquidación del sistema judicial en Rusia. En su proceso, los lingüistas confundieron en sus fuentes los jedi (de la Guerra de las Galaxias) con los DJ de las discotecas. ¿Cómo valora su juicio?

R. Las acusaciones son estúpidas y sin sentido, estuvieron muy mal preparadas. Ni siquiera intentan formalizar bien los cargos en Rusia, se piensan que cualquier acusación será plasmada en un veredicto de culpabilidad. De todas formas, en mi caso el juez se ha comportado en general de manera decente. Esta acusación habría sido desechada en un tribunal normal, pero nuestros tribunales no son independientes por razones políticas, harán lo se que se diga desde arriba.

P. ¿Cómo ve las relaciones entre los rusos y los ucranios en el futuro?

R. Entiendo que una parte de la sociedad civil ucrania no quiera hablar con ningún ruso. Es doloroso para ellos. Serán unas relaciones dificilísimas, pero el que se mantengan vínculos entre parte de la sociedad civil rusa y parte de la ucrania es algún tipo de garantía para un futuro retorno de unas relaciones normales. Pero entiendo que la mayor parte de los ucranios maldigan ahora a los rusos.

P. Hace 10 años hubo un éxtasis general en Rusia por la toma de Crimea. Putin ha dicho que algunos territorios de otros países eran rusos. Si el Kremlin hubiera ganado esta guerra fácilmente y Occidente hubiera mirado a otro lado, ¿cree que Putin habría ido más allá?

R. Pase lo que pase, ha perdido. Está empujando el mundo hacia una guerra nuclear, y sospecho que está aislado de la realidad. Es un dictador que al final de su dictadura ha llegado a la locura, no en el sentido de una enfermedad mental, pero sí de su desconexión de la realidad. Sin duda se considera una figura histórica, un hombre con la misión histórica de hacer resurgir el russki mir (mundo ruso), el imperio ruso, que no la Unión Soviética. Pensó tontamente que derrotaría a Ucrania en tres días, que los generales ucranios derrocarían “a los drogadictos” —como cataloga el Kremlin al Gobierno ucranio— y tomarían el poder en sus manos. En ese hipotético escenario, una parte de la sociedad rusa se habría sentido inspirada.

P. En España sucedió hace más de un siglo con la independencia de Cuba.

R. Existe el estereotipo de que nuestro país está formado por tres pueblos hermanos: el ucranio, el bielorruso y el ruso. El imperialismo de Putin se basa en algún tipo de código cultural que hay que superar. Me temo que aún falta una generación para superar esto.

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