Sin vuelta atrás en Irán: los 12 meses que han ahondado la brecha entre los iraníes y el régimen
Las autoridades han perdido la legitimidad desde el inicio de las manifestaciones por la muerte de Mahsa Amini mientras buena parte de la población perdía el miedo, según varios expertos
Las convenciones internacionales recogen la obligación de los Estados de garantizar a las familias de las víctimas de violencia a manos de las fuerzas de seguridad tres derechos: la verdad, la justicia y la reparación. Todos ellos le han sido negados a Amjad Amini y su familia desde que el 16 de septiembre de 2022, su hija Yina —o Mahsa, su nombre legal— muriera en el hospital Kasra de Teherán. Tres días antes, esta joven kurda había ingresado en el centro en muerte cerebral, horas después de haber sido detenida en la calle, acusada de llevar mal puesto el velo.
Cuando este sábado se cumplió el primer aniversario de la muerte bajo custodia policial que desencadenó las mayores protestas contra el régimen iraní en sus 44 años de existencia, ese padre ni siquiera pudo llorar a su hija de 22 años ante su tumba. Fue detenido y luego confinado en arresto domiciliario, según organizaciones de derechos humanos iraníes. La República Islámica de Irán trataba así de evitar, según activistas iraníes, que un homenaje a la joven convertida en un icono de libertad reactivara las protestas que tomaron como lema la frase “Mujer, vida y libertad”.
En el año transcurrido desde que la ira largamente incubada de muchos —y sobre todo, muchas— iraníes cristalizara en manifestaciones tras el aciago final de la joven Amini, en Irán se ha producido “un punto de inflexión”; un cambio sin “vuelta atrás”, explica por teléfono el analista hispano-iraní Daniel Bashandeh, que considera que el régimen de Irán ha perdido “toda su legitimidad”. Los iraníes, por su parte, “han dejado atrás el miedo”, sostiene.
“En estas protestas, la población ha dado un paso muy importante al romper una barrera psicológica, la de pedir el final del régimen. Esa barrera no se había traspasado en los 44 años de vida de la República Islámica, en las que siempre había habido manifestaciones. Sin embargo, las últimas han sido muy diferentes porque han puesto de manifiesto un rechazo al sistema en su totalidad”, destaca este experto.
Bashandeh se refiere a manifestaciones como las del llamado Movimiento Verde que, en 2009, sacaron a la calle a más de un millón de personas en Irán. En esas protestas, mucho más multitudinarias que las del último año, no se pedía —o se hacía de forma anecdótica— el final del régimen islámico, sino que se denunciaba el fraude electoral en las elecciones en las que el ultraconservador populista Mahmud Ahmadineyad se alzó con la presidencia. Eran reivindicaciones reformistas, dentro de los márgenes del sistema político iraní, explica el experto.
Este analista considera que el régimen iraní no se sintió tan amenazado entonces como en las protestas del último año. Un dato lo avala: en 2009, murieron varias decenas de personas por la represión. En las que comenzaron en septiembre de 2022, más de 500, según organizaciones iraníes de derechos humanos. Otra diferencia entre ambos ciclos de protestas es el protagonismo de las mujeres y de los jóvenes en las últimas manifestaciones. El propio ministro del Interior, Ahmad Vahidi, reconoció el 26 de enero que las protestas desatadas por la muerte de Mahsa Amini habían abierto “una profunda grieta sociopolítica” entre el régimen y la juventud del país. El 25% de los 84 millones de habitantes de Irán tiene menos de 14 años, de acuerdo con el Banco Mundial.
Un régimen “vulnerable”
“Una de las lecciones más importantes que podemos sacar” de lo sucedido este último año, recalca Bashandeh, es que el régimen “es vulnerable” y que “lo único que mantiene en pie a la República Islámica [de Irán]” en lo que respecta a la población es “la represión y el miedo”. También su alianza con los militares, sobre todo con la Guardia Revolucionaria, un ejército paralelo al regular que “controla buena parte de la economía del país”, recuerda el experto.
El profesor del Departamento de Ciencia Política de la universidad de Tennessee Saeid Golkar coincide por WhatsApp desde Estados Unidos en que el régimen iraní “no está seguro de su supervivencia”. Las autoridades, precisa Golkar, “saben hasta qué punto se han alejado de la población, lo pequeña que es la base social que los apoya y su falta de legitimidad”.
Quienes acaparan el poder en Irán son también conscientes, subraya el profesor, de cómo la situación económica ha ido empeorando en Irán en los últimos 12 meses. “En comparación con el año pasado, el desempleo está subiendo, la inflación también. Nada está mejorando en Irán. Este proceso [las manifestaciones] tiene además causas estructurales que vienen de mucho tiempo atrás: el deterioro del medio ambiente, la discriminación económica, el deterioro del sistema político, las restricciones culturales y sociales, y la opresión [del régimen]. Nada de esto ha cambiado para bien en el último año”.
El 30 de enero, el Ministerio de Trabajo y Bienestar Social del país divulgó un informe en el que se elevaba a un tercio de la población el porcentaje de iraníes sumidos en una pobreza extrema. En un año, entre 2020 y 2021, la cifra de pobres de solemnidad en Irán se duplicó, una miseria de la que las autoridades culpan a las sanciones de la comunidad internacional por el programa nuclear del país. Los expertos añaden que otra causa mayor del empobrecimiento de la población es la corrupción del régimen. Esa marea de nuevos pobres convive en Irán con 250.000 millonarios, calculó en 2020 la consultora internacional Capgemini.
El politólogo Golkar advierte: “Para la mayoría de los iraníes, no hay vuelta atrás. Este régimen se mantiene solo por la fuerza. Creo que la situación no va a mejorar hasta que la República Islámica sea capaz de reformarse a sí misma, una misión imposible, o el pueblo sea capaz de derrocarla, algo que también es muy, muy difícil”.
Una “conquista de las mujeres”
Uno de los cambios de más hondo contenido simbólico en Irán desde la muerte de Mahsa Amini ha sido el de las mujeres que se han quitado el velo como gesto de desobediencia a unas leyes que han institucionalizado la misoginia. Esa tendencia no parece estar revirtiéndose, a pesar de la multiplicación de medidas por parte de las autoridades para obligar a las iraníes a cubrirse de nuevo, como el uso de cámaras para identificarlas, el envío de mensajes de texto amenazantes a sus móviles o las penas de prisión o privación de derechos como el de conducir o usar las redes sociales. El Parlamento iraní tramita una nueva ley, denominada “del hiyab y la castidad”, que eleva las penas por no llevar esa prenda hasta a 10 años de cárcel y generaliza castigos como la flagelación que antes se aplicaban en caso de reincidencia.
A pesar de ello, este sábado, usuarios de las redes sociales difundieron fotos de mujeres sin velo paseando incluso ante agentes de policía. Tras efectuar un estudio de los vídeos subidos a YouTube desde Irán, el politólogo Ali Alfoneh, del Instituto de los Estados Árabes del Golfo en Washington (AGSIW, en sus siglas en inglés), ha concluido que, en los entornos urbanos, “entre un 20% y un 30%” de iraníes ya no lleva velo. Este número tan elevado muestra para este especialista que “el régimen parece tolerar, al menos de momento, que el 20% de las mujeres urbanas no lleven el hiyab en público”, asegura por correo electrónico.
La activista hispano-iraní Ryma Sheermohammadi atribuye el elevado número de mujeres que se ha quitado el velo a “una conquista” y en absoluto a la tolerancia del régimen: “Bajo la superficie, en la sociedad iraní, se han producido cambios fundamentales que no tienen vuelta atrás. Uno de los pilares de los cambios es el propiciado por las mujeres, sus luchas civiles y su búsqueda de libertad, que continúan avanzando con más fuerza, cohesión y confianza en su capacidad y poder. En un futuro cercano, debido al crecimiento de una nueva generación y la conciencia de los iraníes, que es uno de los logros de este movimiento, el régimen no podrá resistir ante el pueblo”.
Alfoneh no es tan optimista: “Mientras quienes se oponen a la República Islámica carezcan de liderazgo, organización, financiación y una visión compartida del Irán posterior a este régimen, es probable que asistamos a ciclos recurrentes de protestas, represión exitosa de estas por parte del Gobierno y vuelta a una relativa normalidad. Este ciclo puede prolongarse durante mucho tiempo”.
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