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La vice primera ministra holandesa deja la política por las amenazas de muerte que sufre

Sigrid Kaag, líder del partido liberal de izquierdas D66, también critica que ha sido blanco de actitudes misóginas en un clima de crispación que ha frustrado su labor

Sigrid Kaag
La líder del partido D66, Sigrid Kaag, anuncia que deja la política en La Haya, Países Bajos, el 13 de julio de 2023.REMKO DE WAAL (EFE)
Isabel Ferrer

La viceprimera ministra holandesa y responsable de Finanzas, Sigrid Kaag (61 años), deja la política. Lo hace, según ha declarado este jueves, porque las amenazas de muerte que recibe han hecho mella en su familia. “Mi trabajo pone a prueba a mi familia y le pasa factura”, ha admitido la líder de la formación liberal de izquierdas D66, que llevaba varios meses sopesando su futuro. “No quiero pedirles de nuevo que pasen por esto. Ellos son mi base”, ha dicho Kaag en referencia a las elecciones anticipadas que se celebrarán en noviembre tras la dimisión, la semana pasada, del Gobierno encabezado por Mark Rutte, quien también se retira.

La líder de D66 irrumpió en 2017 en la escena política de Países Bajos como estrella emergente a la que se auguraba capacidad para llegar a la jefatura del Gobierno. Sin embargo, desde entonces ha perdido fuerza, en parte debido a la imagen algo distante que proyecta. Kaag asumía que debía ganarse a sus compatriotas, que la consideraban una desconocida. Lo que no esperaba son las fuertes medidas de seguridad que la han acompañado por las amenazas que recibe y los mensajes de odio contra ella en las redes sociales. La política se mantendrá en su puesto hasta las próximas elecciones.

La decisión de Kaag no ha sorprendido, pero sí ha generado un gran revuelo entre sus colegas y rivales políticos por la crispación y polarización social que reflejan el acoso. Jan Paternotte, presidente de D66, ha sido contundente: “La basura y las amenazas que Sigrid Kaag ha tenido que soportar lesionan nuestra democracia. Nunca lo aceptaremos”, ha escrito en su cuenta de Twitter. Mark Rutte, primer ministro saliente que forzó el pasado viernes la caída del Gobierno por el recorte a la reunificación familiar de los refugiados de guerra, ha elogiado “la valentía” de su colega y su “buena colaboración y compromiso sin fisuras” con el país. Pero también ha considerado que Kaag “ha tenido que pagar un precio muy alto en su vida privada”.

El resto de sus colegas, dentro y fuera de la oposición, han condenado de manera unánime una intimidación que ha sacudido los cimientos de la familia de Kaag. El líder de extrema derecha Geert Wilders, que la ha llamado en varias ocasiones “bruja” en el marco de sus discursos, ha recordado que él sigue adelante a pesar de vivir situaciones similares. Wilders lleva protección desde hace dos décadas debido a su rechazo frontal al islam. La seguridad de Rutte y la de la princesa heredera, Amalia de Orange, ha sido también reforzada, en su caso, por amenazas del crimen organizado.

La viceprimera ministra dimisionaria está casada con el palestino Anis al-Qaq, dentista de profesión que trabajó en el Ministerio de Planificación y Cooperación Internacional de la Autoridad Palestina. Tienen cuatro hijos de entre 18 y 25 años. En enero de 2022, un hombre que portaba una antorcha encendida se plantó frente al domicilio de la familia gritando consignas en su contra mientras transmitía su acción en directo por internet. El sospechoso fue arrestado y condenado a cinco meses de prisión. Se le impuso, además, una orden de alejamiento, pero los medios holandeses señalan que ha sido visto cerca del edificio del Congreso, en La Haya.

El efecto que tuvo aquel incidente quedó patente el pasado 28 de mayo, cuando Kaag acabó llorando durante un programa de televisión después de que sus dos hijas dijeran que estaban preocupadas por su seguridad. Temían que la dirigente política acabara “como Els Borst”, afirmaron en referencia a la ministra de Sanidad asesinada en 2014 por un hombre con problemas psíquicos.

En el caso de Kaag ha habido racismo y también misoginia. Nacida en la ciudad de Rijswijk, a unos seis kilómetros de La Haya, donde reside ahora, su labor diplomática la ha llevado a países como Líbano, Sudán y Siria. Ha trabajado para Naciones Unidas en puestos relevantes relacionados con los refugiados, la migración y el desarrollo, y coordinó la misión conjunta de la ONU y la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), destinada a eliminar el arsenal químico sirio. Su hoja de servicios ha sido ignorada por sus compatriotas holandeses, una parte de los cuales la ven como una persona venida de fuera (regresó del exterior en 2017), cuya familia, de piel oscura, también se ha criado en el extranjero. En una entrevista con este periódico el pasado junio en Madrid, Kaag afirmó sobre su situación: “Vivimos un clima político muy polarizado, secuestrado por grupos extremistas de derecha radical. Es una amenaza a la democracia que debemos tomarnos muy en serio”.

Según un estudio elaborado en 2021 por la universidad de Utrecht y la revista De Groene Amsterdammer, Kaag es la diputada que más mensajes de odio recibe en el Congreso holandés: un promedio de un 22% frente al 10% que llega a sus colegas femeninas.

Este jueves, en su despedida, Kaag ha deseado que su decisión “no desanime a las niñas y mujeres holandesas a entrar en política, que debe ser un trabajo de equipo”.

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