Elecciones en Grecia: las urnas confrontan a los jóvenes griegos con su rebeldía
Los comicios de este domingo toman el pulso a una generación atropellada por la crisis que se debate entre el ansia de cambio y el desapego a los partidos mayoritarios
Alexandros cree que demasiada gente ya ha “perdonado” a Kyriakos Mitsotakis, el líder del partido conservador Nueva Democracia y primer ministro de Grecia desde 2019. Este alumno de Económicas en la Universidad de Panteion, en Atenas, lamenta que Mitsotakis sea el favorito en las encuestas para las elecciones legislativas de este domingo en Grecia, por delante del izquierdista Alexis Tsipras, de Syriza, y del socialista Nikos Androulakis, del Pasok. Dice que en menos de tres meses se ha esfumado la indignación con que salieron a la calle cientos de miles de griegos cuando, el 28 de febrero, murieron 57 personas, en un choque de trenes en Tempe. El hecho de que más de la mitad fueran estudiantes está cargado de simbolismo.
Si hoy Grecia disfruta de un régimen democrático, es en parte gracias a que, hace 50 años, los estudiantes de la Universidad Politécnica de Atenas se rebelaron contra la junta de los coroneles. El 17 de noviembre de 1973 los militares irrumpieron con tanques en el campus y mataron a decenas de jóvenes. Un año después cayó la dictadura y “el día de la Politécnica” se convirtió en fiesta nacional. Esa jornada, en las escuelas no hay clase, solo se conmemora la fecha. Los niños corean en los patios el lema por el que murieron aquellos estudiantes: “Pan, educación y libertad”.
Desde entonces, los universitarios han tenido en Grecia un gran protagonismo. Son una fuerza amorfa, con sindicatos que no responden a partidos políticos, agrupaciones anarquistas muy activas, el partido comunista siempre presente —aunque en las elecciones generales apenas suele rondar el 5% de los votos— y enfrentado a los anarquistas, y otras agrupaciones izquierdistas minúsculas. Son una fuerza dispersa, pero han marcado durante décadas el paso de las protestas en la sociedad griega.
Muchos estudiantes han viajado ya a sus casas por las elecciones, porque no está admitido el voto por correo. De los 10,4 millones de griegos censados, tienen derecho al sufragio 9,9 millones. Y un total de 440.000 jóvenes están llamados a las urnas por primera vez. En estos comicios se estrenan además los que cumplen los 17 años durante el año en curso. Kimon Tsatsarakis, que tiene esa edad, es uno de ellos. Ha quedado con otro joven en el centro de Atenas para venderle una camiseta. Optará por los comunistas. “Aquí los políticos prometen cosas que después no hacen y la gente les sigue votando. En la Unión Europea, siempre vamos por detrás de otros países. Necesitamos arreglar el problema del desempleo”, afirma.
El segundo país de la UE con más jóvenes parados
Grecia ha reducido el paro en esta legislatura que acaba del 17,3% al 10,9% actual —por debajo del 13,26% de España—. Pero el desempleo juvenil sigue siendo el segundo más alto de Europa, con un 24,2%, solo superado por España (29,5%). Jenny Bouton tiene 18 años y reparte octavillas comerciales en Ermou, la gran calle comercial de Atenas. Gana 650 euros al mes y pretende votar “más bien a la derecha”. Pero se muestra crítica: “Ha bajado el paro, pero no aumenta el trabajo de calidad”.
La salida para muchos está en el extranjero. Entre 2010 y 2019, más de 319.000 jóvenes emigraron, según un estudio del investigador de la Universidad de Oxford Manolis Pratsinakis. Xenia, estudiante de arquitectura de la Universidad Politécnica, de 29 años, planea irse a Barcelona cuando termine su carrera. “Votaré a la izquierda”, sostiene, “porque este Gobierno está destruyendo el Estado del bienestar”.
En la Politécnica hay decenas de carteles anarquistas que llaman a boicotear los comicios. En sus muros apenas queda un centímetro libre sin pintadas. Una de ellas exhorta en español: “Quema maderos. Defiende tu barrio”. Pero en esta facultad tan cargada de símbolos izquierdistas hay sitio para todo el mundo. Como para Aggelikí y Marilene, dos chicas de 19 años, que lucen un teléfono con una pegatina de la bandera LGTBI y revelan que votarán a Nueva Democracia.
De vuelta a la Universidad de Panteion, Alexandros piensa que Mitsotakis debería haber dimitido al día siguiente del choque de trenes. “Y en lugar de eso”, añade su amiga Eva, “el único que dimitió, el ministro de Transporte [Kostas A. Karamanlis], se vuelve a presentar ahora en la lista de Nueva Democracia”. Alexandros insiste en una acusación que repiten otros estudiantes: “Mitsotakis ha intentado comprar el voto de la juventud con vales de 150 euros al que cumpla 18 años”. El primer ministro presentó a solo tres semanas de las elecciones el llamado Youth Pass, una tarjeta de débito con un saldo de 150 euros que su Gobierno pretende entregar a los jóvenes que cumplen 18 años para que los gasten en ocio, transporte o turismo dentro de Grecia. El Ejecutivo de Mitsotakis ya puso en práctica durante la pandemia el llamado Freedom Pass, otro pago de 150 euros a los jóvenes que se vacunaban contra la covid.
Haris, de 23 años, advierte en la misma facultad de Economía: “Los estudiantes no nos dejaremos sobornar”. Él y su amigo Yannis, como la mayoría de los consultados, prefieren aportar solo su nombre de pila. Dicen sentir rabia ante tanta emigración. “Irse fuera”, explica Haris, “no ayuda a que el país crezca. Al final, se subestima a quienes estudiamos en Grecia”.
Ninguno de los dos amigos esconde sus convicciones ideológicas. En Grecia cuesta encontrar estudiantes que se declaren apolíticos. Al menos una vez por curso, algunos alumnos toman el control de sus centros e interrumpen las clases para reivindicar algo. El propio Alexis Tsipras, líder del izquierdista Syriza y ex primer ministro, encabezó en el curso de 1990-91 una ocupación de varios meses en su escuela secundaria. Las tomas de centros muestran la fortaleza del movimiento estudiantil, pero son tan habituales que pocas veces logran su objetivo. Aunque los jóvenes han conseguido tumbar proyectos legislativos, a lo largo de los años, los Gobiernos han aprendido a resistir sus embestidas.
Otros jóvenes creen que la única manera de conseguir sus fines es seguir embistiendo. Zeta, de 19 años, no espera nada de la izquierda actual: “Ha demostrado su incapacidad. Confío más en salir a la calle”.
Policías para controlar las universidades
La batalla estudiantil de los últimos tres cursos se ha centrado en preservar la autonomía universitaria, principal legado de la histórica matanza de la Politécnica. La policía y el ejército tuvieron vetado el acceso a los campus desde entonces. El Gobierno de Mitsotakis alegó en 2019 que la autonomía se había pervertido y creaba espacios de impunidad para la criminalidad organizada y el tráfico de drogas. Primero aprobó un decreto que permite la entrada de la policía en las facultades y, después, fundó un cuerpo de policía específico para las universidades.
Nikiforos Vaios, activista de 26 años, miembro de EAAK (Movimiento de Izquierda Unitaria e Independiente), plataforma comunista estudiantil que propugna las asambleas como forma de organización social, niega que las universidades sean territorios sin ley: “No quieren acabar con el trapicheo, quieren que las universidades no sigan siendo públicas. Lo que pretenden es que los hijos de la clase trabajadora no puedan ir”. La batalla no ha acabado. Aunque el cuerpo de policía universitaria existe, no ha sido desplegado ni en la Politécnica, ni en la Universidad de Panteion. Y en los campus donde está presente ha habido enfrentamientos con los alumnos.
Los artistas también toman las calles
El Gobierno de Mitsotakis también se ha topado con la ira de los artistas. En 2022, el Ejecutivo presentó un proyecto para que los títulos de arte dramático, conservatorios, escuelas de cine y danza dejen de ser universitarios y se equiparen a un bachillerato técnico. Los artistas salieron a la calle y ocuparon los principales teatros del país, contra lo que consideraban un intento de favorecer a los centros privados.
Thanos Papadogiannis, antigua drag queen, actor y estudiante de teatro, de 25 años, estima que en los últimos años “los jóvenes han tenido que centrarse en sobrevivir en lugar de protestar”. No encuentra motivos para votar a las formaciones progresistas mayoritarias: “Fuimos los artistas quienes sacamos a la gente a la calle tras el accidente ferroviario, no los partidos”.
Las encuestas prevén que este domingo ninguna formación logre la mayoría suficiente para sumar la mitad más uno de los 300 diputados del Parlamento. Si es así, habrá que disputar una segunda vuelta el 2 de julio. Gobierne quien gobierne, los jóvenes griegos seguirán siendo una fuerza incómoda y rebelde.
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