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EE UU autoriza el entrenamiento de pilotos ucranios para volar aviones de combate F-16

La reunión del G-7 en Japón, a la que también asisten potencias como la India, Brasil e Indonesia, acuerda nuevas sanciones para estrangular la economía rusa

Desde la izquierda, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo; Giorgia Meloni, primera ministra de Italia; Justin Trudeau, presidente de Canadá; Emmanuel Macron, presidente de Francia; Fumio Kishida, primer ministro de Japón; Joe Biden, presidente de EE UU; Olaf Scholz, canciller de Alemania; Rishi Sunak, primer ministro del Reino Unido, y Ursula von der Leyen, presienta de la Comisión Europea, posan para los medios gráficos en el santuario Itsukushima de Hiroshima. Foto: POOL (EFE) | Vídeo: REUTERS
Andrea Rizzi (Enviado especial)

La cumbre del G-7, el grupo de los países democráticos más industrializados del planeta, ha empezado este viernes en la ciudad japonesa de Hiroshima con destellos del extraordinario calado geopolítico de la cita. El grupo anunció una nueva ronda de sanciones y restricciones contra Moscú para asfixiar su capacidad bélica. Además, se supo que el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, tiene previsto acudir en persona a la cumbre, lo que no había sido anunciado previamente. En las primeras sesiones, las siete grandes economías prepararon el terreno para su llegada, para afinar la sintonía con los importantes países no alineados que han sido invitados —la India, Brasil e Indonesia— y abordaron ya la gran cuestión que subyace a todas las demás: la relación con China.

El dilema acerca de si entregar o no a Ucrania los aviones de combate F-16 ha marcado el debate en Hiroshima. Fuentes estadounidenses citadas por diversos medios indicaron que el presidente Joe Biden ha manifestado a los socios su disposición a cooperar en programas de entrenamientos de pilotos de Ucrania. “A medida en que se desarrolle el entrenamiento durante los próximos meses, se decidirá cuándo suministrar a Ucrania estos aviones, qué países lo harán y cuándo”, declaró una de las fuentes.

El Reino Unido, Francia, Países Bajos y otros países europeos han presionado a Washington para que autorizara el entrenamiento de pilotos ucranios y la exportación a Kiev de sus modernos cazas F-16.

El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, celebró a través de su cuenta de Twitter el anuncio de Washington. Los gobiernos de varios países europeos se sumaron a los elogios. “Junto con mis colegas británico, danés y belga, saludamos la noticia de que EE UU está preparado para aprobar el entrenamiento de pilotos ucranios de aviones de combate F-16″, aseguró en Twitter el primer ministro holandés, Mark Rutte. “Las modalidades se analizarán en las próximas semanas. Ucrania puede contar con el apoyo inquebrantable de Países Bajos y sus socios internacionales”, añadió Rutte. “Dinamarca está preparada para apoyar este anuncio”, añadio el ministro de Defensa danés, Jakob Ellemann-Jensen.

El sorpresivo anuncio de la visita de Zelenski elevó enseguida el voltaje de la reunión. “Se decidirán asuntos muy importantes allí [en Hiroshima], por lo que la presencia de nuestro presidente es absolutamente esencial para la defensa de nuestros intereses”, declaró a la televisión pública ucrania Oleksii Danilov, secretario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa de Ucrania. El desarrollo posterior de la cumbre aclaró que las delegaciones se preparaban para ello. Mientras, Zelenski visitaba Yeda, en Arabia Saudí, con ocasión de una cumbre de la Liga Árabe, una organización que reúne a una veintena de países, un importante puñado de votos en la ONU. Su gira, igual que las invitaciones extendidas por la presidencia japonesa del G-7, subrayan los esfuerzos que los principales actores del tablero geopolítico hacen por convencer y acercar Estados del amplio grupo de los no alineados.

Vuelta de tuerca contra Rusia

La nueva vuelta de tuerca de los socios contra Rusia aprobada en Hiroshima se desarrolla en múltiples planos, con controles de exportación, intentos de mejorar la eficacia de viejas sanciones e imposición de nuevas. El comunicado aprobado no concreta el detalle de esas nuevas medidas, que deberán especificarse y ejecutarse posteriormente. Este es el procedimiento habitual de un foro como la cumbre del G-7, grupo que reúne a Estados Unidos, Japón, Alemania, el Reino Unido, Francia, Italia y Canadá (a los que se añade la representación de la UE) y puede conducir a interpretaciones distintas según los miembros.

El G-7 acuerda de entrada reducir aún más el perímetro de las exportaciones a Rusia permitidas, para seguir asfixiando la capacidad manufacturera de Moscú, con un posible efecto sobre su industria de defensa. No se trata de una prohibición general, una posibilidad que estuvo flotando en las discusiones en semanas pasadas, sino un incremento gradual en la presión a Moscú. La medida se sitúa en un punto medio entre la postura más extrema de EE UU, el veto total a las exportaciones, y la más prudente de los europeos, con más lazos comerciales con Moscú. Bruselas calcula que las restricciones ya adoptadas han reducido en un 55% las exportaciones a Rusia (unos 50.000 millones de euros anuales) y más del 60% de las importaciones (unos 90.000).

Los socios también se esfuerzan para reducir el margen de evasión de las sanciones ya implementadas por la actitud de países que facilitan las maniobras para que Rusia pueda eludirlas. El grupo advierte de que quienes se prestan a esos juegos “afrontarán graves costes” por ello. La declaración conjunta no entra en detalles. Aquí también se busca un equilibrio entre posiciones extremas ―cortar el comercio con países que facilitan la evasión― y otras más limitadas, que optan por medidas de represalia quirúrgica. De nuevo, los europeos, y especialmente Alemania, representan el polo de la prudencia.

El G-7, además, ha anunciado que buscará reducir aún más los ingresos de Rusia golpeando nuevos sectores, con el objetivo puesto en el de los diamantes. El negocio de las exportaciones de diamantes reportó a Rusia ingresos por valor de unos 4.000 millones de dólares (unos 3.710 millones de euros) en 2021. Buena parte de su producción se refina posteriormente en la India. Los socios estudiarán mecanismos para reducir los ingresos en este sector ―como ya lo hicieron con las exportaciones de crudo― y para ellos intentarán poner en marcha un complejo mecanismo de trazabilidad para garantizar un impacto sobre el sector de los diamantes rusos.

De Arabia Saudí a Japón

Pero la presión sobre Rusia no es el único asunto relacionado con la guerra. El abanico es muy amplio, desde el apoyo militar y económico a Kiev hasta las perspectivas de posibles futuras negociaciones de paz. Es para atender todas ellas que Zelenski ha decidido viajar. No hay planificación oficial. El líder de Ucrania ha aterrizado en Arabia Saudí con un avión gubernamental francés, informa Reuters, que cita fuentes según las cuales de ahí viajaría a Hiroshima, donde llegaría el sábado por la tarde para participar en la sesión conclusiva, el domingo.

La presencia en Hiroshima de otros importantes líderes mundiales ha redoblado, sin duda, la motivación de Zelenski. La India es un importante elemento de equilibrio, neutral ante la agresión rusa a la vista de los fuertes lazos históricos, pero deseoso de mantener una buena relación con Occidente de cara a China. Brasil, a través del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, se perfila como gran promotor de esfuerzos para entablar una negociación de paz. Es probable que Zelenski intente aprovechar la cita para tener encuentros bilaterales.

En cuanto a las perspectivas de paz, el grupo señala en su comunicado final que “una paz justa no puede conseguirse sin la completa e incondicional retirada de las fuerzas rusas y esto debe ser incluido en cualquier llamamiento a la paz”, en lo que es un claro dardo hacia las iniciativas que promueven Lula o Pekín.

En términos de apoyo económico, los Siete aseguran haber conseguido que “Ucrania tenga el respaldo presupuestario que necesita para 2023 y la primera parte de 2024″.

La relación con China

Aunque los primeros movimientos han dirigido los focos hacia Rusia, hay motivos para considerar que la forja de una posición común ante China se presenta como la cuestión más trascendental de la cita.

En el G-7 se percibe una actitud compartida que busca reducir los riesgos de su excesiva dependencia manufacturera del gigante asiático, reconsiderar el flujo de inversiones y exportaciones hacia China en sectores estratégicos ―para evitar que Pekín se beneficie de tecnología occidental en un camino que los países más industrializados consideran de creciente represión interna y asertividad exterior― y garantizar una relación económica equilibrada. El G-7 avisará a Pekín de que no acepta coerción económica, concepto que reúne distintas prácticas percibidas como un abuso de la fuerte posición económica de China en ciertas áreas.

Pero la aplicación de estos conceptos abstractos presenta muchos desafíos. El control a las inversiones, por ejemplo, despierta dudas y se detecta una distancia entre posiciones más duras en Washington y más prudentes en la UE. Los europeos subrayan su voluntad de avanzar de forma quirúrgica, sin cortes abruptos que precipiten duras consecuencias económicas y perjudiquen la posibilidad de cooperar en áreas donde es necesario y posible, como en el cambio climático, desafíos sanitarios y otros asuntos. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, lo señaló al apuntar que, pese al reajuste, es deseable que se mantenga una relación “estable y constructiva” con Pekín. Sin embargo, incluso dentro de la propia UE no hay todavía una posición unitaria.

Antes del inicio formal de las sesiones, el anfitrión —el primer ministro japonés, Fumio Kishida— invitó a sus socios a visitar el Parque Memorial de la Paz de esta ciudad, símbolo universal del horror nuclear. La presidencia japonesa ha querido subrayar de esta forma su apego a los valores pacifistas fundacionales mientras impulsa un importante aumento del gasto militar. Tokio impulsa en la agenda del G-7 una renovada atención a los riesgos de proliferación nuclear.

De izquierda a derecha, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau; la primera ministra italiana, Giorgia Meloni; el canciller alemán, Olaf Scholz; el primer ministro británico, Rishi Sunak; el presidente de EE UU, Joe Biden; y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante su visita a la isla Miyajima.
De izquierda a derecha, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau; la primera ministra italiana, Giorgia Meloni; el canciller alemán, Olaf Scholz; el primer ministro británico, Rishi Sunak; el presidente de EE UU, Joe Biden; y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante su visita a la isla Miyajima. KENNY HOLSTON (AFP)

A lo largo del programa, que concluirá el domingo, se sumarán a la reunión representantes de otros países. Además de la India, Brasil e Indonesia, la presidencia japonesa ha invitado a otras democracias de peso claramente alineadas con el grupo (Australia y Corea del Sur) y representantes de la Unión Africana (Comoras) y del Foro de las Islas del Pacífico (Islas Cook). Todo ellos representan una señal de una voluntad de reforzar las conexiones exteriores del G-7.

Los socios del grupo, que en los años setenta representaban aproximadamente la mitad del PIB mundial, ahora suponen menos del 30%. La presidencia japonesa ha apostado por intentar que el grupo refuerce lazos con actores con plena disposición para ello, u otros con los que sería fundamental llevar a cabo acercamientos, aunque estén decididos a mantener una posición autónoma en el tablero mundial.

Significativamente, justo antes de la cumbre del G-7, China ha celebrado otra reunión al máximo nivel con cinco países centroasiáticos. Por supuesto, la relevancia estratégica es inferior, pero la cita es un símbolo de los constantes esfuerzos de Pekín de tejer relaciones internacionales, en la que se perfila como una gran competición entre ella y el bloque occidental para conquistar la simpatía y cercanía de países no alineados.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi (Enviado especial)
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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