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Cómo llegan las armas a Ucrania: el secreto mejor guardado de la guerra

Rusia ha demostrado ser incapaz de cortar el suministro de blindados, baterías de defensa aérea, cañones o munición de los aliados de la OTAN desde Polonia

Soldados ucranios llegan en tren desde Kiev a la estación de Kramatorsk, el día 27.Foto: AFP | Vídeo: EPV
Cristian Segura (Enviado Especial)

Decenas de camiones y de trenes recorren Ucrania cada noche en misión especial. En el país impera la ley marcial y un toque de queda nocturno, pero los convoyes militares y los vehículos del ejército no descansan. Cuando cae el sol es el momento de introducir y distribuir por el territorio las armas que están permitiendo plantar cara a Rusia, las que llegan desde los países aliados de la OTAN. Las fuerzas aéreas del invasor no han podido asestar todavía ningún golpe contra esta cadena de suministro, protegida como el mayor secreto de la resistencia ucrania.

Una manera fácil de acabar en prisión en Ucrania es difundir información sobre las rutas de suministro del armamento que llega desde el exterior. “No espere que nadie le aporte detalles, es un asunto extremadamente sensible y penalizado por ley”, constata Olha Husieva, analista del Instituto para la Seguridad de la Universidad de Kiel (Alemania). Lo único confirmado es que la mayor parte de los cañones, blindados, sistemas antiaéreos, lanzacohetes, munición y equipos básicos para las tropas ucranias cruzan la frontera polaca.

“Cuando Rusia inició la invasión en febrero, creían que en cuestión de días o semanas tomarían el control de Ucrania; ni se podían imaginar que un año después, miles de vehículos, miles de obuses, millones de balas estarían llegando desde Europa”. Así lo resume Luke Coffey, militar retirado estadounidense, experto del Instituto Hudson y exasesor de la Secretaría de Defensa del Reino Unido: “Si lo hubieran sabido, habrían evitado concentrarse en tomar Kiev y habrían atacado el oeste de Ucrania desde Bielorrusia, pero ahora es demasiado tarde”.

El aeropuerto de Rzeszow, en Polonia, es quizás el más protegido hoy en Europa. Múltiples baterías de defensa aérea estadounidenses Patriot están desplegadas en el aeródromo y en su región, a 70 kilómetros de la frontera con Ucrania. En Rzeszow, que ya era antes de la guerra un puesto avanzado de la OTAN en la Europa del Este, aterrizan cada día aviones con material militar para Ucrania. La Alianza Atlántica preparó visitas en 2022 en sus instalaciones en Rzeszow para analistas de defensa de sus Estados miembros. Uno de estos expertos, un académico francés que estuvo el pasado verano en el aeropuerto, explica a EL PAÍS bajo condición de anonimato que el nivel de organización en el lugar es algo que no tiene parangón en la historia reciente: hay oficiales de cada país de la OTAN, el armamento tiene punto de almacenamiento según su tipología y es ágilmente cargado hacia la frontera.

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Como Berlín en la Guerra Fría

“Lo que se está llevando a cabo en Rzeszow recuerda al Puente Aéreo de Berlín”, afirma el general francés Jérôme Pellistrandi, en referencia a la conexión aérea que establecieron Estados Unidos, el Reino Unido y Francia para suministrar ayuda a Berlín occidental frente al bloqueo de la Unión Soviética a finales de la década de los cuarenta. “Es un trabajo en coordinación con la OTAN muy complejo, sobre todo los 500 kilómetros finales hasta el frente”, dice Pellistrandi. “La OTAN no estaba preparada para una guerra convencional a esta escala”, añade Husieva, “por eso la industria militar ha ido por detrás de las necesidades en el frente. Por suerte, las infraestructuras ucranias fueron diseñadas durante la Guerra Fría y sí están preparadas”.

El armamento no llega solo por vía aérea o por carretera: las conexiones ferroviarias son igual de importantes, tanto para los equipos que proceden del resto de Europa como para los cargamentos que el ejército de Estados Unidos desembarca en los puertos alemanes. La red de tren ucrania está muy descentralizada y es posible cambiar de rutas con facilidad, una medida esencial de seguridad. Esto disuade a Rusia de destruir el tramo de una vía porque no solo puede repararse en poco tiempo, también es posible cambiar el itinerario, según indica Coffey.

Ucrania comparte 530 kilómetros de frontera con Polonia, el único país por el que oficialmente se trasladan las armas, aunque los expertos consultados dan por hecho que hay otras rutas por Rumania y Eslovaquia. El Gobierno rumano no lo confirma, pero Moscú ya ha advertido de que tiene información de que es así y que lo considera un acto hostil. Rumania comparte con Ucrania 600 kilómetros de frontera, pero geográficamente requiere un recorrido mucho más largo que el de Polonia. Lo mismo sucede con Eslovaquia. La vía más rápida para introducir el armamento por Rumania sería cruzando antes por Hungría, pero el Gobierno de Viktor Orbán ha prohibido el paso de esta ayuda militar por su territorio.

No hay información sobre dónde se realiza el traspaso del cargamento, si los trenes y camiones ucranios ya parten desde Polonia o si el cambio de vehículos se realiza en la frontera. Lo único seguro es que el personal de la OTAN no lo transporta dentro de Ucrania. La extensa frontera polaca permite cambiar los caminos a seguir de forma periódica, según resume Husieva: por lo general se evitan las rutas más transitadas para evitar testigos y que llegue información al enemigo. Los convoyes son siempre en pequeños grupos y las armas más valiosas entran en el país desmontadas y en vehículos diferentes, para no perder todo el equipo en caso de ataque.

Pero el transporte de material militar no solo lo lleva a cabo personal del ejército. Una legión de voluntarios civiles carga cada día desde las fronteras con sus vehículos privados, equipos que no son estrictamente armas, como chalecos antibalas, cascos, gafas de visión nocturna o drones de reconocimiento. Husieva afirma que los camiones con munición y armas deben llevar algún distintivo militar, pero EL PAÍS ha podido comprobar que no siempre es así.

Impotencia rusa

La agencia estatal rusa TASS emitió el pasado diciembre una nota en la que altos cargos del Gobierno de la anexionada provincia ucrania de Lugansk pedían que Moscú destruyera las rutas logísticas del oeste de Ucrania porque solo esto tendría “un impacto radical” en la invasión. La cuestión, según opina Pellistrandi, es que Moscú ha renunciado a ello porque no tiene capacidad para conseguirlo. La mejor manera sería si la fuerza aérea rusa pudiera adentrarse en territorio ucranio, pero desde abril de 2022 ha desistido de hacerlo porque la red de defensas aéreas móviles de Kiev ha demostrado ser tremendamente eficaz. La alternativa que le queda al ejército ruso son los misiles de precisión, pero su arsenal, tras 11 meses de guerra, está bajo mínimos, según los servicios de inteligencia estadounidense y británico.

Pellistrandi estima que a Rusia le queda un 30% de los misiles de crucero. Los analistas consultados coinciden en que no tiene sentido militar utilizar un cohete que puede tener un coste de un millón de euros en anular uno o dos camiones, con la dificultad añadida de que son objetivos en movimiento. “Sin poder utilizar sus aviones, los rusos tienen una tecnología deficiente para golpear contra objetivos móviles”, dice Coffey, “los drones Lancet serían su mejor opción, pero sus misiles tienen un corto alcance y deberían adentrarse demasiado en el espacio aéreo ucranio”. Husieva remarca, además, que la jerarquía del ejército ruso, muy vertical, supone que las órdenes se toman demasiado tiempo para ataques que, en el caso de objetivos móviles, requieren de decisiones muy rápidas.

El peligro para Ucrania está en los kilómetros finales antes de llegar al frente, como quedó demostrado el pasado agosto en Chaplino, un municipio ferroviario en la provincia de Dnipropetrovsk, punto logístico de distribución por tren de tropas y de armas pesadas hacia Donetsk, en el este. Rusia alcanzó con misiles de precisión Iskander un convoy militar que transportaba soldados y material militar. La razón, según los testimonios recogidos por este diario entre los vecinos del pueblo, es que el tren estuvo detenido más de un día en la estación de Chaplino.

Otra desventaja que tiene Moscú es que su red de satélites espía, que puede monitorizar la entrada de armamento a Ucrania, es menor que la de la OTAN, según Coffey. “Rusia tiene que controlar un vasto territorio, no solo toda Ucrania, sino también sus propias fronteras e incluso Siria”. Las condiciones climatológicas tampoco ayudan, indica Pellistrandi, porque las nubes, prácticamente diarias en la región, limitan las imágenes por satélite. La única alternativa del Kremlin de causar una seria interrupción en el suministro de ayuda exterior sería bombardeando el aeropuerto de Rzeszow, concluye este general francés, pero eso es improbable que suceda porque casi supondría declarar la III Guerra Mundial.

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Sobre la firma

Cristian Segura (Enviado Especial)
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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