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Las dudas entre demócratas y republicanos sobre la ayuda a Ucrania agitan la campaña electoral en EE UU

Un grupo de legisladores progresistas retira tras las críticas una carta a la Casa Blanca en la que pedía más apoyo a una solución negociada; la oposición expresa reticencias a los paquetes de ayuda a Kiev

Biden
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante un discurso en una planta de Troy (Alabama) que fabrica armamento en parte destinado a Ucrania, el pasado 3 de mayo.Anadolu Agency (Anadolu Agency via Getty Images)
Macarena Vidal Liy

La guerra en Ucrania ha entrado en la batalla de las elecciones legislativas estadounidenses del 8 de noviembre. A dos semanas de una cita con las urnas en la que está en juego la mayoría en el Congreso ―y, con ella, el apoyo de las Cámaras a la política de la Casa Blanca de soporte económico y militar a Kiev―, las grietas en las posturas en torno a la guerra en Ucrania se han hecho evidentes, para preocupación de los aliados europeos. Las diferencias no son únicamente las previsibles entre demócratas y republicanos; también han surgido dentro del propio partido del presidente Joe Biden. Mientras, desde el campo de la oposición republicana se lanzan advertencias de que no habrá un cheque en blanco para Kiev si ganan las elecciones.

Treinta de los 100 miembros del caucus progresista demócrata en la Cámara de Representantes enviaron una carta a la Casa Blanca, dada a conocer este lunes, en la que pedían un giro de la política hacia Ucrania, para propiciar más una solución negociada y favorecer el diálogo directo del Gobierno estadounidense con Moscú. La misiva se retiró horas después, con el argumento de que se había entregado por error, después de que generase un fuerte debate interno. “La carta se redactó hace varios meses, pero desgraciadamente fue enviada por empleados sin que se hubiera dado el visto bueno”, afirmó la presidenta del caucus, Pramila Jayapal.

La misiva del ala más izquierdista del partido reclamaba a Biden que acometiera “esfuerzos diplomáticos vigorosos” para un “acuerdo negociado y alto el fuego” en Ucrania, al considerar que el fin “rápido” de la guerra debía ser la gran prioridad para Washington. Argumentaba “los altos precios del combustible y de los alimentos” en Estados Unidos y el aumento de la pobreza y el hambre en todo el mundo como resultado del conflicto. Y sugería proponer “incentivos para poner fin a las hostilidades, incluido algún tipo de alivio a las sanciones” impuestas a Rusia desde que ese país lanzó su invasión a Ucrania en febrero.

El documento, suscrito por congresistas como Alexandria Ocasio-Cortez o Ilham Omar, recibió de inmediato críticas de su propio partido, incluidas las de miembros del propio caucus progresista. En Twitter, el legislador de Arizona Rubén Gallego ―que no figura entre los firmantes― escribía: “¿El modo de poner fin a una guerra? Ganarla rápido. ¿Cómo se gana rápido? Dándole a Ucrania las armas para derrotar a Rusia”.

Otros congresistas que sí suscribieron la carta indicaron que lo hicieron hace mucho tiempo y ahora se trataba de un “mal momento” para hacerla pública: en vísperas de la cita electoral y unas encuestas que auguran pésimos resultados para los demócratas, y cuando Ucrania trata de consolidar los avances que ha logrado en su contraofensiva de los últimos dos meses en el sur y en el este antes de la llegada del invierno.

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En sus declaraciones, Jayapal trataba de resaltar la unidad entre los demócratas, para evitar enviar a Putin el mensaje de que existen divisiones que Moscú puede intentar aprovechar. “Estamos unidos como demócratas en nuestro compromiso inequívoco para apoyar a Ucrania en la lucha por su democracia y libertad frente a la invasión ilegal e inadmisible de Rusia, y nada en el contenido de la carta defiende un cambio en ese apoyo”, insistía.

Pero, aunque la carta ha quedado retirada y el momento de hacerla pública ha recibido críticas, sus firmantes no han indicado que estén en desacuerdo con su contenido. El representante por California Ro Khanna declaraba, tras puntualizar que ha votado a favor de cada propuesta de ayuda militar a Ucrania, que “pedir que se exploren todas las vías diplomáticas para evitar una guerra nuclear y buscar un alto el fuego al tiempo que se defiende la soberanía de Ucrania es lo que quieren muchos votantes. Nuestro país nunca debería silenciar o acallar el debate”.

Desde que comenzó la invasión, el Gobierno demócrata se ha puesto del lado de Kiev de modo inequívoco. Los envíos de ayuda militar y económica aprobados por el Congreso alcanzan ya los 66.000 millones de dólares [unos 65.425 millones de euros] desde febrero. El presidente, Joe Biden, y su Administración insisten una y otra vez en que el respaldo a Ucrania continuará “todo el tiempo que haga falta”, y el secretario de Estado, Antony Blinken, visitó por sorpresa Kiev a comienzos de septiembre para mostrar su apoyo. Pero a medida que la guerra se ha ido alargando y las cifras de la asistencia militar se han ido elevando, las dudas entre la bancada demócrata comenzaron a insinuarse después del verano.

Ya en septiembre, cuando la Administración de Biden solicitó al Congreso 13.700 millones de dólares adicionales para ayudar a Ucrania y para responder a las disrupciones en los suministros de energía, el Gobierno se vio sometido a una avalancha de preguntas de los legisladores de su partido antes de recibir el visto bueno.

En parte, y como apuntaba Khanna, estas dudas reflejan las de los propios votantes: no es infrecuente que en las conversaciones en las que la guerra sale a relucir, ciudadanos que declaran su apoyo a Ucrania maticen que parte de los fondos que se destinan al país podrían tener un mejor uso en la guerra contra la inflación ―un 8,2% en septiembre― y las ayudas a quienes pasan apuros en EE UU para llegar a fin de mes debido a los altos precios de la energía y la alimentación.

Entre los republicanos, las dudas son aún mayores; y al menos en una parte de la formación ―la más cercana ideológicamente al expresidente Donald Trump― se convierten en pura y simple oposición. En mayo, el Congreso aprobó lo que hasta ahora ha sido el principal paquete de asistencia para Ucrania, por 40.000 millones de dólares, con el no de 11 senadores y 57 legisladores republicanos. Los contrarios a esa ayuda reclamaban un mayor escrutinio sobre el destino final de los fondos y medidas de rastreo para el armamento que se envía a los campos de batalla. Legisladores como Rand Paul insisten en que “no se puede salvar a Ucrania condenando la economía estadounidense”.

Aunque la mayoría de los republicanos, especialmente aquellos de la vieja guardia, respaldan continuar la asistencia a Ucrania, es posible que las elecciones del 8 de noviembre aumenten de manera significativa el número de congresistas de ideología más trumpiana. Y, con ello, la resistencia a sufragar nuevos paquetes de ayuda a Kiev. Una perspectiva que preocupa en las capitales europeas: una ruptura del consenso en EE UU, el país que ha liderado el socorro al Gobierno de Volodímir Zelenski, puede tener un grave impacto negativo en el respaldo, a su vez, de otros Ejecutivos más vulnerables a la escalada de precios de productos básicos y la escasez de energía.

La semana pasada, el líder de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, prometía que no permitirá el mismo ritmo de gasto a favor de Kiev si ―como espera y apuntan los sondeos― se convierte en presidente de la institución y número tres en la línea de sucesión presidencial. “Ucrania es importante, pero no puede ser lo único que se haga, y no puede ser un cheque en blanco”, advirtió.

El hasta ahora último paquete de asistencia estadounidense se anunciaba el 16 de octubre. Un total de 725 millones de dólares que incluyen vehículos blindados, armas antitanque y munición de artillería, además de sistemas de cohetes Himars de alta movilidad.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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