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REINO UNIDO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reino Unido aún no es ‘Little Britain’

A pesar del reciente caos, continuación del declive político y económico originado por el Brexit, la grandeza de este país está por encima de sus gobernantes

Liz Truss
Liz Truss poco después de ganar la presidencia del partido conservador británico, el 5 de septiembre.PHIL NOBLE (REUTERS)

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En uno de los gags más famosos en la telecomedia Little Britain, uno de los personajes que trabaja la atención al cliente de un banco responde inequívocamente a cada una de las consultas con un “computer says no” (el ordenador dice que no) después de introducir los datos en el sistema informático y recibir un mensaje de error.

Con los años, la expresión se ha convertido en un chiste habitual para criticar la deshumanización del personal burocrático, incapaz de resolver cualquier tipo de problema más allá de las respuestas predeterminadas en el sistema, a menudo prescindiendo del más mínimo sentido común. Pero uno se podría imaginar que el “ordenador dice no” fue precisamente lo que debió pensar el ya exministro de economía británico Kwasi Kwarteng viendo en su pantalla el desplome de la libra y la subida de los tipos de interés a niveles récord como consecuencia del anuncio de su plan presupuestario y de rebajas de impuestos.

Lo que pasó después es algo que pasará a los libros de historia. Kwarteng fue obligado a dimitir solo 38 días después de ser nombrado. La única razón por la que no es el ministro de economía más breve de la historia es porque en 1970, el entonces ministro Iain McLeod falleció de un ataque al corazón después de solo un mes en el cargo.

En una humillante capitulación política, la primera ministra Liz Truss se ha visto obligada, primero, a eliminar la propuesta de bajar el impuesto a las rentas más altas y, posteriormente, la rebaja del impuesto de sociedades con tal de calmar los mercados. Curiosamente, entre las medidas anunciadas, la que tendrá, de largo, un mayor impacto en las arcas públicas es el tope a los precios energéticos; una medida que felizmente se atribuiría cualquier partido de izquierdas europeo. Pero hay consenso en que es una medida necesaria para evitar una hecatombe económica y social este invierno.

No así con las rebajas de impuestos enmascaradas como medidas para reactivar el crecimiento económico. Con su veredicto, los mercados han declarado categóricamente que no se creen que las rebajas de impuestos se paguen solas, por mucho que Truss siga anclada en las ideas económicas de Reagan y el “trickle down economics” ―la idea de que rebajas de impuestos a las empresas y las rentas más altas redundan en mayor crecimiento económico―. Esta falta de confianza en la sostenibilidad de las cuentas públicas se ha traducido en tipos de interés más altos. España haría bien en tomar nota, independientemente del color del próximo Gobierno.

Por desgracia, sobre todo para los que hemos hecho de este país nuestro hogar adoptivo, el caos político y financiero de estas últimas semanas no marca sino la continuación del declive político y económico que sufre el Reino Unido desde el referéndum para abandonar la Unión Europea en 2016. Por suerte, la grandeza del país está por encima de sus gobernantes, por mucho que sigan empeñados en convertir Gran Bretaña en Little Britain.

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