El Parlamento británico da su primer respaldo a la ley que altera el Protocolo de Irlanda del Norte
Boris Johnson se compromete a que el texto definitivo entre en vigor a finales de año, a no ser que la UE acepte negociar en los términos impuestos por Londres
El Parlamento del Reino Unido ha dado este lunes su respaldo, en primera votación, a la ley presentada por el Gobierno de Boris Johnson para alterar unilateralmente el Protocolo de Irlanda del Norte, el tratado internacional que garantizó el encaje de esa región británica en la era inaugurada por el Brexit. El resultado, con 295 votos a favor y 221 en contra, indicaba que los diputados conservadores -al menos, una gran mayoría de ellos- no pensaban rebelarse contra el Ejecutivo, pero que la batalla legislativa que acababa de comenzar sería dura y ajustada. Sobre todo en la Cámara de los Lores, la Cámara alta, donde muchos de ellos afilan sus cuchillos para cercenar una ley que consideran incompatible con la reputación del Reino Unido de respetar sus compromisos internacionales.
Horas antes de la votación, Johnson ha asegurado que el texto podrá culminar toda su tramitación antes de que acabe el año, “si el Parlamento tiene voluntad para ello”.
Los argumentos esgrimidos en la Cámara de los Comunes recordaban, por su intensidad y pasión, a los largos debates sobre el Brexit de hace apenas tres años. La diferencia estaba en la escasa presencia de diputados: solo los muy cafeteros -sobre todo, del lado de los euroescépticos- han permanecido en sus banquillos durante las casi tres horas de discusión.
“Nuestra preferencia sigue siendo una solución negociada, y lo hemos intentado durante 18 meses”, justificaba la ministra de Exteriores el impulso de la ley. “Hasta ahora, la UE se ha negado a cambiar el texto del Protocolo. Existe una poderosa justificación legal, como hemos expresado en la motivación jurídica de la ley, para adoptar esta medida. Nuestra prioridad como Gobierno del Reino Unido ha de ser la estabilidad política de nuestro propio país”, defendía Truss. La política que votó en su día en contra de la salida de la UE, y que se ha convertido en los últimos años en un heroína para el ala dura del Partido Conservador, ha asegurado que se considera una “patriota” y que esa era la razón última para impulsar un texto que supone la quiebra unilateral de un acuerdo internacional.
“Negocien, negocien y negocien”, ha exigido el portavoz de Exteriores del Partido Laborista, David Lammy. “Dieciocho meses después de firmar un Protocolo que, según el primer ministro, respetaba la letra y el espíritu del Acuerdo de Viernes Santo, el Gobierno se está dedicando a la demolición de lo que firmó”, ha denunciado el político laborista. El propio Protocolo contempla la posibilidad de suspender alguna de sus cláusulas si surgen problemas económicos, sociales o medioambientales. Es el artículo 16, que el Gobierno de Johnson ha esgrimido durante meses como amenaza, para decidirse al final por un incumplimiento unilateral a través de una ley doméstica. “Al menos el artículo 16 nos habría mantenido dentro de la legalidad”, ha dicho Lammy, que ha acusado a Downing Street de haber dañado la reputación del Reino Unido con su decisión.
El remate final ha corrido a cuenta de la ex primera ministra, Theresa May. Los euroescépticos maniobraron su mandato para tumbar su solución para Irlanda del Norte, que suponía mantener a todo el Reino Unido dentro del espacio aduanero de la UE. Después de despedazar cada una de las razones esgrimidas por el Gobierno de Johnson para presentar la ley, y dejar claro que su aprobación quebrantaría la legalidad internacional y dañaría la reputación del Reino Unido, May lanzaba una advertencia respecto a la táctica negociadora de la UE que ella pudo comprobar de primera mano: “Descubrí poco después de sufrir mi propia moción de censura, y a pesar de ganarla, que en Bruselas comenzaron a preguntarse: ¿merece la pena negociar con esta gente? ¿Van a seguir mucho tiempo en el Gobierno? Es un hecho, al margen de que ese punto de vista esté o no justificado”, ha explicado May. Expresaba en pocas palabras la realidad con la que Londres -ministros y primeros ministros- se ha dado de bruces ya en muchas ocasiones. De los dos actores en disputa, la UE es la única que siempre sigue ahí.
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