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Marcos Júnior, el hijo del dictador que recuperó el poder en Filipinas

Pese a su falta de carisma y formación, ‘Bongbong’ centró su campaña en las redes sociales y ha obtenido la victoria soñada por su madre, Imelda

Ferdinand Bongbong Marcos Jr., hijo del dictador de Filipinas, el 13 de abril durante un acto electoral previo a las elecciones que le han llevado a la presidencia de su país.Foto: Aaron Favila (AP) | Vídeo: EPV

Ferdinand Bongbong no destaca por su elocuencia o carisma. Tampoco por ser un tecnócrata graduado en una universidad prestigiosa. De hecho, nunca se licenció. Pero en Filipinas, una nación donde la vida política está dominada por clanes familiares, presume de tener uno de los apellidos más prominentes —y controvertidos—, Marcos.

El hombre que fue elegido el lunes como presidente de Filipinas con una mayoría aplastante es el hijo de Ferdinand Marcos, el dictador cuyo régimen cleptocrático hundió al país en una profunda crisis económica. Después de décadas en las que se ha extendido un discurso edulcorado del pasado dictatorial, en las que se ha blanqueado una de las etapas más oscuras del sureste asiático como una era de prosperidad, Marcos Júnior y su séquito han visto coronados sus esfuerzos. Volverán a ser inquilinos del Palacio de Malacañán, el mismo del que huyeron en 1986.

Con más de un 95% de los votos escrutados este martes, Ferdinand Bongbong Marcos es el claro vencedor de las elecciones de Filipinas, con más de 31 millones de votos, más del doble de los 14 que obtuvo su rival más cercana, la actual vicepresidenta Leni Robredo. A pesar de no contar con un programa político definido, su mensaje centrado exclusivamente en la unidad tras la pandemia ha calado entre el electorado más nostálgico y aquellos que esperan que continúe el legado de Rodrigo Duterte, el presidente saliente quien a pesar de su sangrienta guerra contra las drogas goza de un 67% de popularidad.

Aunque cercano a Duterte (Marcos gobernará con su hija, Sara-Duterte Carpio, como vicepresidenta), Bongbong no ha proyectado esa imagen de “hombre fuerte”. El propio Rodrigo, conocido por sus más que polémicos comentarios, le ha tachado en alguna ocasión de “niño mimado” y “mal líder”.

Marcos Jr., que ha evitado participar en debates durante la carrera electoral que pudieran exponer sus debilidades, ha apostado por hacer campaña a través de internet. En sus redes sociales aparece a menudo con su esposa, Louise Araneta, y sus tres hijos, con el fin de mostrarse como una persona familiar y cercana, con deseos de reconducir Filipinas hacia una época de bonanza como la que, asegura, cimentó su padre. El futuro dirigente suma más de 1,2 millones de seguidores en TikTok; 5,3 millones en Facebook; y dos millones de suscriptores en YouTube.

Lujo y saqueo familiar

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“Mis padres siempre nos recordaban que todos los privilegios que teníamos eran gracias al pueblo”, expresó Bongbong en una reciente entrevista. Que el único varón del matrimonio de Ferdinand e Imelda creció rodeado de lujo con sus tres hermanas no es un secreto.

Cuando en 1986 los ciudadanos entraron en el Palacio de Malacañán tras la huida de los Marcos hallaron una enorme cantidad de artículos de lujo, obras de arte y joyas valoradas en millones de dólares. Pero aquello no fue más que un pequeño adelanto de las pruebas del verdadero saqueo que acometió el dictador. Se calcula que él y su esposa expoliaron hasta 10.000 millones de dólares de las arcas públicas entre 1965 y 1986 —una cifra que, teniendo en cuenta la inflación, equivaldría a unos 26.200 millones de dólares actuales, unos 24.800 millones de euros—, de los cuales se han recuperado unos 5.000 millones de dólares.

Marcos Jr. comenzó su andadura en política en 1980 en Ilocos Norte, el feudo familiar, sin poder presumir de un buen currículum académico: se matriculó en la Universidad de Oxford para estudiar Filosofía, Economía y Política, pero no llegó a graduarse; tampoco lo hizo de un máster de Negocios en Estados Unidos. En ese tiempo, priorizó el disfrute de los placeres terrenales que podía costear con su fortuna y se granjeó fama de organizar las mejores fiestas de Manila. Con tan solo 23 años, asumió el cargo de vicegobernador de la provincia y, con 26, el de gobernador, hasta que se vio obligado a refugiarse en Hawái, Estados Unidos, tras el derrocamiento de su padre.

Gracias a sus innumerables conexiones con los círculos de poder, desde que regresaron del exilio en 1991, los Marcos comenzaron a blanquear su imagen y a recuperar influencia. Entre 1992 y 2010, Bongbong ocupó varios puestos de liderazgo a nivel regional, hasta que dio el salto a la política nacional como senador. En 2016 se presentó a la vicepresidencia, unos comicios que perdió por un estrecho margen frente a Leni Robredo.

Múltiples analistas opinan que quien ha movido los hilos en la sombra durante todos estos años ha sido la viuda de Ferdinand Marcos. La ex primera dama, quien se autodenomina “la madre de todos los filipinos” nunca ha escondido sus fervientes deseos de volver a influir en la nación. Tras presentarse ella misma a la jefatura del Estado en dos ocasiones, sin éxito, y ostentar varios cargos como diputada después, la matriarca habría concentrado todas sus energías en que Bongbong asumiera la dirección de Filipinas. Y en que ayudara a su madre a proteger su fortuna, cuyo origen se sigue hoy investigando, con más de 40 causas abiertas. El propio Bongbong fue condenado a prisión por evasión fiscal en 1995, aunque no llegó a cumplir sentencia y siempre ha defendido su inocencia.

Leal a su familia, en estas tres últimas décadas como figura pública, Marcos Jr. no se ha disculpado por las violaciones de los derechos humanos y la corrupción que caracterizaron el régimen de su padre, argumentando que la historia debería quedar en manos de profesores. “Lo que la oposición cuenta de él es una tergiversación. Yo le conocí. Era el presidente, pero también mi padre y mi amigo. Esa demonización que se ha hecho no concuerda con la buena persona que realmente era”, sostiene. Esa narrativa le ha granjeado el favor de millones de votantes desilusionados con el rumbo del país y la incapacidad de las autoridades para abordar las necesidades básicas de los ciudadanos.

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