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El Gobierno de Israel pierde la mayoría tras la fuga de una diputada conservadora

Netanyahu maniobra para regresar al poder en medio de la crisis política desatada por la última ola de atentados

Juan Carlos Sanz
Benjamín Netanyahu
El ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, el miércoles en una concentración contra el Gobierno en Jerusalén.ABIR SULTAN (EFE)

Después de 10 meses de relativa calma al término de dos años de crisis con cuatro elecciones legislativas, Israel retorna a la proverbial inestabilidad política intrínseca a su fragmentado Parlamento. La fuga de una diputada ultraconservadora ha dejado este miércoles al Gobierno del primer ministro Naftali Bennett sin la mayoría raspada de 61 en una Kneset (Cámara legislativa) de 120 escaños. La salida de la ortodoxa judía Idit Silman golpea por partida doble a Bennett, que se enteró por la prensa de la defección. Esta parlamentaria pertenecía al mismo partido del primer ministro —Yamina, de orientación ultanacionalista—, y ejercía como coordinadora de las complejas votaciones en la heterogénea coalición de ocho partidos.

La alianza formada por tres fuerzas derechistas, dos centristas, dos de la izquierda y, por primera vez Israel, una formación árabe islamista, apeó en junio del año pasado al conservador Benjamín Netanyahu, después de haber permanecido 12 años en el cargo. Su situación es aún más precaria en la Kneset tas la salida de la diputada Silman, que alegó en un comunicado “actuar en defensa de la identidad judía de Israel”. Pero la coalición del llamado Gobierno del cambio no corre peligro de ser derribada a corto plazo en un Parlamento en tablas.

En primer lugar, Netanyahu necesitará sumar al menos un diputado más en las filas de la oposición para poder presentar una moción de censura con el respaldo de 61 escaños. Pero, sobre todo, tendría que convencer a los seis parlamentarios nacionalistas árabes de la alianza Lista Conjunta de que le ofrecieran su improbable apoyo. Por ahora, la tensión política parece verse contenida hasta el inicio del próximo periodo de sesiones en la Kneset, a mediados de mayo, tras la celebración de festividades religiosas encadenadas —Ramadán, Pascua judía y Semana Santa— que este año coinciden excepcionalmente en abril.

Netanyahu languidecía en la oposición mientras un tribunal del Jerusalén le juzga por cohecho, fraude y abuso de poder en tres casos distintos. Amparado en el malestar de los sectores judíos más conservadores por la ola de atentados con armas de fuego que se cobró a finales de marzo la vida de 11 personas en tres ciudades de Israel, el ex primer ministro ha presionado a varios diputados derechistas para que rompan la disciplina de una coalición gubernamental con presencia de islamistas. Los tres ataques fueron perpetrados por tres árabes israelíes y un palestino

La fuga de Silman ha sido la primera pieza que se ha cobrado la estrategia de Netanyahu. Para celebrarlo, encabezó en la noche del miércoles una multitudinaria concentración en Jerusalén en la que exigió la dimisión del Ejecutivo. “Israel está desangrándose. Este Gobierno débil frente al terrorismo tiene que marcharse porque está causando daño a la identidad judía de Israel”, tronó el ex primer ministro desde la tribuna de oradores, en la que fue seguido por los líderes ultraortodoxos y de la extrema derecha con los que comparte el gran bloque parlamentario de oposición.

“He intentado trabajar en pro de la unidad, pero no puedo ir en contra de la identidad judía de Israel. Me marcho de la coalición y voy a intentar persuadir a otros colegas (diputados) de que regresen a la casa común de la derecha para formar un Gobierno conservador. Sé que no soy la única persona que piensa así”, apostilló Sliman en su comunicado de despedida, del que no previno a Bennett, su jefe de filas político.

La religiosa ortodoxa Silman ha recurrido al pretexto del pan ácimo (sin levadura), el único permitido por la ley judaica durante la larga semana de Pascua, para justificar su escapada hacia el campo nacionalista y conservador de Netanyahu. Como presidenta de la Comisión de Sanidad de la Kneset, había pedido al ministro de Sanidad, el izquierdista Nitzan Horowitz, que mantuviera la prohibición del consumo de pan con levadura en los hospitales.

El Tribunal Supremo resolvió el año pasado que la libertad religiosa de los judíos laicos, los cristianos y los musulmanes que viven en Israel debe ser respetada también en sus hábitos alimenticios y levantó el tradicional veto hospitalario. El ministro vino a replicar que debía acatar las decisiones judiciales antes que el dictado de los rabinos. Para los judíos ortodoxos, la presencia de pan con levadura durante la Pascua es vista como un sacrilegio. Por eso se afanan en limpiar sus casas a fondo para retirar hasta la última miga antes de que empiece, la semana que viene, la festividad que recuerda la huida del pueblo elegido de Egipto.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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