Lo que podemos saber de la estrategia rusa en Ucrania
La eficacia de la resistencia ucrania y problemas logísticos y de movilidad han impedido a las tropas del Kremlin hacerse con su principal objetivo: Kiev
La directiva de Vladímir Putin a sus Fuerzas Armadas sobre las operaciones a llevar a cabo en Ucrania, y su propósito, parte esencial de la misma, son desconocidos, pero susceptibles de ser estimados merced a los diferentes esfuerzos tácticos de sus tropas de invasión, los efectos de sus acciones y las consecuencias generadas, de tal forma que se podría realizar un balance muy aproximado sobre la satisfacción de las premisas del presidente ruso con el curso de su guerra, y también se apreciaría la eficiencia militar rusa en la ejecución, al parecer con luces y sombras.
Para ese balance operacional será necesaria la traza de sus movimientos, la influencia del terreno, la velocidad de consecución de los objetivos militares rusos, los medios utilizados, el funcionamiento de su logística, etcétera, y algo de gran importancia, la actitud y eficacia de las Fuerzas Armadas ucranias, que bajo un fuerte liderazgo político han implementado, en un plazo muy breve, una estrategia compuesta, a base de las acciones convencionales de sus ejércitos y las irregulares de sus ciudadanos, con una somera preparación militar y la utilización de procedimientos expeditos y armamento ligero.
Por lo que se está comprobando a través de las informaciones disponibles, el ideario de Putin se trataría de anexionar, definitivamente, los territorios ucranios de mayoría rusófona a la Federación de Rusia, desde el Donbás hasta Moldavia (Transdniéster), de derribar el Gobierno prooccidental de Ucrania, y de disuadir a la OTAN, y a la UE, de sus políticas sobre “el extranjero próximo ruso” (así habría que interpretar el bombardeo ruso del día 17 sobre el aeropuerto de la ciudad de Lviv, cercana a Polonia); a estas finalidades habría que añadir, en esta nueva fase, la implementación de un castigo colectivo al pueblo ucranio, por otra parte, no novedoso en la historia reciente.
Esta pretensión supone la intención de deponer al Gobierno actual de Ucrania, de ahí su esfuerzo principal sobre Kiev, la asfixia económica, energética y social del Estado ucranio, la destrucción de sus centros vitales de producción, la eliminación de su salida al mar Negro y el de Azov, vieja aspiración imperial y soviética, provocando un terror general, a modo de castigo, en las grandes ciudades, que genere una marea de refugiados, siempre problemática para las sociedades occidentales que la reciben; finalmente, el recuerdo a Occidente de la clave de su doctrina nuclear, su disposición al primer uso de la misma (First Use) como disuasión a toda intervención.
Es muy posible que la situación actual de las operaciones no concuerde con el estado final deseado por Putin, debido a los obstáculos encontrados por las tropas rusas, y que en este momento de evaluación se proceda a una reorganización de sus unidades, incluso detrayendo efectivos destacados en otros países de clara influencia rusa, como Armenia, Georgia (Osetia del Sur) e incluso Tayikistán, ante la imposibilidad táctica de compensar internamente, en el teatro ucranio, unidades del sur hacia el norte y viceversa, pues ambas zonas de operaciones son exigentes por las pérdidas sufridas; no hay que olvidar que las operaciones de cerco a las ciudades consumen muchos efectivos.
Es evidente que el esfuerzo principal de la invasión es el Norte-Sur que conduce a Kiev, pues su consolidación hubiera privado de liderazgo y dirección general de la guerra al bando ucranio, ahora reorganizado con la creación de un mando conjunto cívico-militar para la defensa de Kiev; sin embargo, este esfuerzo no ha conseguido sus objetivos, por cuestiones de todo tipo, en especial logísticas, de movilidad y de eficacia de la resistencia ucrania a la progresión.
Se destaca la importancia de Crimea, como base de partida de fuerzas, de ahí su incorporación a Rusia desde 2014, posiblemente en los planes futuros de Putin, donde se genera un segundo esfuerzo de apoyo que se abate en tres direcciones: Este-Oeste con la finalidad de consolidar el cerco de ciudades como Mykolaiv, todavía resistentes, y proseguir en dirección a Odesa; Sur-Norte, interesando las centrales nucleares que abastecen de energía al sur de Ucrania, para proseguir, en su caso, sobre el curso del río Dniéper; una tercera en dirección Oeste-Este, para tomar el control de la ciudad de Mariupol, con el objetivo de cerrar sobre las provincias prorrusas del Donbás (inicialmente sobre Donetsk) y posiblemente con la intención de embolsar los dispositivos ucranios en la zona, en combinación con fuerzas rusas procedentes, quizás de Járkov (sobre Lugansk inicialmente) y, finalmente, un cuarto esfuerzo naval (14 barcos anfibios y de apoyo) que se estaría posicionando y realizando operaciones de toma de contacto (bombardeos) frente a Odesa, dispuesto para una operación anfibia que enlace con las anteriores, en su momento.
El valor de Crimea se incrementa, sin duda, por la ubicación, al parecer, de varias unidades de misiles Iskander-M, con capacidad nuclear y convencional, con un alcance de 500 kilómetros, en el límite de la antigua prohibición de desplegar misiles de alcance intermedio en Europa (Tratado INF, hoy obsoleto).
La situación, después de 25 días de operaciones, con muchas sombras, sin duda, no se parecería del todo, al estado final deseado por Putin en esta primera fase, ya que ha conseguido una penetración general en todas las fronteras con Ucrania, alcanzando o cercando los objetivos energéticos, impulsando una emigración acelerada hacia Occidente y cerrando, prácticamente, la salida al mar de su vecino defensor, arruinando por lustros su economía, aunque por el momento la toma de las grandes ciudades les sea negada a los rusos por la necesidad de grandes efectivos; quizás la mayor desviación sobre lo esperado sea el factor tiempo, que ha servido para la aparición de una gran reacción mundial hostil, la implementación de sanciones económicas cada vez más eficaces, y la reafirmación de que la OTAN y una UE más fortalecida son más necesarias que antes, a la par del incremento del presupuesto de Defensa de varios países miembro.
Es muy posible que se haya producido un cambio de fase, por el severo desgaste a que les han sometido la defensa ucrania y las reducidas comunicaciones, no previstas suficientemente, con la sustitución rusa de unidades, ligeras, aerotransportadas, aeromóviles y paracaidistas, más sutiles, por una segunda línea fuerte en carros de combate, artillería de campaña y lanzacohetes, típica de la más antigua doctrina militar rusa, por el empleo preponderante de su misilística y el progresivo aumento de las acciones aéreas; aspectos que promoverán, aún más, la destrucción de las infraestructuras y ciudades sitiadas, evitando el combate intenso en población con personal no muy cualificado.
Es de destacar, en el ritmo de progresión ruso, su factor humano, de alguna forma motivado para “unas maniobras” que han desembocado en una invasión, después de un adiestramiento en las fronteras norte y este, largo y duro, con privaciones; también el retraso de la invasión, que hubiera tenido más velocidad en una época más temprana, con un terreno endurecido por la helada, en lugar de la impracticabilidad del barro ucranio, muy conocida por los rusos, por otra parte, que los liga a las vías de comunicación, con columnas interminables, mala gestión de la circulación y gran consumo de combustible, hostigadas espléndidamente por las tropas de los invadidos.
Destaca también la todavía reducida presencia detectada, quizás neutralizada, de los spetsnaz rusos (tropas especiales pertenecientes al Servicio de Inteligencia Militar ruso, el GRU), que preparan las acciones penetrando previamente en profundidad, actuando al amparo de las tácticas híbridas.
Pero por encima de todo brilla el factor humano, el soldado ucranio, el ciudadano militarizado, que comprueban como el otrora hermano ruso destruye su nación para el futuro, sumiendo su libertad en un entorno autoritario.
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