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Keechant Sewell, una comisaria en jefe para la Gran Manzana

Será la primera mujer al frente del departamento de policía de la ciudad de Nueva York, con 35.000 agentes y el mayor del país

María Antonia Sánchez-Vallejo
Keechant Sewell, ante una imagen de Malcolm X, durante su presentación como nueva jefa la Policía de Nueva York.
Keechant Sewell, ante una imagen de Malcolm X, durante su presentación como nueva jefa la Policía de Nueva York.ANDREW KELLY (Reuters)

Keechant Sewell, la nueva jefa del departamento de policía de Nueva York, cerró esta semana un círculo al regresar a Queens, el distrito de la ciudad donde nació. En un centro comunitario ubicado en Queensbridge Houses, el project (complejo de viviendas sociales) que la vio crecer, el alcalde electo Eric Adams anunció el nombramiento de la policía, de 49 años, al frente del mayor departamento del país (35.000 agentes, además del personal auxiliar y administrativo), en la ciudad más poblada de EE UU, casi nueve millones de personas.

Sewell, hasta ahora jefa de detectives en el condado de Nassau, en el Estado de Nueva York, será la primera mujer que capitanee un departamento bien conocido por Adams, que lo integró durante 22 años primero como agente y más tarde como capitán. Pero además asume sus riendas en un momento especialmente sensible, por el incremento de la violencia armada en sus calles -con un repunte especialmente notorio desde la pandemia- y cuando la actuación policial para con las minorías se escruta con lupa.

Adams explicó en la presentación, el miércoles, que lo que le convenció de Sewell durante un proceso de selección que duró un mes y al que concurrieron varias candidatas, fue la “inteligencia emocional” con que resolvió un ejercicio simulado: comparecer ante los medios de comunicación para informar de la muerte de un afroamericano a manos de la policía. Demasiados ejemplos, a lo largo de los años, hacen que la eventualidad en que se basó la prueba resulte una probabilidad estadística; también, en los últimos meses, un caso especialmente mediático. “Queríamos ver si se conmovía”, dijo Adams a los periodistas; “cómo lidiaba con el hecho de verse de repente bajo todos los focos de Nueva York… Exuda inteligencia emocional, serenidad y seguridad”. Sewell superó la prueba con nota, obviando el relato administrativo de los supuestos hechos y subrayando la pérdida de una vida.

Ciertamente, una ciudad que exaspera todas las realidades —los precios, las dimensiones, las distancias, una desigualdad obscena— no se lo va a poner fácil. Cualquier comisaría de barrio cuenta con más personal que el equipo de 350 personas que comandaba en Nassau. “[Sewell] afronta el aplauso, pero también el escepticismo”, advertía en titulares el portal informativo neoyorquino Gothamist, sobre su falta de experiencia en la gestión de un mastodonte como la Policía de Nueva York después de haber desarrollado sus 25 años de carrera en Nassau.

Sewell se define en función de su trabajo: no tiene una proyección personal despojada del uniforme, ni se conoce un solo dato de su existencia que no esté ligado a su carrera de policía. Si acaso, tras escuchar al alcalde electo recordar su conexión con Queensbridge Houses, se permitió emocionarse un poco. “En esta ciudad, en este momento, he cerrado un círculo. Queensbridge Houses es parte de mi historia”, dijo. “A todas las niñas pequeñas a las que les llegue el sonido de mi voz [les digo]: no hay nada que no podáis hacer, nadie en quien no podáis convertiros”, apostilló, con un discurso muy parecido al de la vicepresidenta Kamala Harris en la proclamación de la victoria electoral, en 2020. Un mensaje de pioneras pertenecientes a minorías raciales en un mundo de hombres.

Sewell siempre ha sabido desenvolverse en circunstancias adversas. Capitanear un departamento, el de Nassau, mayoritariamente blanco. Destacar en su promoción en la academia del FBI. Forjarse como negociadora en casos de toma de rehenes. O hacerse cargo entre 2017 y 2020 de la unidad más antipática de cualquier cuerpo de seguridad, Asuntos Internos; siempre bajo sospecha, por exceso o por defecto, de propios y ajenos. Sewell también ha sido agente de patrulla e inspectora de narcóticos.

La seguridad, o más bien la inseguridad, fue uno de los principales reclamos de campaña de Adams, que tomará posesión, igual que Sewell, el 1 de enero. La confianza de la población en general, y de las minorías en particular, en el departamento, bajo sospecha de albergar a agentes racistas, violentos o corruptos, no contribuye a facilitar su llegada. Tampoco la proyectada reforma desde dentro que Adams quiere acometer, con la reintroducción de agentes de paisano para combatir delitos menores o interceptar armas en circulación -una verdadera epidemia en la ciudad-, o enraizando a las unidades en la vida de los barrios para reforzar la colaboración ciudadana. Los más críticos con la unidad de Asuntos Internos, esa especie de tribunal del diablo que tanto juego da en las películas, y tanto desgarra en la vida real, ven con prevención la experiencia al respecto de Sewell, por tratarse del negociado más resistente a los intentos de transparencia que defienden los partidarios de una reforma policial más radical que la propuesta por Adams.

A Sewell le espera además un departamento racialmente diverso a pie de calle, pero aún monolítico en los rangos superiores, y ante el que aterrizará, además, como una outsider. Tendrá que mudarse desde su actual residencia, en el norte del Estado de Nueva York, a la Gran Manzana, cada vez más convulsa por el virus, la inflación y la inseguridad que asalta a la vuelta de la esquina. Pero ella no se arredra ante el desafío. “Aporto una perspectiva diferente para asegurarme de que el departamento se parezca a la ciudad a la que sirve”, dijo el miércoles en su presentación. “A los que no creen en mí, que vengan y hablen conmigo en un año”.

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