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La ultraderecha y los antivacunas toman el centro de Roma y asaltan la sede de un sindicato

La manifestación de protesta contra el certificado de vacunación obligatorio termina con violentos altercados y la condena del primer ministro, Mario Draghi

Un grupo de manifestantes se enfrentaba, este sábado, a la Policía en Roma durante la protesta contra la obligatoriedad de presentar el documento que acredita la vacunaciónFoto: MASSIMO PERCOSSI (EFE)
Daniel Verdú

El movimiento antivacunas, con la cobertura social e ideológica de los partidos de ultraderecha en Italia, volvió a tomar este sábado el centro de Roma para protestar contra la obligación de disponer de un certificado de vacunación para prácticamente todas las actividades públicas, incluido el trabajo. Esta vez, sin embargo, aproximadamente la mitad de los 10.000 participantes de la manifestación se separaron de la marcha y se acercaron hasta el palacio Chigi, sede del Gobierno de Italia, en actitud intimidatoria. Una amenaza insólita en las últimas décadas en Italia que despertó la condena de todas las altas instituciones del país. Hubo agresiones a la policía, gases lacrimógenos, cargas de la policía y el asalto de la sede de CGIL, el principal sindicato del país.

Hacía semanas que la ultraderecha, especialmente los grupúsculos más violentos como Forza Nuova, se organizaba para protestar contra el decreto del Ejecutivo de Mario Draghi en el que se impone la obligatoriedad a partir del 15 de octubre de poseer el certificado de vacunación para trabajar. Nadie imaginaba, sin embargo, que el nivel de violencia y “escuadrismo”, como lo definió la mayoría de partidos, llegaría hasta el nivel de tensión alcanzado. El secretario general del sindicato atacado, Maurizio Landini, evocó los tiempos del fascismo para explicar lo sucedido. “Es un ataque a la democracia y a todo el mundo del trabajo que rechazamos. Que nadie piense que nuestro país volverá a los años de fascismo”.

El asalto a la CGIL, a quien los manifestantes acusaban de haber vendido los derechos de los trabajadores protegidos en la Constitución ante la medida que prohíbe trabajar sin estar vacunado, despertó las críticas y la solidaridad de las más altas instancias del país, incluido el presidente de la República, Sergio Mattarella. El primer ministro, Mario Drahi, también condenó duramente lo sucedido. “Los sindicatos italianos son fundamentales y es inaceptable cualquier agresión o intimidación contra ellos. Serán defendidos”.

La derecha radical del país, liderada por la Liga de Matteo Salvini y Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni, condenó en primera instancia la violencia vivida. La situación deja a ambos partidos, acusados siempre de tener un sustrato de su militancia vinculado a estos movimientos, en una situación algo embarazosa. Pero las declaraciones llegaron con matices y buscaron atacar también a la ministra del Interior, Luciana Lamorgese, por las cargas de la policía. Ambos partidos han mantenido una línea de oposición al certificado de vacunación obligatorio en una mezcla ideológica, en el caso de Meloni, y de cálculo electoral en el de Salvini. La líder de Hermanos de Italia expresó su solidaridad con el secretario general de la CGIL, pero aseguró que la protesta había sido justa: “Solidaridad también a los miles de manifestantes que han salido a la calle para protestar legítimamente contra los decretos del Gobierno de quien ahora nadie hablará por culpa de los delincuentes que usan cualquier pretexto parta actos de violencia inaceptables”.

Salvini, que encabezó la campaña interna en el Gobierno en las últimas semanas contra el certificado de vacunación obligatorio, se expresó en la misma línea. “La violencia nunca está justificada y no es la solución. Pero no confundamos la violencia de unos pocos con las peticiones razonables a quien quiere tutelar la salud, los derechos, la libertad y el trabajo”. Una idea que su partido sigue explotando en los últimos tiempos para remontar la pérdida de apoyos en el espectro ideológico de la ultraderecha.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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