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Las dudas sobre el apuñalamiento múltiple de Baviera elevan la presión sobre las autoridades alemanas

Los investigadores tratan de determinar si el atacante, con problemas mentales, tenía además motivaciones islamistas

Flores y velas frente a la tienda del centro de Wurzburgo (Baviera) donde fueron asesinadas tres mujeres en un ataque con cuchillo. En vídeo, imágenes del atentado.Vídeo: DPA VÍA EUROPA PRESS / EUROPA PRESS
Elena G. Sevillano

El ataque a cuchilladas que el viernes dejó tres víctimas mortales y seis heridos de gravedad en Wurzburgo, en Baviera, tiene a las autoridades bajo una enorme presión. ¿Tenía motivaciones islamistas el atacante, un somalí de 24 años que entró como refugiado en el país en 2015? ¿O se trata de un caso de enfermedad mental sin tratar? ¿Ambas cosas? La Policía y la Fiscalía se enfrentan a esas preguntas a diario, pero todavía no tienen una respuesta, y puede que tarden en poder asegurar qué llevó al hombre a atacar a desconocidos por la calle con un enorme cuchillo de cocina. Mientras tanto, medios de comunicación como el tabloide Bild, el más leído del país, acusan al Gobierno y a la televisión pública de ocultar la motivación islamista del atacante. La cuestión es delicada: desde que se produjeron los asesinatos el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), así como miles de mensajes en las redes sociales, culpan a la política migratoria de Angela Merkel, que en 2015 permitió la entrada de un millón de refugiados. Preocupa que el caso pueda provocar otra oleada de ataques xenófobos.

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Cuatro días después de un ataque que ha horrorizado a la sociedad alemana, se conocen con más detalle los hechos pero poco el trasfondo. El viernes hacia las cinco de la tarde, el hombre, identificado por varios medios como Abdirahman J., entró en un almacén Woolworth del centro peatonal de Wurzburgo, en la calle Kaiser, preguntó por los cuchillos de cocina y mientras se los estaban mostrando, cogió uno de ellos, con una hoja de unos 33 centímetros, y se lo clavó a la dependienta que le atendía. Posteriormente atacó a otras dos mujeres dentro del local. Las tres primeras víctimas fallecieron por los cortes en cabeza y cuello. Después salió a la calle y siguió apuñalando a desconocidos, hasta dejar seis heridos graves más: cuatro mujeres, un niño y un adolescente. Un hombre que intentó detenerle resultó herido leve. Varias personas corrieron tras él y le acorralaron usando mochilas y sillas de una terraza cercana hasta que llegó la Policía, que le disparó en la pierna y le detuvo. El atacante llegó consciente al hospital, donde fue interrogado por primera vez.

Los antecedentes de problemas mentales del hombre se conocieron pocas horas después: había estado ingresado en un centro psiquiátrico en enero, después de que amenazara e insultara a varias personas en el albergue para personas sin hogar donde residía. También les amenazó con un cuchillo. Con el paso de los días se han conocido más detalles. La Fiscalía de Múnich ha informado de que, poco antes de cometer los crímenes, el 14 de junio, el hombre abrió de repente la puerta del copiloto del coche de un hombre de 59 años y se subió a su lado. No decía nada, pero tampoco se bajaba, por lo que el conductor llamó a la Policía. Tampoco los agentes le sacaron ninguna información, por lo que volvió a ser ingresado en una clínica psiquiátrica, de la que salió al día siguiente. Aún existía otro antecedente. En 2015, en una disputa con un compañero de habitación en un albergue para solicitantes de asilo, en Chemnitz, donde vivió antes de mudarse a Wurzburgo, presuntamente le amenazó con un cuchillo de cocina. Se abrió una investigación pero se cerró por falta de pruebas y declaraciones contradictorias.

Las autoridades están ahora investigando el contenido de dos teléfonos móviles del atacante y pidiendo ayuda a expertos para traducir y contextualizar los hallazgos. “Los investigadores siguen actualmente más de un centenar de pistas”, señala el comunicado conjunto de Fiscalía y Policía. Por ahora las pruebas de una motivación islamista son las siguientes. Según un testigo del centro comercial, el hombre gritó “Allahu Akbar” (Alá es grande) durante el ataque y también ha trascendido que en el primer interrogatorio en el hospital habló de la yihad (guerra santa). La Oficina central de Baviera para el extremismo y el terrorismo (ZET) se ha hecho cargo de la investigación, ya que el trasfondo islamista es “obvio”, asegura el comunicado. Sin embargo, la misma nota asegura que en el registro no se ha encontrado ningún material de propaganda o de contenido extremista. Justo lo contrario que el diario Bild publicó al día siguiente del ataque múltiple, cuando abrió su edición digital con grandes letras asegurando que la Policía había hallado “material del Estado Islámico” en la habitación del atacante.

El comunicado de la Policía y la Fiscalía ha provocado que algunos medios, como el Bild, destaquen lo “obvio” del trasfondo islamista; otros, la gran mayoría, subrayan que no hay pruebas. Mientras tanto, y pese a que las autoridades piden paciencia, AfD ya ha aprovechado para sacar rédito de la tragedia. El presidente del grupo parlamentario, Alexander Gauland, ha dicho que las víctimas “aún podrían estar vivas sin la irresponsable política de fronteras abiertas de Merkel”. Gauland subrayó que el atacante llegó a Alemania en 2015, “el año en que se abrió la frontera”. Entró el 6 de mayo desde Italia y tras haber cruzado el Mediterráneo, según han confirmado las autoridades. “Este hecho es particularmente preocupante dado el número cada vez menor de deportaciones”, asegura Gauland en una nota de prensa colgada en la web de su partido y en sus redes sociales. “¿Cuántos posibles asesinos quedan todavía en nuestro país a pesar de que deberían haber sido deportados hace mucho tiempo?”, se pregunta, y añade que estas personas “no pertenecen a este país”.


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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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