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Sin rastro del líder de Boko Haram

Un grupo yihadista rival asegura que Abubakar Shekau, el terrorista más buscado de Nigeria, se inmoló hace dos semanas al activar su chaleco explosivo

José Naranjo
Captura de vídeo de 2014 donde aparece Abubakar Shekau junto a otros miembros de Boko Haram.
Captura de vídeo de 2014 donde aparece Abubakar Shekau junto a otros miembros de Boko Haram.- (AFP)

Misterios, medias verdades, zonas de sombra. La más que posible muerte de Abubakar Shekau, líder del sanguinario grupo terrorista nigeriano Boko Haram durante más de una década, está tan envuelta de incógnitas como su propia vida. Todos los indicios apuntan a su fallecimiento hace dos semanas, pero la única confirmación que existe de momento procede de un audio atribuido al líder de Estado Islámico de África Occidental (Iswap, en sus siglas en inglés), un grupo yihadista rival. En los últimos 10 años ha sido dado por muerto o gravemente herido al menos cinco veces y, en cada una de ellas, Shekau reaparecía con su habitual aire provocador, así que los servicios de espionaje occidentales y el propio Gobierno nigeriano esperan a tener más evidencias.

“En esta ocasión, nos parece ver señales que van en el sentido de confirmar su muerte. Han pasado ya más de dos semanas y no ha hecho ninguna declaración ni ha aparecido en un vídeo, como hizo en todas las ocasiones precedentes. Además, que el anuncio proceda de Iswap le da un cierto crédito porque este grupo no querrá desacreditarse proclamando una victoria que no es cierta”, opina Bakary Sambé, autor del libro Boko Haram, de problema nigeriano a amenaza regional y director del Instituto Timbuktú.

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“Shekau prefirió ser humillado en el más allá a ser humillado en la tierra. Se mató detonando un explosivo”, asegura en un mensaje grabado en lengua kanuri y distribuido a los medios de comunicación quien parece ser Abu Musab al Barnawi, líder de Iswap, confirmando así la primera versión de su muerte ofrecida por el portal de noticias nigeriano HumAngle. Según este medio, hace unas semanas los milicianos de este grupo terrorista lanzaron un intenso ataque contra Boko Haram en su feudo principal del bosque de Sambisa (en el Estado de Borno, en el noreste de Nigeria), logrando acorralar a Shekau. En el instante en que iba a ser detenido por sus rivales, el líder yihadista prefirió suicidarse y activar su chaleco bomba, muriendo en el acto y matando también a uno de sus enemigos.

Shekau, que tendría en la actualidad entre 45 y 50 años, asumió el mando de Boko Haram en 2010 tras la muerte de su líder y fundador Mohamed Yussuf un año antes a manos del Ejército nigeriano. Sin embargo, pronto destacó por su violencia y falta de escrúpulos. “Disfruto matando a todo aquel que Dios me ordena matar, de la misma manera que disfruto matando pollos y carneros”, llegó a decir en un vídeo de 2012. La insurrección de este grupo radical ha provocado en la última década unos 30.000 muertos, según datos de la organización Acled, y unos dos millones de desplazados: secuestros como el de las casi 300 niñas de Chibok, la creación de un autoproclamado califato en 2014, atentados incluso en la capital del país, masacres.

Sin embargo, Boko Haram ya no es lo que era. La escisión del grupo entre seguidores de Al Barnawi y fieles de Shekau fue un duro golpe. El Iswap lo consideraba fuera de control por sus ataques constantes contra civiles musulmanes y decidió aislarlo. “Hace ya tiempo que había dejado de ser un movimiento con una ideología determinada para convertirse más bien en un grupo criminal a secas bastante desorganizado que no tiene ni un trasfondo ni una comunicación externa comparables a los de su rival de Estado Islámico de África Occidental”, opina Sambé, para quien la desaparición de Shekau ahondará aún más en esa desorganización interna. “Se abrirá un periodo de rivalidades porque no preparó a nadie para sucederle, incluso podría ser absorbido total o parcialmente por Iswap”, añade el experto.

Precisamente esta es una de las preocupaciones de los analistas, que queda el campo libre para los grupos bajo la bandera de Iswap que están ganando la batalla a los leales a Al Qaeda no solo en el noreste de Nigeria, sino en todo el continente africano. “Desde hace unos meses el órgano de propaganda de Iswap, Al Naba, dedica más del 70% de sus publicaciones a África, que se ha convertido en un lugar de posicionamiento muy importante para este grupo, según vemos de lo que pasa en Mozambique, el Lago Chad y otros lugares”, remata el director del Instituto Timbuktú.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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