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Roma expulsa a dos funcionarios de Moscú tras detener a un militar italiano por vender información secreta a un oficial ruso

El Kremlin estudia adoptar medidas recíprocas hacia la legación diplomática de Italia

Dos agentes de policía italianos, el 20 de marzo en la Plaza de Popolo, en Roma.
Dos agentes de policía italianos, el 20 de marzo en la Plaza de Popolo, en Roma.ANGELO CARCONI (EFE)

Dinero a cambio de secretos de Estado. Con estos ingredientes, el último incidente diplomático entre Italia y Rusia recuerda a las mejores historias de espías de los tiempos de la Guerra Fría. El Gobierno de Roma ha anunciado este miércoles la expulsión de dos diplomáticos rusos por espionaje tras la detención 24 horas antes de un capitán de la Marina italiana que fue sorprendido in fraganti en un intercambio clandestino de información clasificada con un militar de la Embajada rusa en Italia.

Según medios locales, ambos fueron descubiertos el martes en un aparcamiento de Roma, mientras el italiano pasaba una memoria USB con material sensible al ruso y este le entregaba a cambio una caja de metal con 5.000 euros dentro. Las autoridades italianas trabajan con la hipótesis de que no era la primera vez que ambos llevaban a cabo una operación de este tipo. Creen que el oficial italiano, al que algunas fuentes policiales y el diario Corriere della Sera han identificado como Walter Biot, de 54 años, fotografiaba los documentos reservados en la pantalla de un ordenador y después volcaba las imágenes en un lápiz de memoria que vendía a los rusos.

El oficial italiano, detenido en una prisión romana a la espera de pasar a disposición judicial, está acusado de delitos contra la seguridad del Estado y de espionaje. Estaba de servicio en el Estado Mayor de la Defensa, el mando que dirige todas las Fuerzas Armadas y donde se custodian documentos clasificados no solo sobre las actividades militares italianas, sino también de la OTAN. Los medios apuntan a que la venta de información clasificada afecta fundamentalmente a la Alianza Atlántica. Previamente, Biot trabajó en la unidad de relaciones exteriores del Ministerio de Defensa. Su nombre y su foto aparecen en el listado de contactos de la presidencia italiana de la Unión Europea en 2014.

El interés de Rusia por los planes de la OTAN no es nada nuevo. El pasado agosto un soldado francés fue arrestado en la base internacional de Nápoles acusado de pasar información a Moscú. Pero este caso es más delicado para el Gobierno italiano no solo porque hay funcionarios rusos implicados y uno fue directamente sorprendido mientras cometía el delito, sino porque se produce en un momento delicado de las relaciones entre Rusia y Europa, muy tensas por la detención y encarcelamiento del opositor ruso Alexéi Navalni y a las denuncias por violaciones de los derechos humanos.

El ciudadano ruso, cuya identidad se desconoce, no pudo ser detenido oficialmente, solo fue retenido, debido a su condición de diplomático. No está claro si es uno de los dos expulsados del país transalpino de inmediato que, según medios rusos, trabajaban en la oficina del agregado militar, después de que el ministro de Exteriores italiano Luigi di Maio convocara al embajador de Moscú, Sergei Razov, para esclarecer el suceso. Di Maio ha protestado con firmeza contra este “acto hostil de extrema gravedad. “La acusación de espionaje contra militares italianos y rusos muestra que debemos continuar trabajando estrechamente con Europa y nuestros aliados para mejorar los medios para proteger la seguridad y el bienestar de nuestros ciudadanos”, pero también ha abierto la puerta a la conciliación. “Es importante mantener un canal de comunicación siempre abierto, para evitar que aumenten las tensiones, algo que nadie quiere en este momento”, ha agregado.

La agencia rusa Interfax ha citado a un legislador que ha asegurado que Moscú tomaría represalias en el asunto, según la agencia Reuters, pero aunque un incidente diplomático de esta envergadura pueda horadar las buenas relaciones que mantienen Italia y el Kremlin, la analista del instituto para los Estudios de Política Internacional (ISPI), Eleonora Tafuro, destaca el tono pacificador que también ha empleado el embajador ruso en Roma. “No se ha dicho que es un caso de rusofobia, como ha sucedido en otras ocasiones. El embajador ha dicho que espera que este episodio, aunque grave, no influya demasiado en las relaciones bilaterales. Da la impresión de que [los rusos] quieren mantener un perfil bajo porque saben que Italia es un país importante para la estrategia diplomática rusa en Europa”.

Italia es uno de los países más cercanos a Rusia en el ámbito de la Unión Europea y mantiene un historial de buenas relaciones con el Kremlin, a diferencia del tradicionalmente tenso juego geopolítico entre Moscú y la UE. “Roma siempre ha tenido con Moscú buenas relaciones políticas, económicas y sobre todo energéticas. Ambos países no han tenido conflictos en el pasado e Italia no tiene una historia de polarización de la opinión pública respecto a Rusia. Italia siempre ha mirado a Rusia como un país influyente, importante, no como un enemigo”, señala Tafuro. Y recuerda que el país transalpino siempre ha sido “un actor responsable en Europa” y nunca ha dejado de apoyar las políticas europeas respecto a Rusia, como las sanciones económicas impuestas por los Veintisiete. El Ejecutivo de Mario Draghi, además, mantiene un perfil equilibrado y pragmático hacia Rusia, a diferencia de la posición controvertida afín al Kremlin que mantuvo el anterior Ejecutivo de la Liga y el Movimiento 5 Estrellas.

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Cuando hace un año Italia se convirtió en el primer país occidental en sufrir el zarpazo de la pandemia, sin mascarillas, ni respiradores, con los hospitales del norte colapsados y una vertiginosa escalada de contagios, lanzó un mensaje de socorro desesperado a quien quisiera escuchar. Rusia, después de China, fue de los primeros en responder. Lo hizo en medio de alarmantes muestras del fracaso inicial de la solidaridad comunitaria, en un contexto de confusión, con material médico bloqueado en las fronteras. Un convoy de militares rusos aterrizó en Bérgamo, entonces epicentro de la pandemia en Europa con especialistas y material sanitario y una vistosa bandera tricolor blanca azul y roja. “Desde Rusia con amor”, bautizó el Kremlin a la operación. Ya en ese momento se temió que aquella expedición escondiera otros fines, como el espionaje.

Ahora, este episodio demuestra el músculo de los servicios secretos rusos en Italia y ha dejado al descubierto su intensa actividad. Sucede, además, en un momento delicado, mientras Rusia busca instalaciones para fabricar su vacuna Sputnik en Europa.

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