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Francia pone las mezquitas bajo la lupa

La decisión de cerrar un templo parisiense por haber difundido uno de los vídeos contra el profesor asesinado muestra la dificultad de identificar los lugares de culto radicalizados

Una mujer lee la orden de clausura de la mezquita de Pantin
Una mujer lee la orden de clausura de la mezquita de PantinANTONY PAONE (Reuters)
Silvia Ayuso

“Esto es una declaración de guerra”, sentencia un anciano tras leer los folios pegados en el muro que rodea la mezquita de Pantin, en la periferia de París, que informan de la decisión de la Prefectura de cerrar el templo tras difundir un vídeo de acoso al profesor Samuel Paty, decapitado salvajemente el 16 de octubre tras mostrar unas caricaturas de Mahoma en una clase de libertad de expresión. El pasado miércoles acudieron a la mezquita medio centenar de fieles al que podría ser el último rezo en al menos seis meses, salvo que los jueces acepten el lunes el recurso presentado por sus responsables. “Es un insulto, un castigo colectivo”, proclamaba Zhor Elkhaya, una fiel marroquí de 54 años, de ellos 48 asentada en Francia.

La mezquita de Pantin se ha convertido en el símbolo de la decisión del Gobierno de Emmanuel Macron de actuar de forma contundente contra lo que llama la propagación de un islam “oscurantista” que busca acabar con los valores de la República. Tras el último atentado, el Gobierno anunció una ofensiva “contra las estructuras, asociaciones o personas próximas a entornos radicalizados” y señaló a 51 asociaciones a investigar de “forma rigurosa”. El viernes, el primer ministro, Jean Castex, dijo que otros templos serán clausurados “en los próximos días”.

La mezquita de Pantin está acusada de haber divulgado uno de los vídeos del padre de una alumna que denunció al profesor Paty —está imputado por “complicidad en asesinato en relación con un acto terrorista”—, que se consideran un detonante del brutal asesinato. Un “error” por el que el presidente de la mezquita, M’hammed Henniche, se ha disculpado profusamente, aunque sin éxito. También se acusa a su imam principal, Ibrahim Abou Talha, de estar “implicado en el movimiento islamista radical” de París y se destaca su formación en una escuela fundamentalista en Yemen. Además, la mezquita es frecuentada, por “individuos que pertenecen al movimiento islamista radical”, según la orden de cierre.

Francia, con 67 millones de habitantes, tiene una población musulmana —practicante y no practicante— de entre 5 y 6 millones, lo que la convierte en la comunidad más importante de Europa. El islam es ya la segunda religión del país, que cuenta con unos 2.500 lugares de culto.

Desde los atentados de 2015, Francia ha cerrado temporalmente una treintena de mezquitas sospechosas de radicalización. Los fieles que acuden a Pantin rechazan que su mezquita lo esté. “El Estado francés acababa de investigar la mezquita para validar el proyecto de [nueva] construcción. Y de pronto se la acusa de radicalización”, denuncia Amin, un universitario de 23 años. “Servimos de puente para hacer la amalgama entre el extremismo, el terrorismo y el islam que practicamos, que no tiene nada que ver con todo eso”, lamenta Rita, de 20 años, para quien los argumentos del Gobierno “son excusas para hacer la guerra al islam, a las mezquitas”.

A dos kilómetros de la de Pantin está la mezquita de Drancy, donde predica Hassem Chalghoumi. El imam, de 47 años y origen tunecino, se ha convertido en los últimos años en la imagen más visible (o mediática) de un islam moderado, “ilustrado”, como lo ha llamado Macron, compatible con los valores franceses y que aboga por el diálogo con otras religiones. Aplaude el discurso contra el “separatismo islamista” del presidente y su decisión de clausurar el templo vecino. “Hay que cerrar los lugares de odio”, sostiene.

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Chalghoumi vive amenazado. Hace casi una década que lleva escolta policial. “Es el precio a pagar” por defender un islam de Francia, afirma en un encuentro con periodistas en París cuatro días después del atentado. Uno de los hombres que más lo acosaron en el pasado es Abdelhakim Sefrioui, un conocido islamista ahora también imputado por complicidad en el asesinato de Paty.

Un debate antiguo y sin respuestas

Las mezquitas de Pantin y Drancy son las dos caras de un debate lleno de aristas. El de Macron no es el primer Gobierno que busca una solución contra el extremismo religioso. Un problema que empieza por la identificación misma de los objetivos.

El ahora vilipendiado presidente de la mezquita de Pantin era, no hace tanto, cortejado por políticos tanto de izquierda como de derechas que buscaban mejorar las relaciones con la comunidad musulmana, recuerda Le Parisien. “Está perfectamente demostrado que el señor Henniche es un representante importante del islam de Francia (moderado), laico y favorable al diálogo entre los cultos, lejos de la imagen que se le quiere adjudicar”, afirman sus abogados, según la emisora Franceinfo.

Tampoco Chalghoumi escapa a las polémicas. Hay quienes lo acusan, entre ellos, su antigua mano derecha, de un pasado fundamentalista que él niega.

Es difícil calibrar su peso en la comunidad musulmana. Su iniciativa por un islam de Francia solo ha logrado arrastrar a unos 80 del millar de imanes del país. De ellos, 300 son asalariados por un país extranjero, los denominados “imanes consulares”: la mayoría de estos, 151, están sufragados por Turquía, el resto por Argelia (120) y Marruecos (30), según un reciente informe del Senado, que identifica también a Arabia Saudí como fuente de financiación del culto musulmán en Francia.

La ley que prepara Macron busca, entre otros, controlar mejor la financiación extranjera de los lugares de culto y acabar con estos imanes consulares, algo que aplaude Chalghoumi.

“Francia no ha sabido organizar el islam. Hace 40 años, con la llegada de inmigrantes, no quiso ocuparse, en nombre de la laicidad. Resultado: Argelia sigue manejando a los argelinos, Marruecos a los marroquíes, etc. No hay un islam de Francia. Hay que liberar la palabra de los imanes ilustrados”, reclama. Un análisis compartido por otros imanes moderados, como el de la Gran Mezquita de París, Chems-Eddine Hafiz, que también demanda una formación en Francia de los imanes.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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