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El Pantanal sufre la mayor devastación de su historia mientras voluntarios luchan por salvar a los animales

El área quemada es equivalente a Israel. El mayor riesgo para la fauna es terminar en zonas donde arde una capa de restos vegetales en descomposición, que les quema las patas a los ciervos, jaguares y tapires

Un grupo de voluntarios cuidan a animales heridos por el fuego en el Pantanal, en Brasil. En el video, voluntarios tratan de apagar el fuego.Vídeo: JOÃO FALCÃO | VIDEO: REUTERS

Los incendios que asolan el Pantanal desde hace dos meses son los mayores de la historia. Los datos del Centro Nacional de Prevención y Lucha contra los Incendios Forestales (Prevfogo) muestran que se ha quemado el 15% del Pantanal, una superficie de 2,2 millones de hectáreas, equivalente al territorio de Israel. A mediados de septiembre, los satélites que monitorean la región para el Instituto Nacional de Estudios Espaciales (Inpe) ya han contabilizado 12.703 focos de calor, que representan docenas de incendios no controlados. Estas son las cifras más altas desde que la institución inició el registro, en 1998.

Los incendios en la mayor llanura inundada del mundo son, sobre todo, una tragedia devastadora para uno de los biomas hasta ahora más preservados del país, un refugio para animales extinguidos en otras regiones, como el jaguar. En la vasta área del extremo occidental del Brasil, entre los Estados de Mato Grosso y Mato Grosso del Sur y las fronteras de Bolivia, Argentina y Paraguay, se han destruido importantes reservas, como el Parque Estatal Encontro das Águas —conocido por albergar la mayor concentración de jaguares del planeta—, el Territorio Indígena Perigara, en Mato Grosso, y parte de la Serra do Amolar, en Mato Grosso do Sul.

Algunas escenas recuerdan las descripciones del poeta italiano Dante Alighieri (1265-1321) sobre el infierno. En uno de los más de 120 puentes de la Transpantaneira (MT-060), en Porto Jofre, a 160 kilómetros de la capital de Mato Grosso del Sur, las llamas arden a ambos lados de la carretera de tierra. Toda la vegetación alrededor se quema y forma un río de brasas y llamas, que se desvanece en el horizonte. El primer impulso es detener el coche, pero el calor y la agresividad del fuego hacen que la aventura sea imposible. Animales domésticos y salvajes corren aturdidos por la carretera en medio del humo, para encontrar lugares seguros.

“Cuando hay un incendio, la respuesta es escapar. Los animales van hacia cualquier lado. Si los incendios son focales, es menos problemático para la fauna, pero en áreas multifocales, como la actual, es más grave. Cuando vemos animales como los jaguares reaccionando de esta manera, es que se han producido daños”, dice la investigadora Dione Vênega da Conceição, profesora de Medicina Veterinaria de la Universidad Federal de Mato Grosso. “Si las zonas se degradan constantemente, la tendencia es que los jaguares empiecen a circular cada vez más por las zonas urbanas”, dice.

Rodeados por el fuego

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El guía turístico Aberrado Antônio da Silva, conocido como Tonny, de 53 años, nos lleva a una región de hoteles, en la Transpantaneira, la carretera que atraviesa el Pantanal en Mato Grosso. Forma parte de una brigada privada de propietarios de posadas y agentes de turismo, que han unido sus fuerzas para salvar puentes y asegurar que las llamas no lleguen a las zonas donde hay viviendas y edificios turísticos.

El esfuerzo de los equipos es sobrehumano. Algunos trabajan durante tres días seguidos sin parar, pero es una lucha ignominiosa. Solo hay 33 personas que se turnan en esta brigada. Sumado a los esfuerzos nacionales de 122 hombres, hay poco más de 150 personas combatiendo el fuego en Mato Grosso. Un hombre por cada área de 350 kilómetros. La logística local hace que la situación sea aún más difícil. Se tarda hasta cinco horas en cubrir los 160 kilómetros de la Transpantaneira. Algunas de las regiones tienen un acceso tan difícil que requieren un día entero de viaje. Entre veinte y diez aviones ayudan a combatir el fuego, pero la gran mayoría se pasa el día en tierra, ya que el humo no les permite sobrevolar la región. Cuando consiguen despegar, la imagen de pequeños aviones vertiendo agua sobre kilómetros de llamas se asemeja a la de un colibrí intentando apagar un incendio forestal. Poético, pero casi inútil.

El Ministerio de Defensa niega que el número de hombres sea insuficiente. Su asesoría de prensa afirma que hay 400 hombres de las Fuerzas Armadas trabajando para apagar los incendios en toda la región del Pantanal. En Mato Grosso se habría instalado un Centro de Coordinación de Operaciones en el aeródromo del hotel Sesc Pantanal, en la ciudad de Poconé. En esta región, habría unos 300 hombres en acción, entre militares y agentes de organismos como el Cuerpo de Bomberos y los órganos oficiales de preservación e inspección: el Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) y el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama). Durante nuestra visita al Pantanal, no nos cruzamos con ninguno de estos soldados, solo con agentes del ICMbio y del Prevfogo (Ibama), además de la brigada privada.

Un biólogo sostiene a un mapache, rescatado durante el mes de agosto en el Pantanal. JOAO PAULO GUIMARAES / AFP
Un biólogo sostiene a un mapache, rescatado durante el mes de agosto en el Pantanal. JOAO PAULO GUIMARAES / AFPJOAO PAULO GUIMARAES (AFP)

Al acceder a la posada Rio Claro, el fuego vuelve a rodear el coche en el que vamos. Tonny salta del vehículo e intenta apagar las llamas con una hoja de palmera.

Entramos en la posada y avisamos a la recepcionista: “El fuego os está rodeando”. Se asusta y sale corriendo. “Por favor, avisen a mi marido”, dice, desesperada. En menos de diez minutos, el fuego rodea el lugar y lo quema todo, levantando una cortina de humo negro hacia el cielo, antes azul. El ganado se refugia en un florido lapacho rosado. Werner Luiz de Souza, el gerente de la posada, intenta contactar al dueño por radio y llamar a los vecinos para que lo ayuden. Un intrépido jornalero se enfrenta a las llamas y corta una alambrada para salvar a un grupo de caballos. No llega nadie para ayudar. El fuego lo consume todo, pero por suerte (para los humanos), el viento se lleva las llamas en otra dirección.

No todos tienen tanta suerte. La semana pasada, se registró la muerte de un hombre con el 100% de su cuerpo quemado en la zona de Serra do Facão. Era zootécnico, trabajaba en una hacienda y tenía 36 años. Debido a la falta de bomberos, estas brigadas privadas son cada vez más comunes. Él y otros tres trabajadores de la hacienda estaban intentando apagar el fuego cuando una ráfaga de viento cambió la dirección de las llamas. Se quedó atrapado en medio del incendio. El joven fue trasladado al hospital de Cáceres, a 220 km de la capital, se sometió a una hemodiálisis, pero no resistió y murió el pasado miércoles.

Hornos humeantes

El investigador Walfrido Moraes Tomas, de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), no tiene conocimiento de que haya, en la literatura científica, un registro similar. “Es inédito, partimos de cero”, dice. Coordina un proyecto de investigación que intenta explicar cuántos animales han sido afectados. El método para estimar la cantidad de animales muertos es, básicamente, caminar por las áreas recién quemadas y contar los cadáveres. El mayor riesgo para la fauna es ir a parar a zonas donde arde la turba —una capa de restos vegetales en descomposición—, una trampa natural.

“En la última incursión, nos asustamos mucho por el ruido del fuego que venía del suelo y retrocedimos”, recuerda Christine Strusman, investigadora de la Universidad Federal de Mato Grosso. Este tipo de fuego explica el hecho de que la mayoría de los animales rescatados tuvieran las patas quemadas o amputadas por el fuego. Dos ciervos, un jaguar, un tapir y un ocelote fueron encontrados en esta situación y tuvieron que sacrificarlos por la gravedad de sus heridas.

Un incendio devasta la selva cerca de la ciudad de Cuiabá. ROGERIO FLORENTINO / EFE
Un incendio devasta la selva cerca de la ciudad de Cuiabá. ROGERIO FLORENTINO / EFEROGERIO FLORENTINO (EFE)

Se trata de una realidad muy distinta a la del Pantanal que está en la memoria de Cátia Nunes da Cunha, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones del Pantanal y del Instituto Nacional de Zonas Húmedas. Nacida en Poconé, a 100 kilómetros de Cuiabá, la capital del Estado, creció en la región a la que dedicó cuarenta años de estudio. “Recuerdo mi infancia, entre los años 60 y 70, cuando hubo una larga sequía. Todo era gris y siempre se veía la tierra. El polvo era constante, pero no recuerdo el fuego como lo veo hoy”, dice. “Este año he visto escenas de horror en mis visitas a la región”. Recuerda una montaña de tierra apilada precisamente para contener los incendios, pero que, cuando la alcanzó el fuego subterráneo, se transformó en un inmenso horno humeante.

Devastación

Incluso las noticias aparentemente positivas esconden trampas. Se estima que los incendios de las regiones de Poconé, Barão de Melgaço y Porto Jofre, en Mato Grosso, ya se han reducido en más de un 72%, según un informe del Departamento de Bomberos de Mato Grosso. Los incendios en la Reserva Privada del Patrimonio Natural del Sesc Pantanal, una de las zonas más afectadas, también han disminuido en un 97%. Sin embargo, una triste realidad se esconde detrás de esta reducción.

“El incendio se ha reducido, pero porque lo ha destruido todo”, resume Eduardo Falcão, tenso, por teléfono. A la vez que habla, el propietario de la posada Reserva Ecológica del Jaguar, en la carretera Transpantaneira, lleva a cabo otra de sus operaciones de rescate de fauna. Dos jaguares que solían aparearse en el Parque Estatal Encontro das Águas tienen las patas totalmente quemadas y agonizan. Su hijo João Falcão y dos veterinarios voluntarios van en barco al arroyo Três Rios para salvarlos. Eduardo ha construido un recinto para albergar a los animales que consigan salvar de las llamas. Algunos han sido enviados al hospital veterinario de la Universidad Federal de Mato Grosso; otros, a zonas seguras.

Los Falcão descienden de un gran cazador de jaguares, que terminó convirtiéndose en un protector por el turismo. Eduardo ha rescatado a varios animales, desde jaguares a tapires, ciervos y coatíes. No todos los rescates salen bien. Un ejemplo es el jaguar que el grupo intentó rescatar en la región de Corixo Negro: “Está muy agresivo. Ayer tratamos de anestesiarlo para capturarlo, y se quitó el dardo y huyó. Un animal herido es muy peligroso”, dice, preocupado por su hijo y los veterinarios que están en el lugar desde hace más de 20 días.

Futuro incierto

A corto plazo, es poco probable que la situación mejore: los institutos científicos predicen que las lluvias no llegarán al Pantanal hasta octubre.

Los investigadores desconocen el impacto de la destrucción de los refugios naturales del Pantanal. “Sabemos que muchos animales huyen y se refugian. Pero estamos tratando con una cadena. Las serpientes de agua son, sin duda, el grupo más afectado. Y sirven como control de la población y alimento para otros animales”, explica la investigadora Christine Strusman. “Los capões [pequeños bosques redondos en medio del campo] que visité han quedado totalmente destruidos. Todavía no sabemos cómo harán nidos naturales los guacamayos azules sin los árboles que se han quemado ni cómo se alimentarán sin frutos como el coyol y el bacuri”, añade la investigadora Cátia Nunes.

Incluso los animales acuáticos se verán afectados. Los peces, por ejemplo, dependen de la relación con la flora. “Los pacúes están ligados a las frutas, como la que se conoce tradicionalmente como naranja de la China y las nueces de palma. La forma como estos peces enfrentarán la escasez de estos alimentos es algo que puede tener repercusiones en toda la cuenca del río Paraguay, más allá de las fronteras de Brasil”, sigue Nunes.

Los científicos tampoco pueden decir cómo o cuándo el bioma de la región será capaz de regenerarse. “El Pantanal es, en parte, resistente al fuego, porque guarda en su estructura algunas manifestaciones del Cerrado, un paisaje vegetal adaptado a los incendios. Pero también hay muchas selvas secas e inundadas que no pueden responder de la misma manera. Las zonas con los famosos lapachos rosados del Pantanal pueden perderse completamente”, explica Nunes.

La investigadora advierte de los falsos signos de que todo estará bien después del incendio. “Normalmente, después de grandes incendios, el paisaje responde con una rápida capa de hierba muy verde. Todo parece estar bien. Pero si miramos de cerca, veremos que no es una hierba como el mimoso, natural del bioma y muy rica, sino algo más pobre y con mucha menos biodiversidad”, dice.

Mato Grosso alberga el 35% del bioma Pantanal, con 52 millones de hectáreas. El área es menor, pero no menos importante. En este Estado, concretamente en la ciudad de Diamantino, se encuentran los manantiales del río Paraguay, el principal formador del bioma. El fuego ya ha consumido el 23% de todo el Pantanal de Mato Grosso. El bioma es el resultado de una dinámica hídrica que depende de estas tierras altas de Mato Grosso. “En la parte continental del Pantanal, todo es Chaco. Desde Bolivia hasta Paraguay, solo hay una región semiárida, casi desértica. Sin estos manantiales [en Mato Grosso] no tenemos la dimensión de hasta dónde podría extenderse el Chaco. Fueron los ríos de las tierras altas, y su ritmo de inundaciones, los que cambiaron el paisaje local”, explica la investigadora.

Fuego frío

En una zona rodeada de lapachos rosados, logramos ver un ciervo del pantanal, monos barrigudos, guacamayos azules, un grupo de coatíes y un oso hormiguero. El fuego no ha llegado a la posada de Luiz Vicente da Silva Campos Filho, de 57 años. El lugar permite que los ojos de quienes solo han visto destrucción a lo largo del camino descansen. Vicente cuenta que tiene sus propios métodos para evitar los incendios, pero esquiva revelar sus técnicas. Explica que su propiedad es más húmeda que las otras. En una larga conversación, también termina defendiendo la utilización del llamado fuego frío. La palabra describe cómo los habitantes tradicionales del Pantanal llaman a la técnica de crear pequeños frentes de fuego durante las lluvias para reducir la biomasa vegetal, la mayor responsable de los grandes incendios que hoy devastan el Pantanal.

Paradójicamente, esta utilización del fuego puede salvar al Pantanal del fuego. “Limpiar el campo es la solución”, dice Eduardo Falcão. “Nunca había habido un incendio de esta magnitud porque, en el pasado, los habitantes del Pantanal usaban el fuego para evitar el fuego. Ahora lo han prohibido y llega este gran incendio. Ahora tienen que repensárselo”, dice. La legislación vigente prohíbe utilizar el fuego en todos los sentidos. Solo con un complicado proceso en la Secretaría de Medio Ambiente del Estado de Mato Grosso, acompañado de una supervisión técnica y consultoría, se puede utilizar. Está restringido a los grandes terratenientes y excluye a todos los pequeños y medianos agricultores del Pantanal. Los terratenientes rurales exigen que se revisen las normas. El Estado de Mato Grosso ha abierto un frente de debate en la Asamblea Legislativa del Estado para intentar cambiar la legislación más restrictiva.

Según un informe publicado por la Secretaría de Medio Ambiente, los mayores incendios en el Pantanal de Mato Grosso fueron causados por la acción humana y por la explosión de cables eléctricos. Sin embargo, las zonas del Pantanal de Argentina, Bolivia y Paraguay también sufren grandes incendios. Los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas, formado por más de 250 científicos de todo el mundo, señaló hace quince años que el pronóstico para regiones como el Pantanal era de grandes incendios y semidesertificación después del 2020. El mismo año de los grandes incendios. “Es el calentamiento global, está ahí. Ahora tenemos que adquirir formas de mitigar esos incendios que se predijeron hace años”, dice Walfrido Tomás, de Embrapa-Pantanal.

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