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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Qué anticipan las encuestas en la nueva ola electoral latinoamericana

Argentina, Bolivia y Uruguay observan cómo la izquierda parte como favorita según los sondeos en la primera vuelta de sus respectivas presidenciales, todas durante octubre

El candidato argentino Alberto Fernández en un acto con el expresidente uruguayo José Mujica.
El candidato argentino Alberto Fernández en un acto con el expresidente uruguayo José Mujica.ESTEBAN COLLAZO (AFP)

La ola rosa. Así bautizamos a la serie de victorias que la izquierda encadenó en la Latinoamérica del cambio de milenio. En cambio, las posteriores victorias de Macri, Piñera o Bolsonaro sugirieron una suerte de contra-ola azul, escorada a la derecha. Pero las tres elecciones clave que tendrán lugar en las próximas semanas dentro de la región sugieren que esta imagen de mareas ideológicas homogéneas de larga duración está caducando. A la luz de los datos de las encuestas publicadas hasta ahora (que deben interpretarse con cautela dada su precisión desigual en el pasado), la marejada electoral latina se mueve de la derecha del último año a unas izquierdas de distintos matices. El posible eterno retorno del peronismo al poder en Argentina sucede al mismo tiempo que Bolivia pone en cuestión el liderazgo del único superviviente de aquella 'ola rosa'. Uruguay, mientras tanto, celebrará sus comicios más abiertos en mucho tiempo con una izquierda abierta en posición, pero con duda, de renovar su liderazgo.

¿Neoperonismo?

El próximo 27 de octubre Mauricio Macri se juega una reelección contra el binomio neoperonista de los Fernández (Alberto-Cristina). Sobre la carrera, pocos se atreven a pronosticar en firme así sea con datos por delante. Y eso que las encuestas parecen bastante claras hasta ahora: los segundos le sacan sustancial distancia en todos los ejemplos.

La desconfianza respecto a las encuestas es comprensible dado el contexto en que se publican. Este año, varias casas han decidido no publicar sus datos, y aquellas que lo han hecho se han visto sometidas a un escrutinio público inclemente. Algunos dirán que no es para menos a la luz de los errores registrados en las elecciones primarias de agosto (PASO): de media, los sondeos pronosticaron cuatro puntos de diferencia para Fernández, cuando finalmente obtuvo doce.

Pero al mismo tiempo la inmensa mayoría acertó en lo fundamental: quién sería el ganador. Sin duda, una parte no despreciable de los ataques a las encuestas proviene de frentes mediáticos partidistas (de todo color), producto de un contexto de polarización inusitada incluso para un país acostumbrado a ella.

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Si seguimos la pista del ganador, lo que nos dicen los datos es que Fernández vencerá a Macri. Por una distancia relativamente amplia, además. Pero en estas presidenciales el cómo ganar importa particularmente: el sistema argentino prevé la elección de presidente si algún candidato alcanza el 45% o si supera el 40 con más de diez puntos de distancia. Los sondeos pronostican ambas cosas a día de hoy, y aunque debemos contemplarlo por tanto como el escenario más probable, la infra-estimación de las PASO podría darse ahora la vuelta. Podría ser que las encuestas no publicadas son las que se diferencian más de la media actual, que al mismo tiempo se parece más al resultado de las primarias. ¿Por qué? Por miedo a ser el distinto, a fallar. No sería la primera vez que se produce un fenómeno como este, que hasta tiene un nombre en el mundo demoscópico: 'ganado', o _herding_. Esta posibilidad no quiere decir que los datos en Argentina no sirvan: al contrario, haremos bien en asumir la victoria de Fernández como escenario principal. Igualmente, también será buena idea guardar cierta cautela dispuesta a recibir sorpresas.

El desafío de Evo

Evo Morales es el presidente que más tiempo lleva en el cargo en toda Latinoamérica. Dos palancas le han servido: la consolidación de una base de votantes cuya renta per capita se ha triplicado desde que llegó al poder (creciendo por encima de sus vecinos Perú o Ecuador), y un esfuerzo constante en desmontar los límites institucionales y civiles al poder presidencial. Evo se ha entronado con votos desde abajo, pero también con maniobras desde arriba. Y ambas cosas albergaban desde el principio la posibilidad de volverse contra el propio líder.

Las encuestas sobre la primera vuelta de las presidenciales bolivianas (que tendrán lugar, casualmente, el mismo domingo que las argentinas) anticipan una victoria insuficiente de Morales: por encima del expresidente Carlos Mesa, su principal rival, pero con una varianza de datos entre sondeos mucho mayor que en el caso argentino. Y, sobre todo, con una proporción de votantes indecisos o interesados en candidatos menores que supera al tercio del censo.

La victoria automática en primera vuelta sólo se logra en Bolivia en el 50%, pero diez puntos de diferencia respecto al segundo también le darían la victoria al primero si éste llega al 40%. Por ello los niveles son particularmente importantes. Por desgracia, las encuestas en Bolivia se enfrentan a un escenario inusualmente competido en la historia reciente del país, y el número de sondeos es en cualquier caso tan pequeño y variado entre sí que la media no arroja tanta luz como en Argentina o Uruguay. Así que la incertidumbre seguirá planeando sobre la Bolivia, y en particular sobre la cabeza de su actual presidente.

Heredero de Mujica

Cuando Tabaré Vázquez abandone la presidencia uruguaya la izquierda habrá completado quince años en el poder (tres mandatos, dos de Vázquez con uno de Pepe Mujica intercalado). Daniel Martínez aspira a continuar hasta sumar la segunda década. Pero, aunque encabeza las encuestas, ninguna de ellas prevé una victoria en primera vuelta (50%) sino que la mayoría predicen un segundo enfrentamiento en noviembre con el centro-derecha, encarnado probablemente en Lacalle Pou.

Las encuestas en Uruguay tienen un respetable pasado reciente: en la primera vuelta de 2014, la inmensa mayoría no sólo acertó quiénes pasarían a segunda, sino también una horquilla aproximada para cada uno. Pero, si uno les hace caso, lo que muestran es un resultado nítidamente más fragmentado que el de las últimas dos elecciones. Así que, aunque nos ofrecen una guía mucho más fiable, se trata de una brújula que por ahora apunta a la competición cerrada.

En esta nueva etapa de la eterna carrera electoral latinoamericana, las encuestas apuntan a que será la izquierda la que sacará cierta ventaja este octubre. O más bien las izquierdas, dadas las considerables diferencias ideológicas dentro de una familia que en realidad no es tal. Y, aunque ello se confirmase en cada visita a las urnas, no será un retorno definitivo: la probabilidad de que al menos dos de estos tres países convoquen de nuevo a su ciudadanía para una segunda vuelta en noviembre es, como poco, alta. Rosa, rojo y azul seguirán entremezclándose en la marejada electoral por lo que resta de 2019.

Nota metodológica. Cada promedio se basa en la recopilación sistemática de encuestas provenientes de fuentes fiables, realizadas desde julio (para Argentina, solo se incluyen las posteriores a las primarias PASO del 11 de agosto. De dichos sondeos se obtiene un promedio ponderado que contempla dos factores: frecuencia de aparición de la casa encuestadora y fecha del estudio.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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