“Por favor, sacadnos de aquí”
Los retenidos en el centro bombardeado de Trípoli, que EL PAÍS visitó la semana pasada, reclaman ayudan internacional
"Ayúdenme". Esa es la frase que más se oía durante la visita que este diario efectuó el martes 25 de junio al centro de detención de Tayura, bombardeado en la madrugada del miércoles. Los emigrantes y refugiados se quejaban de que llevan ahí demasiados meses, algunos hasta más de dos años, encerrados. Comían solo una vez al día, denunciaban sufrir palizas por parte de los guardianes y confesaban que los teléfonos están prohibidos, aunque algunos de ellos logra mantenerlos escondidos. Gracias a esos aparatos clandestinos la comunicación con el exterior ha sido posible tras el bombardeo. Y la palabra que más repiten sigue siendo: "Ayúdenme".
Un refugiado, que no quiere que aparezca su nombre para que no le requisen el teléfono, informó a este redactor mediante WhatsApp a las tres de la mañana: “Muchos han muerto y otros están heridos. Todo el hangar se ha venido abajo y nosotros estamos fuera. Nadie puede saber la cifra exacta de muertos. Hay mucha gente aún bajo los escombros. Pero yo creo que habrán muerto 80. Por favor, rescátennos”. Horas después, las cifras facilitadas por la ONU hablaban de 44 muertos y 130 heridos.
A las cuatro de la tarde otro emigrante lograba trasladar este mensaje por teléfono: “Estamos fuera del hangar, sin techo. Por el momento estoy bien, pero nadie sabe qué va a ser de nosotros. Cuando salga de esta prisión sano y salvo tengo mucho que contar sobre ciertas personas”.
El primer refugiado, el que inició el contacto a las tres de la mañana, pasó la noche sin dormir. A las cinco de la tarde se quejaba: “Estamos al sol. Y por la noche vienen los mosquitos si no duermes bajo techo. Aquí no hay lugar para dormir. Por favor, tengan en cuenta que tengo una infección de fístula. Comuníquelo a Acnur para que hagan algo y me saquen”.
Mohamed Brahus es el único sirio que se encontraba en ese hangar de Tayura. Durante la visita de este diario señaló: “Me siento muy solo y desprotegido. Apenas duermo. Hice una huelga de hambre de 85 días. ¿Qué más puedo hacer? ¿Quieren que me suicide?”. Un refugiado informó de que Brahus logró salir con vida del bombardeo.
Un equipo de Médicos sin Fronteras acudió al lugar de la matanza para proporcionar comida y asistencia psicológica. La dirección del centro informó de que la empresa encargada de proporcionar la manutención de los detenidos se quejaba de impagos y desde el 1 de abril solo entregaba alimentos una vez al día. Las autoridades penitenciarias lamentaban no recibir ayuda internacional para alimentar a los emigrantes. Abastecer a los centros de detención supondría perpetuar la práctica de las detenciones, a la cual se opone Acnur.
Mientras tanto, el único hilo con el exterior que les quedan a algunos refugiados es ese teléfono móvil que les pueden requisar en cualquier momento.
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