Los japoneses se resisten a adoptar la semana laboral de cuatro días
Las vacaciones más largas decretadas desde 1948 al coincidir los festejos por el cambio de emperador con los festivos ya establecidos fueron fuertemente criticadas: "Tanto tiempo muerto es un agobio"
El amor de los japoneses por el trabajo es legendario. En un país en el que cada vez se registran más casos de karoshi, muerte por exceso de trabajo, no es fácil concienciar a la sociedad de los beneficios del descanso. Ahora, una propuesta para trabajar cuatro días a la semana ha dividido a la población y puede quedar en un intento fallido por la incertidumbre de la recuperación económica, la escasez de mano de obra o ese arraigado desdén nipón por el tiempo libre.
El Gobierno japonés empezó en 2017 a poner en marcha iniciativas de descanso, como el llamado Premium Friday (súper viernes), una campaña que ha tenido un seguimiento muy relativo y que intenta que los empleados se tomen libre la tarde del último viernes de cada mes.
Algunas empresas privadas del país han puesto en marcha sus propios programas. Desde hace poco menos de dos años la firma Yahoo Japan ofrece a su plantilla tomar tres días libres a la semana a fin de mejorar su productividad. La iniciativa no es nueva, ya se puso en marcha a principios del siglo pasado y comienza ahora a resurgir como forma de reducir el estrés de la población y el impacto ambiental.
El Gobierno apoya estas fórmulas, pero siempre respetando la decisión de las empresas y de los empleados para ponerlas en marcha. Según datos del Ministerio de Trabajo japonés, hasta 2018 solo un 6,9% de empresas con más de 30 empleados había introducido la semana laboral de cuatro días "en alguna de sus modalidades".
Por ejemplo, la firma Fast Retailing, propietaria de las tiendas de ropa Uniqlo, permite librar tres días entre semana a cambio de un fin de semana trabajado. El fabricante de sistemas de acueductos Metawater experimenta desde el año pasado con la semana de cuatro días y espera instaurarla este año de forma generalizada, según Takashi Yuasa, portavoz de la empresa, quien duda de que otras compañías se sumen hasta que las grandes firmas pongan en marcha iniciativas similares. Yuasa, señala la reducción de horas de trabajo debido a la creciente automatización y la expansión del internet de las cosas.
Es verdad que Japón es una sociedad altamente robotizada y que las máquinas han sustituido a los humanos en muchas labores, como en la industria manufacturera y en los restaurantes y hoteles, pero esta evolución no ha sido suficiente para cubrir las necesidades de mano de obra del país asiático, que ha tenido que relajar sus rígidas leyes de inmigración ante la necesidad de trabajadores humanos.
Y no es la única medida que Japón tendrá que impulsar. Un reciente estudio de la OCDE recomienda una prolongación de la vida laboral de las personas mayores en un estudio titulado Trabajar mejor con la edad, de forma que se amortigüe el alto gasto en pensiones japonés.
Otros obstáculos para que los nipones acepten recortar sus días de actividad pueden ser su admirada ética laboral y su conocida alergia al tiempo libre. Este mes, durante el inicio de la nueva era imperial denominada Reiwa, el país atravesó por un peculiar período de desazón social debido a unas vacaciones calificadas por muchos de “excesivas”.
Para festejar el cambio de emperador, el 1 de mayo, el Gobierno decretó varios días libres que, al sumarse a los festivos que ya estaban en el calendario, sumaron 10 jornadas seguidas de descanso. Las vacaciones más largas decretadas desde 1948 fueron rechazadas en encuestas y criticadas en redes sociales por "producir agobio con tanto tiempo muerto".
Aparte de las justificadas quejas de los trabajadores autónomos por el recorte de ingresos que implicaba el largo parón, otros afirmaron haberse aburrido durante las horas que les sobraron después de haber cumplido con la visita a los padres, el cine o la cena con los amigos.
Un artículo editorial del diario liberal Asahi publicado el 4 de mayo, calificó este prolongado tiempo de asueto como imposición que “solo sirve a los intereses del Gobierno”. Tras enumerar inconveniencias típicas del descanso masivo, como atascos de tráfico o escasez de hospitales y guarderías abiertas, concluyó: "y encima quedan tres días".
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