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El Papa pide libertad religiosa en la península arábiga

Francisco reclama durante su viaje a Abu Dabi que se respeten los derechos y denuncia un tipo de "justicia dirigida solo a miembros de la misma familia"

Daniel Verdú
El Papa y el gran imam al-Tayeb se besan tras fiirmar un acuerdo de fraternidad en Abu Dabi.
El Papa y el gran imam al-Tayeb se besan tras fiirmar un acuerdo de fraternidad en Abu Dabi.Andrew Medichini (AP)

La larga cola en el detector de metales resumía la filosofía de todo lo que vendría luego. Sotanas, kipás, turbantes... Había rabinos, imames y representantes de la Iglesia Ortodoxa. El Papa estaba punto de participar en un histórico encuentro interreligioso en Abu Dabi, a la sombra de los rascacielos de la capital de Emiratos Árabes Unidos, con 700 líderes religiosos. La idea, puede que algo optimista, era provocar un punto de inflexión en las relaciones entre el mundo cristiano y el musulmán para evitar conflictos bélicos y nuevos brotes de terrorismo. “No hay alternativa: o construimos el futuro juntos o no habrá futuro”, lanzó el Papa junto al gran imam de al-Azhar, al-Tayeb, uno de sus aliados en este intento de pacificar las relaciones entre ambas religiones.

La visita de Francisco a Emiratos Árabes Unidos (EAU) era también una oportunidad para el país emiratí para mostrar su relativa apertura y tolerancia, especialmente respecto a sus vecinos de la península. En un discurso largo y más directo de lo habitual, Francisco elogió esos avances, pero no escatimó referencias a la mayoría de carencias que todavía constriñen los derechos y libertades del país y de sus vecinos. En un gesto insólito y dirigiéndose a todos los estados de la península arábiga (lo subrayó al inicio del discurso), resaltó la importancia de permitir la libertad religiosa plena para poder mantener una relación de reciprocidad.

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La visita del papa Francisco a Emiratos Árabes Unidos, en imágenes

Los avances en este campo durante el pontificado, que busca ampliar los horizontes de una Iglesia que pierde fieles, han sido importantes en lugares como China. EAU es mucho más abierto que sus vecinos: permite la libertad de culto, pero no existe la libertad religiosa: la posibilidad de hacer proselitismo o cambiar de religión. Algo que, en realidiad, choca de frente con la naturaleza expansiva católica y que el Papa pidió en su discurso reconsiderar. “La libertad [religiosa] no se limita solo a la de culto, sino que ve en el otro a un verdadero hermano, un hijo de mi propia humanidad que Dios deja libre y que, por tanto, ninguna institución humana puede forzar, ni siquiera en su nombre”.

La cuidada puesta en escena estaba pensada para la televisión. Judíos, musulmanes y ortodoxos sentados mezclados en una grada blanca y música new age sonando de fondo. El Papa aterrizó en helicóptero y llegó cogido de la mano del emir de Dubai y primer ministro de EAU, Mohamed Bin Rashid al Maktum, y del Imam de al-Azhar. Un gran eslogan para el EAU —las organizaciones humanitarias como Amnistía Internacinal y Human Rights Watch— criticaron que se use la visita para tapar la verdadera represión— y un símbolo del camino elegido por este papado, que pretende devolver vigor al catolicismo a través de la reconciliación y una cierta la lucha social. “. Dios no mira a la familia humana con una mirada que excluye. Reconocer los mismos derechos a todos los seres humanos es glorificar el nombre de Dios”, recordó mientras le observaba el emir.

Los EAU, que implantaron en 2016 el Ministerio de la Tolerancia, representan un espejismo de relativa apertura en la península arábiga. Pero se mantienen los privilegios de sangre y el desequilibrio social. Los ciudadanos son, en realidad, súbditos, y Francisco se refirió a ello. “Una justicia dirigida solo a miembros de la propia familia, compatriotas, creyentes de la misma fe es una justicia que cojea, es una injusticia disfrazada”. La mayoría de católicos del país son extranjeros —filipinos e indios mayoritariamente— que llegan para prestar servicios laborales. El Papa también pidió para ellos los mismos derechos. “Además de las habilidades profesionales, os brindan la autenticidad de su fe”, apuntó.

Las organizaciones humanitarias habían reclamado a Francisco que lanzase un mensaje claro para denunciar la represión contra los disidentes y, sobre todo, la campaña militar en la que EAU participa contra los rebeldes yemeníes, acusada de cometer crímenes contra la población civil. Emiratos tiene un papel importante en la coalición que lleva luchando contra los Huthi desde 2015, y a la que se ha acusado con regularidad de bombardear indiscriminadamente escuelas, mercados y domicilios. Aunque leve, la referencia terminó llegando. “La fraternidad humana nos exige, como representantes de las religiones, el deber de desterrar todos los matices de aprobación de la palabra guerra. Devolvámosla a su miserable crudeza. Estoy pensando de modo particular en Yemen, Siria, Irak y Libia”.

Un acuerd para combatir el integrismo

Era la primera vez en la historia que un pontífice visitaba un país de la península arábiga, una región donde el nivel de apertura es todavía muy heterogéneo, así como los vínculos con el integrismo islamista. Francisco fue muy directo con una cuestión en la que lleva trabajando tiempo con el imam de al-Azhar, Ahmed al-Tayeb. “Condenar sin vacilación toda forma de violencia, porque usar el nombre de Dios para justificar el odio y la violencia contra el hermano es una grave profanación. No hay violencia que encuentre justificación en la religión”, lanzó ante el colorido auditorio.

Durante el encuentro, Francisco firmó un acuerdo de colaboración con al-Tayeb, que también recordó el impacto de algunos atentandos, como de las Torres Gemelas en septiembre de 2001, sobre la percepción general del Islam. Además, pidió a los musulmanes de todo el mundo a abrazar a los cristianos y exigió que se les trate como ciudadanos de pleno derecho. “Sois parte de esta nación, no sois una minoría”. En Egipto, de donde procede al-Tayeb, los cristianos coptos, fuerte mente asediados por el islamismo radical, son más de 10 millones de ciudadanos.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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