Televisa y Amazon, el otro 2 de octubre
La trama propuesta por la principal cadena de televisión en México es históricamente injusta para un movimiento social complejo y legítimo
Se ha convertido en leyenda urbana la frase que Jacobo Zabludovsky pronunció la noche del 2 de octubre de 1968, horas después de la matanza de Tlatelolco para abrir su noticiero: “hoy fue un día soleado”. Todo indica que se trata de una atribución incorrecta al conductor estrella de la televisora que, sin embargo, ilustra muy bien la política de ocultamiento y minimización que los medios cercanos al poder desplegaron en aquél entonces.
La puesta en escena de Televisa vacía de todo contenido social al movimiento estudiantil de 1968
Este martes, a través de Prime Video, Amazon estrenó los primeros cuatro capítulos de Un extraño enemigo, un thriller político producido por Televisa sobre el 2 de octubre y sus orígenes. En teoría un documento de ficción que pretende desvelar las razones que provocaron el movimiento estudiantil del 68 en México: una intriga del jefe de la Dirección Nacional de Seguridad (DNS), Fernando Gutiérrez Barrios (Fernando Barrientos en la serie de televisión), en su afán de convertir en presidente a Luis Echeverría.
La trama propuesta es infantil, simplista y sobre todo históricamente injusta para un movimiento social complejo y legítimo. Alfonso Corona del Rosal, regente de la Ciudad de México y en la práctica responsable de la celebración de los Juegos Olímpicos que tendrían lugar en octubre, se ha convertido en el delfín para suceder a Díaz Ordaz en la presidencia. Corona del Rosal es enemigo personal de Gutiérrez Barrios y amenaza con desaparecer a la siniestra DNS. Gutiérrez contraataca proponiéndo a Echeverría un plan para convertirlo en presidente: desestabilizar a la ciudad de México y ridiculizar a Corona del Rosal, poner al régimen contra la pared y convertir a Echeverría, secretario de Gobernación, en oportuno salvador de la Patria.
La idea de fabricar un movimiento estudiantil surgió en Barrientos cuando su amante recuerda el viaje que hicieron juntos Francia en mayo anterior y observaron la manera en que las protestas juveniles trastocaron la vida parisina. Al escucharla, la imagen se congela en el rostro de Barrientos (Daniel Giménez Cacho) mientras experimenta una epifanía. Acto seguido comienza a activar a sus infiltrados para provocar marchas y huelgas estudiantiles y sus respectivos agitadores para reventarlas.
En los primeros cuatro capítulos que se han transmitido, todos los personajes terminan siendo instrumentos manipulados por el gran titiritero de la DNS. Los líderes estudiantiles, entre los cuales destacan dos infiltrados de Barrientos, cumplen al pie de la letra los designios de este, llevando al movimiento estudiantil por los derroteros que exige su plan; Echeverría y Díaz Ordaz, que despliegan en pantalla un IQ apenas subnormal, asienten a ratos callados a ratos emberrinchados, los argumentos del policía que, los utiliza como peones.
En los pliegues de la trama se insinúa una y otra vez el riesgo de un golpe de Estado militar y un intervencionismo ramplón de la CIA. El tema desde siempre ha sido también motivo de leyendas urbanas que abrevan en las teorías del complot. Los guionistas de la serie lo invocan de manera confusa una y otra vez, más como un recurso para dar descanso a las intrigas de Barrientos que como un factor comprensible de la trama.
Tampoco quedan bien resueltos los obvios guiños a House of Cards. En lugar del meta texto que Frank Underwood comparte con el auditorio hablando directamente a la cámara, los productores de Extraño Enemigo lo sustituyeron con un niño imaginario, especie de alter ego, que pontifica estrategias y filosofía política (con textos obvios y paupérrimos). La imitación de los Underwood por parte de la pareja Barrientos es de mal gusto y forzada. Como aquellos, éstos también son tolerantes mutuamente con sus deslices sexuales y hacen la misma alianza amoral en su afán de alcanzar el poder; pero lo que en la serie estadounidense es un fino abordaje emocional y psicológico de la relación de una pareja, en la mexicana parece como la ocurrencia de último momento de parte de un guionista, un mero chipote en la trama. En ese sentido, todo un House of Cards región cuatro.
En suma, una ambiciosa puesta en escena de Televisa en términos técnicos (los productores ejecutivos son Emilio Azcárraga y Leopoldo Gómez), con un Giménez Cacho siempre eficaz y solvente. Una campaña de lanzamiento pocas veces vista para un programa de televisión. Pero también una interpretación que vacía de todo contenido social al movimiento estudiantil y lo convierte en poco más que un vehículo de la obsesión malsana de Gutiérrez Barrios por conservar su chamba. En ese sentido, prefería a la Televisa que ocultaba u opacaba las verdades incómodas a esta que las caricaturiza y las traiciona.
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