La selección de Kárpátalja se lleva la victoria en ‘el otro’ Mundial de fútbol
Jugadores de minorías étnicas y religiosas han competido en Londres en representación de pueblos de los cinco continentes
A expensas de conocer qué país se coronará en Rusia como campeón del fútbol mundial, ya hay un grupo de aficionados que este sábado ha celebrado una victoria anticipada. En un encuentro muy igualado, la selección de Kárpátalja, integrada por jugadores de una minoría húngara que vive en Ucrania, se impuso a Chipre Norte, el equipo que representa un Estado solo reconocido por Turquía dentro de la isla mediterránea, en la final de la copa del mundo de la Confederación de Asociaciones de Fútbol Independientes (CONIFA). Este campeonato celebrado en Londres, y que llega en 2018 a su tercera edición, da la posibilidad de competir a pueblos sin estados y minorías étnicas y religiosas que no están afiliadas a la FIFA, el máximo organismo del balompié internacional.
WINNERS! Karpatalya lift the winners' trophy! 2018 Champions - Karpatalya #WFC2018 pic.twitter.com/1UHkQGqi3t
— CONIFA (@CONIFAOfficial) June 9, 2018
El encuentro solo se decantó en el último instante. Aunque entre ambos conjuntos solo sumaban dos jugadores que militan en equipos de máxima categoría nacional en Turquía y Rumania, el juego fue intenso y disputado. Tras el empate sin goles al que se llegó al final de los 90 minutos, la suerte se decidió en la tanda de penaltis. Desde los siete metros, el conjunto chipriota, que asedió la portería contraria durante todo la contienda, sucumbió al acierto de Bela Fejer, el portero de Kárpátalja, que detuvo tres de los cinco lanzamientos. En un estadio con capacidad para 2.500 espectadores, y bajo una lluvia intermitente como suele ser habitual en la cuna del fútbol moderno, la final acabó con una invasión de campo por parte de los aficionados húngaros.
“La calidad del fútbol que se ha jugado aquí estos días ha sorprendido a muchos. Especialmente a los que no conocían la competición”, comentaba por teléfono horas antes del partido Jens Jockel, presidente de la sección asiática de CONIFA. Jockel también destacó la presencia de 350 periodistas acreditados como una prueba del éxito de esta edición en términos de repercusión y seguimiento.
En la fase final de un torneo en el que participaron 16 equipos, los finalistas dejaron atrás a otros conjuntos como Padania, compuesto por futbolistas del norte de Italia, la selección de Barawa, representante de la diáspora somalí en Inglaterra, o el equipo de Abjasia, una república que se declaró independiente en 1992 sin el reconocimiento de la comunidad internacional y que se alzó con el triunfo en la pasada edición de 2016.
Para muchos de los participantes, más que las dificultades por avanzar rondas en una competición que empezó el pasado 31 de mayo envuelta en un aire festivo y reivindicando el juego limpio, el gran reto era sencillamente llegar a la cita. Es el caso de la selección de Tíbet, que ha podido realizar el viaje gracias a una campaña de financiación en Internet lanzada por la Asociación Nacional del deporte tibetano, tras cinco años sin disputar un encuentro y sufrir el intento de China de boicotear su primer partido internacional en Dinamarca en 2001.
“Nosotros estamos muy comprometidos con el lema ‘dar voz a los que no se escucha’”, explica el miembro de la confederación de asociaciones de fútbol independientes. Para Jockel, quién dice que las relaciones con la FIFA no son muy positivas pero tampoco catastróficas, defiende la neutralidad política de su organización y ensalza el entendimiento a través del deporte. “El fútbol tiene esa especie de poder mágico para vencer todas las dificultades y convertir en amigos aquellos que son extranjeros entre sí”.
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