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La doble tragedia de los supervivientes de la torre incendiada de Grenfell

Ochenta familias que sobrevivieron al fuego que arrasó una torre en Londres en 2017 continúan sin un hogar y en una situación de acogida de emergencia

Imagen de la Grenfell Tower (Londres) en llamas, el pasado 14 de junio.
Imagen de la Grenfell Tower (Londres) en llamas, el pasado 14 de junio.GIULIO THUBURN (AFP)

El esqueleto de la mole de pisos que el año pasado devino un infierno en pleno Londres, cuando 72 vecinos perecieron como consecuencia de un incendio, sigue todavía en pie a la espera de su demolición. Y, lo que resulta más flagrante, casi diez meses después de aquel suceso del 14 de junio, el grueso de los antiguos residentes de la Grenfell Tower que lograron sobrevivir siguen a la espera de un nuevo y definitivo hogar que sustituya a los hoteles y otros albergues todavía provisionales habilitados entonces para el más de un centenar de familias que quedaron sin techo.

Los 21 millones de libras que el gobierno local admite haber invertido hasta la fecha en el realojamiento sólo temporal de los afectados ilustran cuando menos una deficiente gestión o, en palabras de la asociación de supervivientes Grenfell United, el desprecio por el “aspecto humanitario” de aquella tragedia. Su portavoz, Shahin Sadafi, ha denunciado que el consejo de Kensigton y Chelsea —encargado de la gestión del municipio donde se ubicaba la torre— no está ofreciendo soluciones reales a los antiguos vecinos de la Grenfell. Se trata, en su mayoría, de gente modesta que habitaba un bloque de protección oficial en este barrio acomodado del este de la ciudad (colindante con el encantador y famoso Notting Hill). Menos de un tercio ha conseguido residencia definitiva, mientras 80 familias siguen en situación de acogida de emergencia.

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Uno de los escollos con los que se topa el consejo municipal es la negativa de muchos de los supervivientes del incendio a reinstalarse en otra torre alta, o que los que aceptarían vivir en un bloque no lo harían por encima del tercer piso ni en un bloque con una única salida, habida cuenta de los fallos de seguridad que convirtieron la Grenfell en una pira. Objeto de unas obras de regeneración, en 2014, los materiales baratos empleados entonces en el revestimiento del edificio pudieron contribuir a la propagación de las llamas (originadas, según se cree, en el mal funcionamiento de una nevera), según la hipótesis preliminar que deberá dilucidar una investigación todavía en curso.

Los vecinos repartidos por las 24 plantas de la torre llevaban años planteando quejas al municipio por cuestiones de seguridad, pero siempre cayeron en saco roto. Por eso muchos ven en el siniestro de la Grenfell un sinónimo de la desigualdad en uno de los barrios más privilegiados de la capital británica.

El espacio en el que se localizó la tragedia probablemente acabará dedicado a un memorial por aquellos que perecieron en el incendio, tal y como sugiere la reciente decisión del consejo local de dejar la decisión en manos de la comunidad afectada. Antes, sin embargo, los restos de la mole que todavía se yerguen como recordatorio de la pesadilla del 14 de junio deberán ser demolidos. Y eso no será posible hasta que el equipo forense finalice sus investigaciones en el sitio, lo que se considera improbable antes de finales de este año.

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El balance del siniestro ascendió hasta 72 víctimas mortales a principios de marzo, tras la muerte de una mujer de 72 años que permanecía ingresada desde su rescate en el piso 19º del edificio.

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