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En concreto
Columna
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Prestidigitaciones electorales

Las autoridades que surjan de un proceso trucado no pueden ser reconocidas como democráticas.

José Ramón Cossío Díaz

Si revisamos los modos como históricamente se pasa de un régimen democrático a otro autoritario o totalitario, lo común es advertir rupturas. Golpes de estado civiles o militares, revoluciones, levantamientos o fenómenos sociales semejantes. La narrativa usual, y por lo demás verificable empíricamente en muchos casos, es considerar que la muerte de las democracias se produce violentamente. A este modo ordinario de entender las cosas, debe agregarse otro, menos común pero no infrecuente. El de quienes arriban al poder mediante vías democráticas y de ellas se valen para destruirla. Así, desde los congresos, las administraciones o los tribunales, de a poco o de a mucho, se van erosionando los elementos que sustentan y hacen posible la democracia. Mediante normas de diversa jerarquía y resoluciones de distintos tipos, se van cancelando las posibilidades de expresarse, creer, circular, escribir o, inclusive, votar. Al cabo de un tiempo, quienes podrían actuar social y políticamente, se ven impedidos de hacerlo. Así, también, mueren las democracias. Lo que de común tienen los dos momentos con los que usualmente se describe el fin de las democracias, suponen lo traumático. La revolución y el golpe de estado o el ejercicio antidemocrático del poder. En el imaginario, los bolcheviques o los nazis, por ejemplo, rápidamente depredaron el poder y establecieron sus dictaduras.

Aquí surge un problema. ¿Cómo calificamos a aquellos regímenes que a partir de un ascenso democrático al poder, periódicamente celebran elecciones y de un modo u otro renuevan a los titulares de los órganos representativos? En principio y evidentemente, como democrático. Sin embargo, ¿todos los regímenes que celebran elecciones deben ser tenidos como tales o es preciso agregar algo más? En los tiempos que corren, en varios países se realizan elecciones, ordinarias o anticipadas, para renovar autoridades y, a pesar de ello, no suelen ser tenidos como democráticos. ¿Qué es lo que diferencia lo que se hace en unos países y lo que se hace en otros para finalmente calificarlos de maneras diversas? Desde luego, el criterio no puede ser el mero ejercicio electoral, el mero mecanismo de depositar, contar votos y declarar electas a ciertas personas. La diferencia tiene que estar en otro lugar. Necesariamente, en las condiciones en las que el proceso electoral ha de realizarse. Hablando de este tiempo, en garantizar la posición de diversas corrientes de opinión, estén o no articuladas en partidos políticos; en respetar todos los derechos humanos que directa o indirectamente constituyan a los electores y a los elegibles; en el establecimiento de poderes confiables; en la autonomía de los órganos electorales y en el respeto a los resultados, por ejemplo.

Es importante no llamar democráticos a los regímenes que no cumplan con las condiciones materiales indicadas.

Sé que lo acabado de señalar es conocido. Bien conocido. Sin embargo, en momentos en los que el pedigrí democrático de diversos regímenes políticos quiere sustentarse sólo en la celebración de elecciones, es importante recordarlo. Las autoridades que surjan de un proceso trucado no pueden ser reconocidas como democráticas. No satisfacen la condición básica para serlo y así deben ser consideradas y tratadas por la comunidad internacional. Si ello alcanzará o no a producir efectos y cuáles sean éstos, es otro asunto. En un mundo en el que las palabras van perdiendo sentido por el uso, desde luego interesado que quiere dárseles, es importante no llamar democráticos a los regímenes que no cumplan con las condiciones materiales indicadas.

El mero procedimentalismo electoral no es suficiente para hablar de democracia. Quererlover así, es interesante. En las próximas semanas asistiremos a tristes justificaciones para decirnos que sí hay democracia ahí donde se ha maltratado, coaccionado, acallado o encarcelado a quienes quisieron votar o ser votados. Mal estaremos si nos tragamos tales cuentos con tan básicos malabares semánticos.

@JRCossio

Ministro de la Suprema Corte de Justicia de México

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