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Fabricio Alvarado: un candidato caído del cielo

El político representa el crecimiento de las fuerzas evangélicas en Costa Rica y su estratégica alianza con las cúpulas católicas

San José (Costa Rica) -
Fabricio Alvarado en las elecciones de este domingo.
Fabricio Alvarado en las elecciones de este domingo. Miriet Ábrego (EFE)

El candidato presidencial ganador de la primera ronda electoral en Costa Rica, Fabricio Alvarado Muñoz, tomó este domingo el micrófono como miles de veces en su vida de reportero y cantante, pero nunca antes tuvo una audiencia tan amplia: todo el país. Las televisoras transmitieron en vivo la lectura del discurso del ganador de las elecciones en su primera ronda electoral como una noticia inédita en este país de fuerte tradición católica: un predicador evangélico llega fuerte al balotaje del 1 de abril (Domingo de Resurrección) con la intención de tomar el poder el próximo 8 de mayo.

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Con su conocida elocuencia y la imagen de energía que proyecta a la edad de 43 años, Fabricio Alvarado lleva a grado máximo el crecimiento de las fuerzas evangélicas en Costa Rica y su estratégica alianza con las cúpulas de la mayoría católica, religión oficial del Estado en Costa Rica.

La tendencia latinoamericana de crecimiento de las fuerzas políticas de inspiración religiosa estaba simbolizada este domingo en la tarima en el hotel San José Palacio, frente a cientos de simpatizantes que no dejaban de agradecer a su dios por una victoria que hasta hace un mes no se veía ni en sueños.

Escoltado por su esposa, Laura Moscoa y sus dos hijas pequeñas, Alvarado leía con solvencia un discurso escrito después de saber que el 25% de los costarricenses votaron por él como representante evangélico, pero también como abanderado de la “defensa de la familia y la vida”, como llaman los conservadores religiosos a su agenda política.

“¡Nunca más se metan con la familia! ¡Nunca más se metan con nuestros hijos!”, vociferaba en repudio indirecto a la educación sexual laica que se ha empezado a impartir en escuelas y colegios. Este ha sido uno de lo temas de los grupos más duros del cristianismo costarricense, junto al rechazo al aborto en todas sus posibilidades y al matrimonio igualitario establecido por el pronunciamiento del 9 de enero pasado de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, todo un terremoto en la campaña electoral.

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El movimiento religioso ya venía creciendo en visibilidad y alcance, en curules legislativas y en poder de influencia sobre los partidos tradicionales, pero el pronunciamiento de la Corte Interamericana fue la chispa de la exacerbación que catapultó a Alvarado, uno de los tres candidatos evangélicos entre 13 inscritos.

“¿Por qué a Fabricio?”, se preguntaba Mario Redondo, amigo suyo, compañero de curul y candidato presidencial. “Él sabe comunicarse muy bien. Es muy bueno en eso”, se contestaba. La respuesta la compartirían también los enemigos, incluso quienes le ven homofobia en sus palabras políticamente correctas.

Alvarado sabe disimular con su retórica hábil los vacíos en los temas de fondo. Estudió un bachillerato en periodismo en la Universidad de Costa Rica (UCR), pero no alcanzó a graduarse y nunca más pisó un salón de estudios, según una semblanza publicada por el semanario Universidad.

Ejerció de reportero y sus dotes de cantante le permitieron conocer a su esposa Laura en una iglesia evangélica a la que entró poco a poco hasta conocer al fundador de Restauración Nacional, un pastor llamado Carlos Avendaño que ha sido diputados dos veces y va por su tercera elección.

El medio de servicios audiovisuales y un golpe de suerte lo metió en la política, pues para 2014 renunció el candidato legislativo en primer lugar por San José y todas las miradas se dirigieron entonces a ese hombre joven de buen verbo. Él aceptó y quedó electo como único diputado, cargo que ha ejercido sin suspender sus prédicas y conciertos junto a sus hijas y su esposa. Ella es protagonista de un vídeo que se hizo viral en días recientes porque aparece orando en trance hasta hablar “en lenguas” con palabras ininteligibles.

Pasados tres años en la curul, con un trabajo de relativa visibilidad junto a otros diputados evangélicos, le correspondió ser candidato presidencial por su partido, algo que los partidos pequeños hacen usualmente para atraer más votos para diputados en el período siguiente.

Nadie contaba con él como protagonista. No le invitaban a debates ni a demasiadas entrevistas. Las encuestas le daban un apoyo cercano al 3% y a todos les parecía lógico, hasta que llegó el pronunciamiento de la Corte y Alvarado supo darse a conocer con una propuesta extrema: hacer que Costa Rica se retire de la Corte Interamericana que tiene su sede acá mismo, en San José. A muchos les pareció un despropósito, pero así hizo su espacio en la campaña y nadie lo pudo detener.

En solo una semana multiplicó por cinco el respaldo, según el seguimiento que le dieron las encuestas. Quedaba bajo los focos el muchacho de clase media baja que creció en barrios populares de Desamparados (al sur de San José) y que ese joven solo añoraba jugar al fútbol profesional o cantar en la iglesia católica a la que pertenecía. La política nunca fue su ambición, pero este domingo todo el país lo escuchaba con admiración, confusión o temor.

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