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Fanáticos, olvidados, intolerantes y resignados: los cuatro tipos de ‘trumpistas’

El presidente de EE UU conserva a su leal base de leales votantes un año después de asumir el poder, pero no todos le aman incondicionalmente.

Fernando Peinado
Gene Huber posa junto a un recorte de Trump de tamaño real en el salón de su casa.
Gene Huber posa junto a un recorte de Trump de tamaño real en el salón de su casa.Fernando Peinado

Gene Huber se ve a sí mismo como “un soldado obediente” al presidente de EE.UU., Donald Trump. En el salón de su casa de Boynton Beach, Florida, tiene una imagen de cartón de tamaño real del mandatario a la que saluda marcialmente todas las mañanas después de rezar, según me aseguró sin embarazo alguno.

Por si acaso dudaba de él me hizo una demostración durante una visita una tarde. Se cuadró y se llevó la mano derecha con los dedos juntos hacia la sien: “Buenos días señor presidente, recé por su seguridad”.

Desgarbado y locuaz, Huber, de 47 años, me dijo que se pasa el día frente al ordenador comunicándose con otros simpatizantes de Trump de todo el país a los que él llama “su familia”.

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FOTOGALERÍA. Los habitantes de Trumplandia en fotos.

Algunos pensarán que Huber padece un caso de trumpismo patológico (su familia así lo cree), pero el presidente tiene muchos otros simpatizantes como él. Son votantes para los que el líder es más importante que sus propuestas. Huber y muchos como él creen que Trump es un “ganador” que conseguirá el éxito para EE.UU. del mismo modo que lo consiguió en los negocios (a pesar de que el hoy presidente comenzó en la vida con ventaja porque heredó la boyante empresa familiar y su trayectoria tiene muchos claroscuros -se declaró en bancarrota en seis ocasiones-).

Pero aunque en el extranjero se tiende a caricaturizar a los votantes de Trump, sería un error creer que todos los estadounidenses que le apoyaron en 2016 son igual de leales que Huber, como he comprobado durante mis dos años y medio de trabajo para Univision, el principal canal de television en español de EE.UU., donde fui reportero politico. Trump tiene una base de apoyo muy frágil lo que le convierte a estas alturas, tras un año de mandato, en el presidente de EE.UU. menos popular de la historia reciente.

Partidarios de Donald Trump en la recepción del Hotel Trump de Las Vegas durante la campaña presidencial 2016.
Partidarios de Donald Trump en la recepción del Hotel Trump de Las Vegas durante la campaña presidencial 2016.Fernando Peinado

Algo que he podido aprender gracias a mis conversaciones con cientos de partidarios de Trump es que el trumpismo no es un bloque electoral homogéneo sino más bien una coalición de votantes con perfiles, inquietudes e intereses distintos y a veces contrapuestos.

En mi nuevo libro Trumpistas pongo la mirada sobre sus votantes para comprender qué les motiva y de paso conocer qué opciones tiene Trump de ganar la reelección en 2020. Los clasifico en cuatro tipos: los fanáticos, los olvidados, los intolerantes y los resignados.

1. Los fanáticos

Son los votantes deslumbrados por el personaje que seguirán con él pase lo que pase, haga lo que haga, como es el caso de Gene Huber. Una vez Trump dijo en un mitin que si disparara a alguien en medio de la Quinta Avenida no perdería ni un votante. Se refería a este grupo. Muchos de ellos son el mismo público que en los 80 y 90 compraba los tabloides neoyorquinos en los que él era un protagonista frecuente. Admiraban sus yates, sus rascacielos y su éxito con las mujeres. Algunos de estos me contaron que antes de Trump, ni siquiera votaban; otros que nunca antes habían oído a un político hablar de forma tan clara. “Yo antes de Trump nunca seguía la política, me moría de aburrimiento”, me dijo Sherry Ray, una votante de Indiana.

2. Los olvidados

Son los votantes del EE.UU. oxidado, el Medio Oeste norteño que en un pasado no muy lejano era motor industrial del país y ahora se descompone en pedazos. Trump promete un renacer industrial con medidas proteccionistas a pesar de que los expertos señalan que la principal causa del declive es la robotización. Pero en estas ciudades decadentes tiene mucha resonancia el llamado a “hacer EEUU grande de nuevo”. Los blancos sin estudios han perdido la esperanza en el sueño americano (según las encuestas son más pesimistas que los hispanos y negros sin estudios).

3. Los intolerantes

La inmigración movió su voto

  • Un 93% dice que la inmigración es importante o muy importante para ellos.
  • Un 70% se opone a ofrecer a los indocumentados una vía para la ciudadanía.
  • Un 74% quiere endurecer la entrada legal a EE.UU.
  • Un 52% tiene "sentimientos fríos" sobre los inmigrantes.
  • Un 92% se opone a la entrada de musulmanes a EE.UU.

Fuente: Emily Ekins (Cato Institute)

Algunos estudios han indicado que el racismo fue el motor que llevó a Trump al poder pero otros autores han mostrado que las visiones de los votantes de Trump sobre raza e identidad estadounidense varían mucho. El hecho de que la mayoría de los racistas apoye a Trump no significa que la mayoría de sus simpatizantes sea racista. Los descaradamente intolerantes son alrededor de un 20% de sus votantes en 2016, según un análisis de la investigadora del centro de estudios libertario Cato Institute, Emily Ekins con base en una macroencuesta de 8.000 votantes. Ahora bien, el hecho de que casi 63 millones de estadounidenses le dieran el voto supone que no les importó ser asociados con las bases más intolerantes del candidato.

 

Trump siguió con éxito el mismo guion del republicano Pete Wilson, el gobernador de California que en los 90 triunfó con mensajes de miedo y odio hacia los inmigrantes. California vivía entonces una transformación demográfica precoz que no se ha sentido en otros rincones del país hasta mucho más tarde. Hoy, California ha dejado atrás esos años oscuros y es un estado que no solo acepta sino que promueve la diversidad, el español y los estudios étnicos. Quizás ese sea la etapa final a la que llegará el resto del país.

4. Los resignados

Para ellos Trump es el mal menor. Son republicanos que preferirían a un político más convencional pero que le apoyan porque es uno de los suyos. Votantes como Rosaleen Lynar, una affable maestra jubilada de Florida, me dijo que votó por Trump a regañadientes porque era la opción republicana y porque Hillary Clinton “es una socialista” que “odia las iglesias”. A ella, como a muchos otros votantes cristianos evangélicos, no les disuadió la vida pecaminosa de Trump, tan alejada del idea del Jesucristo: dos divorcios, protagonista de una película de Playboy y una esposa, la actual primera dama, que posó desnuda en la portada de una revista).

Las causas del éxito politico de Trump serán debatidas durante mucho tiempo. Como vemos, hay un gran descontento en parte de la sociedad estadounidense que Trump ha sabido canalizar, pero no tenemos claro si su éxito fue un accidente producto del último resuello de la mayoría blanca opuesta al cambio demográfico o más bien el comienzo de un nuevo orden político.

Una madre y sus hijas a las afueras de un mitin de Trump en Lakeland, Florida.
Una madre y sus hijas a las afueras de un mitin de Trump en Lakeland, Florida.Fernando Peinado

En EE.UU. ningún demagogo de derechas llegó tan lejos como el actual presidente. Trump y el populismo de derechas triunfaron al mismo tiempo en la política estadounidense. Por esa relación indisoluble, muchos en EE.UU. siguen confiando en que cuando él desaparezca de la escena, las aguas volverán a su cauce. Les alienta que la ultraderecha ha caído derrotada en las urnas en elecciones menores, como en los casos recientes de los candidato al Senado por Alabama, Roy Moore, y a gobernador por Virginia, Ed Gillespie.

Otros, como Edward Luce, autor de The Retreat of Western Liberalism, uno de los libros del año 2017 recomendados por The Economist, advierten que hemos entrado en una etapa nueva propicia para los demagogos y peligrosa para la democracia. El triunfo de Trump sería un síntoma (y no una causa) del malestar en la sociedad estadounidense por el declive de la clase media, con paralelos en el Brexit y el ascenso de la ultraderecha en Europa. La indignación es un caldo de cultivo perfecto para la política del resentimiento, contra elites, inmigrantes y otros chivos expiatorios. Si ese diagnóstico es cierto y no se pone remedio, inevitablemente habrá Trumpismo después de Trump.

UN AÑO DE TRUMP

Noticias, reportajes, fotogalerías, análisis... cobertura especial de un año de mandato del presidente estadounidense

Sobre la firma

Fernando Peinado
Es reportero de la sección de Madrid desde 2018. Antes pasó ocho años en Estados Unidos donde trabajó para Univision, BBC, AP y The Miami Herald. Es autor de Trumpistas (Editorial Fuera de Ruta).

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