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Trump da su respaldo a las protestas populares en Irán

El presidente de EE UU ataca con dureza al régimen de los ayatolás y cuestiona el acuerdo nuclear

El presidente de EEUU, Donald J. Trump, y la primera dama, Melania Trump, de vuelta a la Casa Blanca este martes. CHRIS KLEPONIS / POOL EFEVídeo: CHRIS KLEPONIS / POOL
Jan Martínez Ahrens

Donald Trump ha vuelto a jugar con fuego en Irán. A diferencia de la elusiva actitud mantenida por Barack Obama en las masivas revueltas de 2009, el actual presidente de Estados Unidos se ha lanzado de cuerpo entero en apoyo de las protestas que estremecen desde hace una semana al país. En un escenario con 21 muertos y una fuerte incertidumbre, Trump ha aprovechado para atacar con dureza al régimen de los ayatolás y poner en la picota el acuerdo nuclear. Un paso que le devuelve a su posición de partida con Irán, al tiempo que amenaza disparar la represión y echar por tierra un pacto que frenaba la escalada atómica en la región más explosiva del planeta.

La tormenta que sacude Irán le ha brindado la oportunidad a Trump de regresar a una de sus trincheras preferidas. Tras unos primeros días de titubeos, el martes por la mañana el presidente de EE UU decidió poner rumbo de colisión. “El pueblo de Irán está finalmente actuando contra el brutal y corrupto régimen. Todo el dinero que el presidente Obama les dio de forma alocada ha ido al terrorismo y a sus bolsillos. La gente tiene poca comida, mucha inflación y carece de derechos humanos. ¡Estados Unidos está vigilando!”, tuiteó.

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A la señal de Trump, su Administración salió en tromba. La embajadora ante la ONU, Nikki Haley, exigió “no repetir el error de 2009” y, después de pedir una reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, recordó que “el pueblo iraní está gritando por su libertad”. Asimismo, el Departamento de Estado conminó a Teherán a no limitar el uso de Telegram e Instagram, las dos redes más usadas por los manifestantes, y la portavoz de la Casa Blanca, Sara Huckabee Sanders, aprovechó para culpar al régimen de la ola de descontento social. “Están gastando los recursos en expandir el terrorismo fuera, antes que en asegurar la prosperidad en casa. Los precios de las bienes básicos y del combustible no dejan de subir, mientras que la Guardia Revolucionaria gasta la riqueza de la nación en grupos extremistas foráneos y, de paso, se lucra”, afirmó Sanders.

La maniobra le permite a Trump cumplir con una de sus obsesiones políticas: alejarse de todo aquello que huela a Obama. En 2009, cuando se desataron las protestas por un supuesto fraude electoral en la reelección de Mahmud Ahmadineyad, la Casa Blanca dio la espalda a los manifestantes. Este desapego ante un movimiento masivo y con fuertes anclajes en las élites moderadas iraníes desató las iras de los republicanos estadounidenses. Ahora, el presidente ha decidido apostar por la revuelta. Es una jugada arriesgada. Da argumentos al régimen para culpar al enemigo exterior de las protestas y, como destacan los expertos, difícilmente logrará recabar simpatías en un país que ha sentido la inmensa humillación del veto migratorio. Pero tiene un sentido estratégico: ofrece a Trump una vía para acabar con el acuerdo nuclear de 2015. Un paso que no se atrevió a dar en octubre pasado y que, en este momento, es más posible que nunca.

El pacto limitaba el programa atómico iraní a cambio del levantamiento de sanciones económicas. Saludado como un logro del multilateralismo, Trump prometió liquidarlo nada más llegase al poder, aunque ante la resistencia de su gabinete, optó finalmente por una solución intermedia. No lo validó, pero en octubre lo envió al Congreso para que este impusiera nuevas limitaciones, especialmente al programa balístico iraní. Las Cámaras, sin embargo, han evitado la espinosa cuestión y han devuelto el texto sin tocarlo a la mesa del presidente, quien tiene que decidir otra vez su futuro a finales de mes. “Si el régimen sigue matando gente en las calles, cuando llegue el momento de prorrogarlo, es difícil pensar que lo hará”, ha señalado un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional. La amenaza es clara, y el juego, peligroso.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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