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LEYENDO DE PIE
Columna
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Cartas de un zar del petróleo

Al exculpar a Chávez, el expresidente de PDVSA se exculpa a sí mismo como responsable de la volatilización de 635.000 millones de dólares

Ibsen Martínez

Prófugo entre los prófugos más ricos del planeta anda don Rafael Ramírez, expresidente de Petróleos de Venezuela (PDVSA), la estatal petrolera en bancarrota. Ramírez prefiere describir su situación actual como la de un perseguido político del mismo Gobierno del que formó parte durante 15 años.

Sin embargo, quien hasta hace un mes fuera representante de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas ha sido declarado por su propio Gobierno en paradero desconocido, esa borrosa comarca donde suelen hallar refugio los capos del narcotráfico.

La desaparición de quien durante tres lustros tuvo las llaves de la caja de caudales de la revolución bolivariana fue colofón de una purga de la industria petrolera ordenada por Nicolás Maduro. Entre ellos se hallan quienes sucedieron a Ramírez en la presidencia de la estatal petrolera y el Ministerio de Minas y Petróleo. Ambos señalados por el acusador público Tarek William Saab (el Andréi Vychinski del régimen narcomilitar venezolano) de malversación de bienes de públicos, lavado de dólares, usurpación de funciones, colusión con el imperialismo yanqui, traición a la patria y aparcamiento ilegal de vehículos en doble fila sobre rayado de cebra. El monto de sus culpas superaría los cuatro mil millones de dólares.

La totalidad de los detenidos fueron designados por el mismísimo Ramírez en tiempos sin duda mejores para él que los días que corren. Poco antes de desaparecer, Ramírez firmó la carta de renuncia solicitada expresamente por Maduro y, al instante, fue presa de un frenesí grafómano que lo ha convertido en uno de los articulistas más leídos del portal comunista venezolano Aporrea.

Esto de hacerse columnista de la noche a la mañana resultó sorprendente porque una señal distintiva del antiguo mandamás petrolero era una reserva tan absoluta, una opacidad tan espesa de sus pareceres e intenciones que solo llegó a conceder, en el curso de tres lustros, una o dos entrevistas, quizá tres, muy espaciadas entre ellas. Sus respuestas eran invariablemente “cortas y oscuras”, pespuntadas por sarcasmos contra la oposición, moralinas antiimperialistas y profesiones de lealtad al ideario del presidente eterno, Hugo Chávez.

Si es verdad que “el estilo es el hombre”, las cartas de Ramírez delatan una narcisista autocomplacencia moral, una capacidad para mentir sin parpadear digna del mismísimo Chávez y una cursilería solo equiparable a la del fiscal que lo acusa. Conforme al falaz argumento canónicamente adoptado por otros “disidentes” que, como la fiscal general Luisa Ortega Díaz, han precedido a Ramírez en el goce de atención mediática global, el antiguo “capo de tutti petrocapi” achaca la tragedia venezolana exclusivamente a Nicolás Maduro.

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Al exculpar a Chávez —“que no habría querido ver el desastre actual”—, Ramírez se exculpa a sí mismo como máximo responsable de la volatilización de 635.000 millones de dólares verosímilmente captados por PDVSA entre 1997 y 2017. Una investigación conducida en 2016 por la Comisión de Contraloría de la aún legítima Asamblea Nacional señala directamente a Ramírez como responsable de un desfalco continuado que superó los 11.000 millones de dólares. Esa investigación, ignorada tercamente en su momento por la justicia chavista, abulta hoy las acusaciones del tonante fiscal Tarek Saab.

En sus columnas, el camarada Ramírez se declara, una y otra vez, legatario de Chávez. El prófugo no ha ocultado su disposición de lanzarse como candidato en unas todavía improbables presidenciales. Desde aquí lo aliento a ello con entusiasmo.

Un tal desafío a la familia de gánsteres que usurpa el poder en Venezuela precipitaría el mafioso atajaperros endógeno que anunciaría el final de la revolución bolivariana.

Algo que todos los venezolanos esperamos que 2018 nos conceda ver y celebrar.

 @ibsenmartinez

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